“La primera lata de peli que pude conseguir me recordó a mi infancia”, cuenta Pablo, uno de los fundadores de Cinemecánica, el ciclo de cine que lucha contra ese contrincante imparable que es el tiempo y vuelve a poner en la pantalla grande películas en 35 y 16 mm. Pablo tenía la obsesión de “tocar el material fílmico” y, durante la pandemia, se sumergió en distintos grupos de compraventa para conseguir la película que daría inicio a esta historia. “La digitalización de las salas me rompió el corazón. Recuperar esa lata fue una especie de resistencia”, recuerda.

Esta obsesión estaba lejos de ser algo individual: la cinefilia es un lugar de encuentro, de comunidad. Hermanados por el FestiFreak, el Festival de Cine Internacional de La Plata, a Pablo se le unieron Nahuel, Caro, Marcos y Juan, el resto del equipo que lleva adelante el ciclo.

“Entrar en relación con el soporte fílmico implicó conseguir y aprender a usar las máquinas necesarias para hacerlo rodar”, explica Nahuel. El grupo buscó y buscó el proyector que pudiera dar inicio a la fantasía. Después de un tiempo, se presentó la posibilidad de adquirir uno grande, de sala: un Victoria IV de la marca italiana Cinemeccanica. Una belleza de los setenta.

Durante la charla, llama la atención cómo todos resaltan la experiencia de “tocar” el film, “tocar” las latas de las películas, “tocar” los proyectores. La insistencia en el soporte, en la presencia. “El fílmico” es pesado, ocupa espacio, precisa más cuidados. Al Victoria IV hubo que subirlo entre varios por una escalerita muy pequeña para ubicarlo en la sala de proyección del Cine Municipal Select, en el Pasaje Dardo Rocha de La Plata. En definitiva, Cinemecánica es compromiso corporal: “En un ciclo digital conseguís una copia de la película, la bajás, la ponés en un pen drive y ya está. Acá hay que salir a buscar las copias, encontrarlas”.

Cada proyección cuenta con un trabajo artesanal detrás: llegar al coleccionista que tiene la copia, revisar que la película se encuentre en buen estado, mirar que estén bien los empalmes (lo que une los fragmentos del film), restaurar si es necesario, probar cómo se ve la proyección, elegir el lente, calibrar la pantalla, y darle al público el contexto que le permita apreciar este universo en plena era digital.

Fieles a la idea de traer al presente joyitas del pasado, para su debut decidieron exhibir el piloto de Max Headroom, serie de ciencia ficción que marcó una época en el cyberpunk de los ochenta. En la sala se respiraba intriga: los chicos no habían llegado a proyectar antes la cinta y no sabían cómo se iba a ver. Lo iban a descubrir junto al público en el transcurso de la noche. La copia, por suerte, mantuvo muy bien el color. La imagen era impecable, “como recién salida del laboratorio”, pero la película había sufrido el paso del tiempo y su cuerpo estaba ondulado, había perdido la rigidez. La proyección, finalmente, fue con movimiento y una magia experimental muy particular.

En Cinemecánica se valora la experiencia, el entrar a un espacio a compartir un ritual. Para que ingresar en la sala sea hacer un viaje en el tiempo, el equipo añadió las publicidades y tráilers de la época de cada film que proyectan. Además, muestran películas, bobinas e insumos, para que el público pueda entrar en contacto con la materialidad de la historia que está viendo en pantalla.

“Siempre decimos que estamos entre arqueología, mecánica y cinefilia”, cuenta Pablo. Lo rápido, lo cómodo y lo rentable no siempre son sinónimo de lo bello. La búsqueda de Cinemecánica no es simple nostalgia: es búsqueda de belleza, una decisión estética, ideológica. El fílmico tiene otra textura, otro color, otra historia. Es una aventura que implica excavar en un mundo escondido de pistas, rastros e intuiciones.

El estereotipo del coleccionista es el de alguien excéntrico que acumula y no presta, que tiene sus manías. Una figura misteriosa. La escritora María Gainza dedica un capítulo entero de su nuevo libro a un coleccionista de arte que, fanático, cubre cada recoveco de las paredes de su lujoso departamento con las pinturas (y las historias) que adquirió.


El grupo temió toparse con el estereotipo, que nadie les permitiera acceder a las copias después de tanto trabajo. Sin embargo, lograron generar un circuito de confianza e intercambio con coleccionistas fílmicos y, de a poco, armaron una red de colaboración que logró barrer la idea del se mira y no se toca.

“Te enterás de que determinado cine tiene una colección, te llega el rumor de que hay copias en una sala que cerró en el interior del país, abajo del escenario de algún lugar abandonado, y entonces tenés que salir a buscar”. A la manera de Los detectives salvajes de Bolaño, los detectives cinéfilos escuchan el llamado de las copias perdidas y atraviesan territorios en su búsqueda.

Es común, cuentan, encontrar copias guardadas hace mucho tiempo. Películas que en algún momento formaron parte del clásico circuito comercial de “solo dos meses de exhibición”, y que fueron salvadas de la basura por alguna institución o coleccionista.

“Dimos con copias de los sesenta y setenta. Con ese material hay que tener un cuidado especial, porque muchas veces está reseco, sufrió el deterioro de los procesos mecánicos de su momento. Hay que revisar y hay que reparar para que la película pueda ser proyectada. Eso también es parte de la aventura”.

La reparación es tanto material como simbólica: el grupo trabaja con muchas películas que fueron censuradas durante la dictadura, que ahora se proyectan como fueron concebidas originalmente. Es reparador, también, traer a la sala películas que en su momento no tuvieron la oportunidad de llegar a determinado público. Se repara el material de las películas, se repara el acceso a ellas, se repara y acondiciona la sala para poder proyectarlas. “Es una reparación histórica”, bromean.

Actualmente Cinemecánica colabora con el archivo de la Fundación Cineteca Vida y con el Archivo Audiovisual Municipal de Avellaneda, que cuenta con películas de Leonardo Favio y Pino Solanas. Muchos de estos archivos no tienen la capacidad de exhibir copias, y el grupo acerca ese servicio. “Buscamos tender lazos para proyectarlas, porque proyectar es una gran forma de conservar. Queremos hacer colaboraciones con diversos archivos del país y, así, que las películas sigan rodando en el proyector”.