Hace un año Javier Milei ganaba el balotaje que lo convertiría en presidente. El 56 por ciento lo había votado aunque por lo bajo había cierta cautela, se escuchaba por ahí “eso no lo va a hacer”.
Su estilo brutalista, el desprecio por las instituciones y por la misma idea de justicia social ya estaba sobre la mesa. Con la asunción el 10 de diciembre llegó su manifiesta intención de ser el topo que destruiría el estado desde adentro: “el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”, así elige describir al Estado y entre imágenes de leones generadas con inteligencia artificial, planos altos que no denoten la papada, abundante cantidad de horas en internet y una fijación con el ano de los mandriles, el presidente de la Nación encabezó una gestión que lleva un año y que tuvo en uno de sus ejes principales a la batalla cultural, con empeño en eliminar de cuajo las políticas públicas impulsadas por los feminismos desde las calles.
La Fundación Natalio Morelli, que se define como una organización dedicada a la protección de los derechos de niños y adolescentes, realizó una presentación contra el libro “Cometierra” de la escritora Dolores Reyes, “La China Iron” de Gabriela Cabezón Cámara y “Las Primas” de Aurora Venturini. La denuncia concreta es por la supuesta distribución de textos que incluyen “contenido sexual explícito” y temáticas consideradas “inapropiadas” para estudiantes de entre 12 y 15 años.
Los libros son parte de la Colección Identidades Bonaerenses llevada adelante por la cartera de Educación de la Provincia de Buenos Aires: "Es una colección de más de 100 libros, que incluye tanto títulos clásicos de la literatura nacional como otros absolutamente novedosos de autores jóvenes, no prescribe la lectura ni obliga a leer los libros canónicos, sino que estimula el entusiasmo a partir de la exploración y el descubrimiento de diferentes posibilidades" dijeron en un comunicado autorxs que defienden el derecho a leer.
La fundación es muy cercana a la diputada libertaria Lilia Lemoine y sumó a la denuncia por los libros, la acusación a Alberto Sileoni de “abuso de la autoridad” y “corrupción de menores”. Según la presidenta de la Fundación, Barbara Morelli y en diálogo con Perfil “se encuadra en el artículo 125, que habla de difusión, presentación del tema y todo lo que tiene que ver con sexualizar a menores de edad. Es más, por ejemplo, esto se puede relacionar cuando una persona menor de edad tienen relaciones consentidas con una persona que tiene 18 recién cumplidos, pero se considera que es abuso sexual. Esto es igual con la corrupción de menores".
El debate se presta para que se ponga el foco en algo que va al hueso de la batalla cultural y que le quita el sueño a la gestión libertaria: ir contra todo lo que pueda haber sido inspirado por los feminismos en la última década. La vicepresidenta no tardó en sumarse al debate diciendo en redes sociales que “los bonaerenses no merecen la degradación e inmoralidad que Kicillof les ofrece”. Cerró su posteo con un ya conocido “con los chicos, no”, la forma en la que los pañuelos celestes fueron históricamente contra la ley de Aborto y la Educación Sexual Integral.
¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños!” decía también el posteo de la vice. Les niñes se convirtieron en medulares de la llamada batalla cultural. Tal es así que cuando el presidente Milei visitó la escuela en donde había sido alumno se ocupó de dejarle claro a su audiencia adolescente que el aborto para él “es un asesinato agravado por el vínculo”.
De esa visita hay dos anécdotas memorables: el desmayo de dos niños a pocos metros de donde él se encontraba y quienes Milei no atinó a socorrer. "Se desmayó, pero ya la van a atender", dijo la locutora oficial. El presidente no se movió del atril en donde estaba dando el discurso, solo pidió que se acercara un médico e hizo un chiste sobre la salud del joven: “Bueno, como verán, mencionar a los comunistas es tan peligroso que genera problemas siempre”.
En el mismo acto, en donde inauguraba el año lectivo 2024 también hizo alusión al abuso para explicar su “insistencia” en lograr lo que se propone: “Yo, por ejemplo, en medio de la pandemia, como no podía hacer nada, estaba encerrado, escribí dos libros. Ya estaba aburrido, entonces escribía. Y en ese contexto, ¿qué pasó? Los jóvenes le empezaron a hablar a sus padres y sus abuelos de las ideas de la libertad, y le hablaban de Milei, Milei…; hay un chiste, no puedo decir, es muy grosero, pero el burro tiene éxito por insistidor, no por lo otro. ¿Se entendió?”
Hace algunas semanas, Javier Milei se mostró molesto con los empresarios que le piden levantar el cepo y para demostrarlo hizo el gesto de la paja en la Convención de la IAEF en Mendoza. Su rutina gestual bravucona se fue afianzando a medida que acumulaba días en la Casa Rosada y el centro de inspiración siempre gira en torno al sexo y al terror anal.
¿Cómo se explica que los libros que están en el centro del conflicto sean degenerados y los discursos del presidente una forma de expresar las ideas de libertad a la juventud? ¿Se busca que sea cada vez más difícil discutir la moral sexual cuando en nombre de la libertad se vuelve todo muchísimo más conservador?
Hace un año, cuando Milei todavía no era presidente, uno de sus alfiles, ahora mas oculto y en las sombras, decía en una radio que se había educado con pornografía y que prefería eso en lugar de la Educación Sexual Integral. Ramiro Marra es legislador de la Ciudad de Buenos Aires y no hay fundación alguna que vele por proteger a los chicos de su mensaje.