Juegos de fábrica fue originalmente un musical y ahora se convirtió en una obra de texto, pero el foco sigue siendo esa gran metáfora: el juego. En la infancia todos conviven con esa metamorfosis permanente que supone el acto de jugar –ser otros por un ratito, como los actores o los farsantes– pero durante la juventud eso se va perdiendo de a poco hasta olvidarlo por completo en la adultez. Los protagonistas de esta obra escrita y dirigida por Nicolás Manasseri son niñxs interpretadxs por actores y actrices muy sólidos en su labor (María Victoria Casserly, Pilar Dantin, Francisco Tramujas, María Fernanda Provenzano, Matheo Falbo y Martina Zapico), porque sus actuaciones permiten ingresar a ese universo sin demasiadas dificultades.

Sobre la traducción de un lenguaje a otro, el director comenta a Página/12: "Si bien la obra era musical y fue un musical muy premiado en su momento, era un musical de ruptura muy particular. Acá sólo le sacamos las canciones que irrumpían en las escenas y nos hacemos cargo del conflicto permitiéndonos revalorizar el texto y las actuaciones. Al no estar la parte musical, se intensifica el conflicto y se potencian las actuaciones. Ahora hay más tiempo para el desarrollo escénico de los personajes". Esos niños no viven en la actualidad sino en la Argentina de principios de siglo XX: tiempos de guerra, hambruna mundial y ola inmigratoria masiva.

El grupo de chicos interactúa en una vieja fábrica abandonada: su reino (exquisita escenografía realizada con una multiplicidad de objetos e iluminada por Manasseri y Provenzano). Ellos juegan, trabajan, se pelean, se amigan, comparten secretos, chistes, deseos perversos y comentarios mordaces porque los niños pueden ser terriblemente crueles. Las tensiones emergen con la llegada de un chico italiano que desencadena algunos cambios de comportamiento y varias revelaciones al interior del grupo. "La fábrica parece ser un lugar abandonado donde los procesos de elaboración están detenidos. Pero no para estos niños y adolescentes que plasman en sus juegos esas reglas que quizás obedecen a leyes sociales, a mandatos patriarcales que nos anteceden y que se imponen. Así, sus juegos reflejan ese afuera lleno de violencia, verticalidad y obediencia", reflexiona Manasseri.

Hay un permanente ida y vuelta entre lo que pasa en la fábrica y lo que pasa en el mundo exterior (esa Argentina de puertos abiertos). Aunque ese mundo quede fuera de plano, resuena entre las cuatro paredes. La fábrica, entonces, funciona como síntesis de una época. Lo que ocurre afuera, lo que ocurre adentro y también eso que los chicos replican en sus interacciones: las relaciones de poder que se van tejiendo entre ellos, las jerarquías, el estatus de cada uno y el lugar de sus familias. Todo es un juego y, a la vez, algo solemne. Cuando los chicos juegan, lo son.

En relación al desafío de dirigir actores adultos que deben interpretar infancias y adolescencias, el autor comenta: "Fue un hermoso desafío dirigir a este equipo. El mayor desafío era ir más allá de la convención para que el público pueda ver realmente a niños y adolescentes. Por eso buscamos que los tres niños más chicos sean interpretados por mujeres. La idea era lograr en ellas una caracterización justa para no caer tampoco en un grotesco. Buscábamos realismo desde la actuación con un texto bastante metafórico y, por momentos, complejo".

*Juegos de fábrica puede verse los martes a las 20.30 en Ítaca Complejo Teatral (Humahuaca 4027) y las entradas se consiguen a través de Alternativa Teatral.