Se está por cumplir un nuevo aniversario del regreso de Perón a la Argentina ocurrido el 17 de noviembre de 1972, después de más de 17 años de exilio y proscripción.

Nuestro país tiene una triste historia de proscripciones, exilios, cancelaciones y hasta asesinatos políticos. Durante el siglo 19, lamentablemente, fue moneda corriente. Revolucionarios de mayo perseguidos por acomodaticios políticos, Unitarios, Federales, Rosistas, anti Rosistas, la lista es larga e incluye al propio San Martín, liberador de medio continente.

El siglo 20 no se quedó atrás, pero después de tantos desencuentros, creíamos que la etapa de proscripciones estaba superada

Empecemos por Yrigoyen, proscripto, perseguido por luchar por elecciones libres, dos veces presidente de la Nación elegido por el voto del pueblo, derrocado y encarcelado dos veces por largo tiempo. Fue acusado de corrupción, su casa fue destrozada por una turba violenta y cuando regresó de la prisión en Martín García, enfermo y anciano, tuvo que vivir en la casa de una de sus hijas porque ya no tenía donde vivir. Al morir, una multitud nunca vista hasta ese entonces, acompañó su cuerpo al cementerio, pero ya era tarde.

Perón fue derrocado, previo a un bombardeo criminal de la marina de guerra sobre civiles, exiliado por más de 17 años, privado de su grado militar y de sus bienes, acusado de los delitos más aberrantes, absuelto por la historia, pero también por la justicia cuando cambiaron los vientos políticos y elegido tres veces presidente de la Nación.

La lista es larga, continúa durante todo el siglo con otros personajes públicos, pero pensé que, recuperada la democracia en 1983, después de haber pasado por la dictadura más sangrienta jamás conocida, por un proceso de violencia política que abarcó casi medio siglo entre 1930 y 1983, habíamos aprendido algo.

Que no se puede judicializar la política, que el Poder Judicial no puede estar al servicio de los intereses económicos más concentrados y atacando a la democracia. Que mientras se gobierna por decreto violando la Constitución, la Corte mira para otro lado y después, va a ser tarde para lamentarse.

Ahora, un poder judicial (con minúscula) viciado de legitimidad, condena y proscribe a quien fue dos veces Presidenta Constitucional y Vicepresidenta de la Nación. El poder económico cree que proscribiendo a Cristina ya no peligran sus privilegios, que los ciudadanos no van a luchar por sus derechos ni defender a quien los defendió.

No hemos aprendido nada y se vuelven a cometer los mismos errores creyendo que con la proscripción se termina una fuerza política.

Se vuelven a equivocar, comienza otra etapa, con más fuerza y como nosotros sí aprendimos de la historia, sabemos que una vez más la democracia se va a imponer a los autoritarios.

La Corte tiene en sus manos el remedio, dudo que lo quiera aplicar, pero estoy convencido que será la última vez.


El autor es presidente de Forja