Hace un año Javier Milei ganaba el balotaje que lo convertiría en presidente. El 56 por ciento lo había votado aunque por lo bajo había cierta cautela, se escuchaba por ahí “eso no lo va a hacer”.
Su estilo brutalista, el desprecio por las instituciones y por la misma idea de justicia social ya estaba sobre la mesa. Con la asunción el 10 de diciembre llegó su manifiesta intención de ser el topo que “el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”, la batalla culturaleliminar de cuajo las políticas públicas impulsadas por los feminismos desde las calles.