Se acerca fin de año y con eso una de las taras de cada año, elegir qué fue lo mejor y lo peor, sea en novelas, películas, discos, recitales... Es un hábito que se practica desde no hace demasiado tiempo: elegir lo mejor y lo peor del año como una forma de pasar en limpio las convulsiones de vivir. Así, un montón de entusiastas (y a veces yo mismo) actúan como árbitros de cada creación humana.
Si me preguntan ahora, diría que lo mejor del año sería (entre otras cosas) que nadie ande preguntando semejante tontería, pero parece que mucha gente cree que si no llega a esas tremendas conclusiones, el año no termina como se debe.
Lo primero es entender que para saber cuál es la mejor novela del año, por ejemplo, habría que haberlas leído a todas. Y ya se sabe que eso es imposible. Aun así, hay gente que actúa como si lo hubiera hecho. Y así con todo: escuchar todos los discos, ver todas las películas.
Yo creo que lo mejor (en general) no existe. En todo caso existe lo que más nos gusta o lo que más se ajusta a lo que creemos del arte en cuestión. ¿Cómo comparar dos novelas, una escrita por un hombre, la otra por una mujer, una que cuenta una historia africana y la otra alemana, la primera de ochocientas páginas y la otra de cien, una traducida de su idioma original y la otra del inglés?
En todo caso, elegir lo mejor y lo peor podría ser un trabajo de la crítica especializada, otra categoría que hoy se mueve confusamente entre influencers y tiktokeros devenidos especialista en cualquier cosa de la noche a la mañana, tal como alguien se autodeterminaba médico en la edad media.
Pero, a la gente le gustan las simplificaciones, las certezas, los atajos. Entonces, a fin de año hay que elegir el mejor libro, el mejor disco, el mejor meme, y siguen las firmas. Certezas, que le dicen. Sin olvidar que siempre hay un pequeño negocio detrás. Elegir el mejor libro significa que ese libro venderá un poco más durante las fiestas.
Además, no olvidar que siempre hay gente esperando que le digan qué novela es la mejor para salir corriendo a comprarla. Vean cuántos entusiastas hay de los premios como el Nobel y que salen corriendo a comprar libros de autores ignotos pero promovidos por viejos burócratas suecos que leen vestidos de levita y frac.
Eso de lo mejor o peor se practica en muchos rubros. La eterna comparación entre Maradona y Messi es la prueba. Y, aunque parezca mentira, hay gente que todavía piensa que es posible llegar a una conclusión respecto a eso, siendo que jugaron en distintas épocas, con otras pelotas, los equipos que integraron no se podrían comparar, con diferentes, entrenadores, sistemas, alimentación.
A veces las estadísticas vienen en nuestra ayuda. Entonces se hace obvio que quien ganó más copas probablemente sea más importante que el que no las ganó, pero también es cierto que hubo jugadores que ganaron más copas que Diego y nadie se acuerda de ellos. A veces las estadísticas son sólo estadísticas.
En ciertos casos es imposible elegir lo mejor y lo peor porque un artista engloba al otro, y el segundo sería impensable sin el primero. En plan de elegir el mejor guitarrista de la historia, no se podría comparar a Hendrix con Paco de Lucía o Joe Pass. Y si hay que elegir cuál es el mejor guitarrista de rock, sería difícil elegir entre Hendrix y Stevie Ray Vaughan, entre otras cosas porque SRV viene de Hendrix, es decir que sin el primero no existiría el segundo en los mismos términos. Pero además SRV no viene solo de Hendrix, y entonces la probable selección del Olimpo del mejor se atomiza hasta lo indescifrable.
Pero, ya que estos balances de fin de año se harán de todos modos, yo creo que debería trasladarse a otras áreas de la vida, la política, por ejemplo, o los programas de comida, los memes y los fracasos. Van ideas: la mejor mentira, el mejor romance clandestino, el mejor divorcio, el peor proyecto de ser humano, y así.
Al fin, como en tantas cosas, se trata de una cuestión de gustos. Es imposible determinar si un pintor es mejor que otro a menos que uno apele al gusto. Me refiero a la gente común, porque los especialistas le encontrarían una explicación aunque sea forzada. Y a veces uno elige siguiendo el derrotero que ha seguido la crítica. Mucha gente dirá que Van Gogh es mejor que André Val D´Or (me lo acabo de inventar) pero no sabe por qué.
Quizá esta práctica, no muy vieja, como dije, viene a ayudarnos a sobrellevar una época donde pasamos de tener pocas opciones a tener demasiado. Entonces hay que pasar las cosas, entre ellas el gusto, por un tamiz. Entonces sí: sabremos qué leer, qué escuchar, pero sobre todo sabremos qué evitar. No es poca cosa.