Desde Mar del Plata
”Me aseguraron de mil maneras que el submarino estaba en perfecto estado de mantenimiento y de conservación, pero a mí, en lo personal, todo esto me genera muchas dudas”. Luis Tagliapietra es el padre de Alejandro Damián, de 27 años, uno de los 44 tripulantes del submarino desaparecido en aguas del Atlántico Sur. Ayer llegó a Mar del Plata desde la Capital Federal, donde vive, manejando su camioneta “a 180 kilómetros por hora” para encontrarse “cara a cara” con los jefes de la Base Naval. Mientras algunos familiares siguen alentando alguna esperanza y dejan sus mensajes en el santuario que han creado en el alambrado perimetral de la base (ver aparte), Tagliapietra fue contundente: “El jefe de mi hijo (se refiere al jefe de la Base Naval) me dio su pésame y cuando le pedí más información, me dijo que todos están muertos”. Por su parte, Itatí Leguizamón, esposa del cabo santafecino Germán Suárez, en diálogo telefónico con PáginaI12, ratificó con otras palabras lo que había dicho el jueves luego de la reunión con los jefes de la Base Naval: “Siguen sin decirlo oficialmente, pero es obvio que están muertos, ya no me quedan esperanzas, ya está”.
Luis Tagliapietra se había comunicado con algunos periodistas y citó a todos a la puerta de ingreso a la Base Naval sobre la Escollera Norte. “Estamos destruidos desde que llamaron de la Base Naval para decirme que los datos sobre el famoso ruido estaban corroborados, que era el submarino, que había sufrido esta implosión y que, por añadidura, estaban todos muertos; eso fue terrible”, declaró en medio de una sucesión de contactos masivos o personales con la prensa escrita, radial y televisiva. Tagliapietra dijo que cuando se vio personalmente con el jefe directo de su hijo, el capitán Fabián Rossi, se le acercó el jefe de la Base Naval, el almirante Gabriel González, para sincerarse: “Lo saludo para darle mi más sentido pésame, su hijo era un gran marino, lamento mucho esta situación”. Como respuesta él le preguntó “¿están todos muertos?”. La respuesta sólo tardó unos segundos: “Y… sí”.
Luego, Tagliapietra comenzó a analizar, en forma crítica, las explicaciones que le dieron sobre cómo ocurrieron los hechos. “En primer lugar, dicen que la implosión ocurrió a 30 millas del punto desde donde se tuvo la última comunicación, en la que supieron que la avería había sido en las baterías de proa, que las anularon porque iban a navegar con las de popa. Dicen que según la opinión del capitán y los jefes (del submarino) no tenían problemas”. En ese momento “les ordenan (desde la Base) hacer una ruta directa a cinco nudos”, según la información transmitida por Tagliapietra. Un nudo es equivalente a una milla náutica por hora y a 1852 metros por hora.
“Si la implosión ocurrió a las 10.45 (del miércoles 15), o sea tres horas después de la comunicación, en tres horas a cinco nudos tienen que haber recorrido 15 millas, no 30, como dicen. Para que eso sea así, el capitán tendría que haber desobedecido la orden e ir al doble de lo que dicen que fue, lo que es improbable”, recalcó el familiar de uno de los tripulantes. La segunda duda a la que hizo referencia es la siguiente: “Si le ordenaron ir directo a Mar del Plata y el lugar de la implosión estaría señalando que hubo un desvío, algo que también sería improbable porque esta gente (en referencia a los jefes del submarino) es muy profesional”.
La tercera cuestión señalada por Tagliapietra tiene relación con las posibles causas de la implosión. En ese sentido, relató que el jefe de su hijo le dijo que “según la teoría que ellos manejan, tendría que haber habido gran acumulación de hidrógeno producido por la sulfatación de la batería y que una chispa podría haber provocado la implosión; para que eso ocurriera tendrían que haber fallado los instrumentos porque en el submarino tienen detectores de hidrógeno”. Señaló que los jefes de la Base Naval “me aseguraron de mil maneras que el submarino estaba en perfecto estado de mantenimiento y conservación, pero esas tres cosas que he mencionado hacen que a mí, en lo personal, me generan muchas dudas y creo que lo están diciendo, supongo, para mantener una luz de esperanza” entre algunos familiares.
Sobre las razones de su viaje urgente a Mar del Plata, recordó que el jueves “estaba yendo a un canal de televisión y cuando iba manejando me llama el capitán Fabián Rossi, el jefe directo de mi hijo, y que fue el único con el que pude hablar todo el tiempo porque fue el que me atendió siempre el teléfono, me mandó mensajes y estuvo a disposición”. Rossi lo llamó para decirle que “lamentablemente se había confirmado que había ocurrido el tema del famoso ruido, de la implosión en el submarino en una zona cercana al talud que tiene entre 200 y 1000 metros de profundidad y que eso suponía la posibilidad de que no hubiera sobrevivientes”.
De inmediato tomó la decisión de viajar a Mar del Plata para pedir explicaciones “cara a cara”. Primero intentó viajar en avión, pero como no era posible hacerlo de inmediato, se vino en su camioneta “a 180 kilómetros por hora”. Cuando llegó a la Base Naval lo atendieron “muy amablemente y de inmediato”. Pero allí le dieron explicaciones “que no me terminan de cerrar”, aunque recibió el compromiso de que “la búsqueda va a seguir hasta que los encuentren, por más que lleve el tiempo que lleve”. Después lo recibió el comandante de la Base Naval, el almirante González. Allí fue que, según dijo, le estrechó la mano y le dio el pésame. Por lo expuesto, no tiene dudas: “Mi hijo, los otros 42 chicos y la chica, no están más. Lo único que pido es que me expliquen lo que pasó, con la verdad”.
Por su parte, en diálogo telefónico con este diario, Itatí Leguizamón consideró, al igual que Tagliapietra que “ya no quedan esperanzas, ya está”. La esposa del cabo Germán Suárez señaló que “primero nos dijeron que había ocurrido una falla leve, cuando es obvio que sabían ya lo que nos dijeron recién el jueves, lo del incendio y lo de la implosión o la explosión”. Recordó que cuando escucharon ese informe “la gente se abalanzó sobre los que informaban y no pudieron terminar de leer el parte”. Cuando ella se fue, “los otros familiares estaban rompiendo todo porque nos mintieron todo el tiempo y había mucha bronca con los que daban los partes”.
Leguizamón, que es abogada, dijo que hay que “iniciar un juicio contra el Estado, porque desde 1970 nunca invirtieron en nada”. Sobre su marido dijo que “siempre estaba preparado para la muerte y me hablaba de eso. Yo lo voy a recordar siempre bien y por él tengo que estar tranquila como me lo decía a cada rato, para que lo recuerde de la mejor manera”.