La batiseñal ilumina el cielo plomizo y nocturno de Ciudad Gótica. Así fue el cierre de la notable El pingüino (Max) el pasado domingo. Imagen reconocible dentro de un capítulo que consagró a Oz Cobb como capomafia. Vaya paradoja. Aquí el archienemigo de Batman no usa monóculo, ni muerde la boquilla de un cigarrillo, y el vigilante encapotado brilla por su ausencia. El criminal caminaba -es cierto- con una cojera, pero era aún un proyecto de gran villano y, sin embargo, ahora será difícil pensar en alguien más que el actor irlandés al referirse a este emblema del lado salvaje de DC. “Oswald sabe que de aquí en más muchas personas van a venir por él; en definitiva, lo que aprendió en este viaje es a ser brutal”, dice el actor en una conferencia de prensa virtual de la que participó Página/12 junto a sus principales responsables.
La entrega de Lauren LeFranc es una derivación de The Batman (Matt Reeves, 2022), la última y oscurísima revisión del personaje creado por Bob Kane y Bill Finger a fines de los años '30, en la que ya aparecía este personaje. En estos ocho episodios, Oz Cobb tuvo que sacar lo más podrido de su alma para sobrevivir. ¿Su máxima competidora por el cetro criminal? Sofia Falcone (Cristin Milioti). “Yo no te vi, pero tu madre sí. Ella lo supo desde el principio. Sos un monstruo”, le escupió en un momento de “A Great or Little Thing” la mujer que también tuvo su propia conversión.
Es que Falcone experimentó un arco narrativo tan interesante como el del propio protagonista. La mujer pasó de ser la heredera de un emporio gangster, lidiar con sus rollitos mentales a convertirse en Sofia Gigante/The Hangman. “Ella se volvió todo lo que la acusaban, la hija de su padre, la loca, todas ideas que despreciaba en un comienzo. Tuvo una inteligencia muy grande para oler la mierda, actuar rápido y fiero, aunque terminó de vuelta en el manicomio Arkham. Fue una bola de nieve para ella”, planteó la actriz.
A fuerza de golpes y traiciones, el pingüino supo cómo colarse entre los Falcone y los Maroni. El más humillado y tullido de los gangsters, al cabo, venció a fuerza de picotazos. La creación de Lauren LeFranc encontró su razón de ser como una hija del género de mafia y el Hollywood de los '70. Ciudad Gótica tuvo sus Calles Salvajes como un gran basural a cielo abierto. Y por si queda alguna duda, el season finale incluyó un montaje en paralelo al estilo El padrino, donde cada subalterno acabó con las vidas de sus jefes.
¿Más homenajes? Lo del pingüino y su ladero, Vic Aguilar (Rhenzy Feliz) siempre recordó al vínculo entre Tony Soprano con Christopher Moltisanti, y en el cierre Oz se vio obligado a usar sus manos al igual que su pariente ficcional de Nueva Jersey. “Víctor es el corazón de la historia”, dirá Farrell. Además del mentor y ahijado, también se zanjó la relación con su madre con problemas psiquiátricos (Deirdre O'Connell, otra gran interpretación en una serie que se distinguió en ese rubro) y su afán de conquista con una mujer de la noche (Carmen Ejogo).
“La trayectoria de Ozz está llena de dolor. Lo dejamos en un lugar, desde una perspectiva imperfecta. Hay una vulnerabilidad en el amor. Es duro para él aceptar eso. Sofía tomó ventaja de los últimos sentimientos puros de Oswald. Es una persona rota de muchas maneras y no puede permitirse que los demás vean eso. Para alcanzar el poder tiene que minar eso. Finalmente abraza su monstruosidad”, dijo su showrunner.
-¿Cómo cambió la percepción sobre el personaje a lo largo de la serie?
Colin Farrell: -Fue raro porque al final de la película no tenía ningún sentimiento particular por él. No sabías si era un mal tipo, uno bueno, alguien gracioso o miserable. Fueron cinco o seis escenas en las que el pingüino se insertaba con el propósito de Batman. Pero ahora lo amo, aunque no haya defensa alguna para sus acciones. Nunca fui parte de una ficción que me genere esta clase de amor tan poderoso. Este mundo tiene casi años, ha tenido tantas iteraciones, comics, películas, series, y sigue significando algo para la gente. No debería tener afecto alguno por él, pero lo amo. Es un viaje oscuro. Es la absoluta falta de redención por alguien.
-¿Cómo fue trabajar con esta historia desde la ausencia de Batman?
Lauren LeFranc: -No fue difícil porque nos centramos en el submundo de Ciudad Gótica. Nos pegamos a estos personajes y a su visión de lo que es su contexto. El mayor desafío fue el de crear una historia y personajes convincentes, que la audiencia tenga ganas de seguir la historia. No es necesario que estén de acuerdo con lo que hacen, ni siquiera aceptar como real ese mundo, que en este caso es complicado y malvado. De hecho es todo lo contrario a lo heroico o disfrutable. Si hacemos bien el trabajo de que estos personajes se sientan vivos, no va a importar si Batman esté o no esté en el programa. Creímos muy fuerte en esta creencia. Hubiera sido un error guiarnos por “lo que quieren los fans”, en vez de lo que demandaba la historia y su viaje emocional.
-Sofia encarna el arte de la revancha, ¿cuál fue el momento más satisfactorio?
Cristin Milioti: -¿Matar a la familia y bailar sobre sus tumbas? Obviamente hace cosas terribles y, sin embargo, cuando lo ves cumplir sus deseos se siente libre.
-¿Cómo fue la transformación hacia su personaje más allá de lo estético?
C. F.: -Me involucré primero en el acento neoyorquino, es algo como del Bronx de los ’70. Trabajé con una coach de dialectos, se llama Jessica Drake y es fabulosa. Fueron dos meses de trabajo antes de que hiciéramos la película. Me mostró esta entrevista a un tipo a un tipo con mucha calle y me sirvió como guía. El acento fue todo. Obviamente, la caracterización y el look es espectacular. Para mí es como que chocan dos mundos. Él quiere lucir como algo que no es, lo alto y lo bajo conviven en el Pingüino.
-Los villanos de este comic de DC son emblemáticos. Muchos actores han interpretado al pingüino, Danny DeVito por mencionar uno. ¿Cuál fue la inspiración?
C. F.: -De todo. Lo que hizo Heath Ledger con el Joker fue un antes y un después. La semana pasada vi Batman: el caballero de la noche y lo que logró es tan peligroso y enfermizo. Es encantador y lleno de detalles. Su actuación es hermosa, te deslumbra, pero le deja lugar a los demás. Amé lo que hizo Danny De Vito en la secuela de Tim Burton. Es muy jugosa. Lo de Burgess Meredith en la serie de televisión también es genial. Lo mismo que lo de Robin Lord Taylor en Gotham. Es muy intenso. Otra referencia es Robert De Niro como Al Capone en Los intocables, es de las performances más fuertes que podés ver en tu vida.
-También se nota el rastro de Fredo Corleone y Tony Soprano... ¿creés que tu personaje se inscribe en esa larga saga de mafiosos golpeados?
C. F: -Sé que Fredo fue importante para Matt en el diseño de Oz cuando pensó la serie. Es alguien que vive como al margen y siente lástima de lo que se ha convertido. Fredo no tenía la inteligencia muscular y Ozz es un discapacitado de nacimiento. Entiendo eso. Es la piedra fundacional del personaje. Es alguien que siempre se sintió menos y te sirve para entender la ambición desmedida con la que se mueve. Es como un veneno que tiene en los órganos.
-¿Y para Sofía?
C. M.: -Hice mi investigación, miré algunos documentales sobre un personaje que siempre me llamó mucho la atención que es Rosemary Kennedy. La hija de una gran familia que fue alejada, la mandaron a un manicomio y terminaron haciéndole una lobotomía. Y eso pasaba con muchas mujeres de esa época. Se las consideraba histéricas y ya. Así que estas mujeres nunca tuvieron voz, algo de eso resuena en mí. Creo que es un tipo de personajes que todavía no hemos visto tanto.
-¿Se imaginaban que El pingüino iba a tener esta repercusión entre críticos y fans?
C. F.: -Nos antecede toda una mitología, la película y los comics. Sabés que hay una energía dando vueltas, pero nada te prepara cuando llega. Es muy movilizante. Y es raro porque nunca tuve una respuesta de este tipo. Fueron ocho episodios así que el ancla fue insertándose cada vez más profundo.