El pico de precios de los principales índices bursátiles de Estados Unidos; el furor por las acciones vinculadas al sector de inteligencia artificial que encabeza Nvidia; las subas del 30 por ciento de Tesla este mes; el bitcoin a 90 mil dólares. Son algunos de los elementos que muestran el momento de esplendor para los inversores internacionales pero que al mismo tiempo generan cada vez más dudas sobre el futuro de los mercados financieros.
El interrogante es evidente: el precio de los activos (principalmente tecnológicos) está inflado o la moneda norteamericana no vale absolutamente nada. Parafraseando al economista Hyman Minsky, las crisis empiezan a cocinarse durante los ciclos de estabilidad y bonanza financiera.
Algunos defensores del boom de las acciones de las grandes corporaciones de tecnología aseguran que el momento actual es muy diferente al de las puntocom a principios de este siglo. En ese momento, las tecnológicas que marcaban precios exorbitantes en Wall Street no tenían negocios maduros y no ganaban plata (eran puras apuestas). Actualmente, Google, Amazon, Meta son máquinas de facturar por miles de millones de dólares.
El otro argumento que se escucha es que estas empresas están al borde de generar una revolución igual o incluso más grande que la de internet. Esto va de la mano principalmente de los avances de la inteligencia artificial generativa, de la robótica y la biotecnología. El futuro de estas compañías sería idílico debido a que son las dueñas de la nube, de los datos y de los centros para procesar toda la información que requieren las redes de ordenadores.
La idea de hacer futurología sobre si estos argumentos son correctos tiene poco valor. En la práctica, lo más importante es observar que los activos financieros de Estados Unidos hace años que muestran subas impactantes y el momento del desarme de activos siempre llega al final del camino.
Burbujas de amor
En la Argentina, el furor de Wall Street parece estar potenciando el optimismo con las acciones y los bonos soberanos locales. La situación va a contramano de lo que pasa en otras economías emergentes, como Brasil. La política proteccionista que promete Trump para Estados Unidos plantea problemas para muchas economías de la región (principalmente la mexicana).
La economía argentina fue noticia mundial en los últimos días por la abrupta caída del riesgo país. A mitad de año, este indicador se ubicaba cerca de los 1500 puntos y la semana pasada terminó en torno de los 760 puntos. Se trata de una cifra con la que el gobierno se entusiasma de que podrá regresar a los mercados de deuda externa y tener margen para abrir los controles cambiarios.
En los informes de los consultores empieza a plasmarse la idea que el país tendrá una situación de auge ininterrumpida para lo que viene. “Al gobierno le salen todas. La inflación de octubre dio 2,7 y dejó lejos las dudas de la inercia. Milei mantuvo una conversación con Trump y se consolida la idea que Argentina será protagónica en la región para Estados Unidos. El Banco Central sigue de compras en el mercado de cambios”. Así lo resumió uno de los últimos análisis de coyuntura de 1816.
La idea fuerza que plantean los consultores en sus informes a los inversores es que “esta vez es diferente para la Argentina”. Nunca un gobierno estuvo dispuesto a mantener un ancla fiscal y eso “permitirá recuperar la prosperidad que el país se merece”. Sin embargo, vale la pena recordar a Minsky.
De la misma forma que ocurre con las tecnológicas de Wall Street o el precio de las criptomonedas, el ciclo de bonanza que vive la Argentina no es eterno. Los riesgos no son solo internos, sino que llegan de afuera, con la inestabilidad que prometen mostrar los países emergentes y los eventos de cisne negro que podría ocurrir en los precios de las grandes corporaciones de Estados Unidos.