Podría ser el grupo preferido de todos los perdedores del Río de la Plata, pero sólo es una banda de culto de Montevideo que cobra ocho dólares por año de Spotify. Es Exilio Psíquico, que acaba de publicar Como un pingüino empetrolado, su séptimo disco. Nueve canciones que miran al mundo con una resignación que por momentos pide un respiro.

En 2024 se cumplieron treinta años de la salida de Ipse Dixit, el debut del grupo. Desde entonces, Exilio cambió varias veces de formación, pero siempre fue, en esencia, un dúo formado por el italiano radicado en Montevideo, Maxi Angelieri, y Orlando Fernández, también bajista de Buitres. Además, el ex Cuarteto de Nos, Riki Musso, es un colaborador permanente que puede oficiar de músico, productor, o, como en el nuevo disco, encargarse de la mezcla.

“Riki nos grabó todos los discos. En este caso lo mezcló, solamente. Grabar, grabamos todo Orlando y yo por nuestra cuenta. Riki siempre es muy detallista con la voz y siempre intenta afinarte bien, que no haya ninguna cosa que quede medio fuera de lugar, de tiempo. Y yo le decía ‘Dejámela lo más desprolija posible’. Igual, de vez en cuando digo ‘Uy, Riki, acá me afinaste’”, cuenta Maxi, y se ríe vía Zoom desde Montevideo.

Maxi Angelieri es el cantante y autor de todas las letras de Exilio Psíquico. También el principal responsable de la postura loser irónica que tiene el grupo. Exilio propone ese papel de manera constante en sus discos. Desde los títulos, como Jugando siempre en segunda división (2014) o Setralina Mon Amour (2020), hasta los versos de muchas de sus canciones: “¿De qué sirve escuchar tantos discos/ Si después mis canciones dan asco?”, o “Cuando me muera tírenme a la basura/ Y por favor no se preocupen/ Que no me va a importar”.

En Como un pingüino empetrolado, la postura del todo está perdido se mezcla, por momentos, con la inestabilidad de la crisis en tiempo presente. Maxi escribió las letras entre 2023 y 2024, en medio de conflictos personales que lo arrastraron a decir basta. Al menos en las canciones. “Este disco es como una foto, una polaroid de lo que me estaba pasando”, explica Maxi en su castellano intervenido por su italiano de origen. Maxi se fue de Italia en 1990, cuando tenía 21 años. Primero estuvo en Brasil. Al poco tiempo llegó a Montevideo, donde se instaló y formó una familia. En 2003 volvió a su país para desarrollar su oficio de microfonista de cine y publicidad, un trabajo que todavía mantiene y que le ha permitido compartir sets con Woody Allen. En esos años, Exilio estuvo casi en pausa, con poca actividad. Pero el grupo se reactivó a fines de 2018, cuando Maxi regresó a Uruguay.

Cuando habla, Maxi dice “pbanda”, con una pronunciación exagerada al comienzo de la palabra. En el último disco tiene una voz dulce y algo grumosa. Canta sus letras terribles encima de melodías de teclados y guitarras que hacen que Exilio Psíquico parezca el soundtrack de un centro de día desbordado. “Yo no soy un tipo malo/ Yo soy muy bueno, lo juro/ Sólo estoy medio estresado/ Sólo ando medio cansado/ Y si voy despotricando es sólo para desahogarme/ Pero sé que más de uno se merecen irse antes”, canta Maxi con su acento romano en “Que dios te bendiga”, una de las mejores canciones del nuevo álbum. “Desde que me dejaste, mi vida, navidad es mi fiesta preferida/ No hay regalos para compartir y a las diez ya me voy a dormir”, dice en otro pasaje del disco.

En Como un pingüino empetrolado las revistas de papel que ya no se publican le dejan el lugar al pan de masa madre regado con cerveza artesanal. El tono melancólico se cruza con la mirada burlona sobre las costumbres actuales. “Si se nos rompe el corazón somos antiguos/ Si se nos rompe el corazón estamos viejos/ A los modernos esto nunca les pasa/ A los modernos no se les rompe nada”, canta Maxi en “Antiguos y modernos”, la canción que abre el disco. Dice “modernos” cuando podría decir “jóvenes”, porque Como un pingüino... también funciona como una reflexión del paso del tiempo que angustia hasta a los que ya asumieron que el final es inevitable.

La canción que da nombre al disco tiene como invitado a Manuel Moretti, cantante de Estelares. Maxi es fan de los platenses desde que los escuchó por primera vez, en 1996, durante una de las visitas de Exilio a Buenos Aires. La conexión se dio a partir del músico Martín Elizalde, fallecido en 2023, quien le hizo escuchar a Moretti la canción “Es que no ves”, del disco Jugando siempre en segunda división, donde Maxi dice que los Estelares “hoy tocan en el Monumental”.

Los próximos pasos del grupo serán adaptar el repertorio al dúo. Maxi y Orlando ya ensayan pero todavía no confirman fechas. Igual no tienen muchas expectativas. “Cuando presentamos el disco Sertralina... fue nuestro récord. Vendimos como 180 entradas. Después, las últimas veces, vendemos setenta, ochenta entradas. Pero también tuvimos veces en que vamos a tocar y vendemos ocho entradas, porque el mismo día toca no sé quién y el mercado de Montevideo es lo que es: tocan cinco bandas más o menos del mismo palo y la gente se dispersa. Yo creo que si ahora organizamos un show, ochenta entradas metemos. Nos dieron este estatus de banda de culto, que no sirve en la vida real, pero que hace que diez entradas más vendas”, dice Maxi.

Desde la segunda mitad de Como un pingüino empetrolado, Exilio Psíquico empieza, lentamente, a profundizar un pedido. “No me hablen más de amor/ no me rompan las pelotas”, canta Maxi. Sobre el final del disco, la banda se sumerge en la saturación emocional y la muestra en primer plano: “Y no quiero escuchar más lo que puedo o no puedo hacer/ Lo único que quiero es que me dejen en paz/ Lo único que quiero es que no me jodan más”. Es, a la vez, una forma de mandar a todos al diablo y pedirles que no se vayan. Los pingüinos empetrolados no pueden limpiarse solos.

“Todos nuestros discos son tristes. En realidad, las canciones. Es muy raro que haya canciones alegres. Pero también me asombra siempre cuando los músicos hacen música feliz”, dice Maxi, que tira un chiste. Uno que dice siempre, cuenta. Es de esos que parecen una broma, pero no. “Si no están deprimidos”, dice, y se frena un poco. Dice “bueno”, como si la pausa amortiguara la sentencia. Lo dice en su español enrevesado que lo hace mezclar los tiempos verbales cuando habla y cuando canta: “Si no están deprimidos, bueno, entonces no te das cuenta de nada”, dice. Y por supuesto, se ríe, aunque haya pronunciado la frase más desoladora de la tarde.