Cuando comenzó a escribir las canciones que se convertirían en Homogenic, Björk sintió la necesidad de reducir las cosas a su esencia. El álbum terminado abarca toda una variedad de estados de ánimo: la delicada y edificante calidez de “All Is Full of Love”, la catártica y gozosa violencia de “Pluto”, la gélida furia de “5 Years”. Sin embargo, posee una unidad de estilo muy diferente al espíritu de urraca maníaca de sus dos primeros proyectos maduros en solitario, Debut y Post, álbumes que revolotean vertiginosamente entre géneros. En Homogenic, los límites entre el exuberante pop hip-hopeado de “Alarm Call” y el volátil drama orquestal de “Bachelorette” son suavizados por una consistente paleta sonora de beats y cuerdas. El título de Homogenic sugiere homogeneidad, y Björk quería que el álbum tuviera “un único sabor” a lo largo de toda su duración.

Este repentino interés en una poda deliberada era una reacción comprensible al torbellino de nuevas experiencias y sonidos que había sido la vida de Björk desde que se mudara a Londres a principios de 1993. Había conseguido y aprendido mucho durante ese período grabando y editando Debut y Post, y convirtiéndose, entretanto, en una personalidad del pop y en la islandesa más famosa del mundo. Fue una época de cambios rápidos y de intenso crecimiento, pero también de gran agitación.

Había sido muy doloroso abandonar su amada ciudad natal de Reikiavik, pero, tras la desaparición de su antigua banda The Sugarcubes, el hambre de Björk por explorar lo que podría lograr con sus nuevas canciones se había vuelto abrumadora. “Me embarqué en una misión”, explicó. “Sabía que tenía que ponerme en una situación de emergencia, como Bruce Willis en Duro de matar o algo así, para sacar todas estas cosas de adentro mío”. The Sugarcubes se había formado en junio de 1986, cuando Björk tenía veinte años, poco después del nacimiento de su hijo Sindri. Habían sido un grupo travieso e idiosincrático de guitarras formado (según Björk ha declarado a menudo) como una broma –un supergrupo pop irónico compuesto por destacadas figuras de la escena punk intensamente intelectual y anárquica de Reikiavik–. Esta “broma” llegó a convertirse en el primer éxito internacional de Islandia a nivel musical. Aun así, su sello británico, One Little Indian, no esperaba que Debut de Björk, lanzado en julio de 1993, vendiera más de 40 mil copias en todo el mundo (vendió 600 mil en sus primeros tres meses). The Sugarcubes habían jugado con el concepto de ser estrellas pop a modo de arrogancia intelectual: “una banda pop, un cliché andante”. Björk se convirtió en una auténtica estrella pop a su pesar, con un disco exuberante y ecléctico de dance-jazz de cantautora que se nutría ávidamente de los variados y vibrantes sonidos de Londres.

Post, que le siguió en junio de 1995, elevó todavía más su perfil con un accidental megahit, “It’s Oh So Quiet”, un estridente cover de una canción de big-band de los años 50 que convirtió a Björk en el tipo de celebridad de la que incluso tu abuela habría oído hablar. Fue un viaje desenfrenado: “Me levanto a la mañana con un corazón demasiado grande, realmente no sé qué hacer con él”, dijo Björk con entusiasmo maníaco.

Portada del libro en su edición para el mercado local

SUS PROPIOS BEATS

En la época del lanzamiento de Debut, Björk había dicho que su intención última era que los críticos confundidos “etiqueten mi música como ‘música de Björk’. Es muy flexible, intensa y rica, pero también es muy caprichosa y siempre cambiante”. La caprichosidad mercurial, sin embargo, no es una esencia fácil de entender para la gente y, en la época de Homogenic, Björk estaba empezando a pensar que tal vez necesitaba definir más claramente la “música de Björk”. Su gusto por los colaboradores culturalmente de moda empezaba a dominar la discusión, en especial a la luz de sus relaciones con el autor de trip hop Tricky (que había coproducido dos canciones de Post) y la figura de la escena drum’n’bass Goldie (que había sido uno de sus teloneros en la gira de Post). El sonido de sus álbumes a menudo era atribuido a sus coproductores, con la voz de Björk caracterizada como una fuerza de la naturaleza que necesitaba que alguien más se encargara de la parte técnica. Con Homogenic, Björk quería que la atención se centrara en su arte, en su sonido. “Bromeo con la idea de hacer un álbum de manera completamente independiente, solo yo en una habitación”, dijo. “No es que no disfrute del proceso de trabajar con gente excepcional y artística, pero me gustaría probar algo en lo que yo hago todo, de la A a la Z”.

Con ese espíritu independiente y purificador en mente, Björk decidió no volver a llamar a Nellee Hooper, el productor que había trabajado en Debut y Post y, en lugar de ello, recurrió a Markus Dravs, el joven ingeniero de sonido alemán de Post, de quien estaba segura –por el hecho de que también había trabajado con su héroe Brian Eno– que sería capaz de pensar más allá de los límites del estudio. Empezó a llamar a Dravs mientras estaba de gira con Post para explicarle sus ideas sobre los beats y los ritmos: crujientes y violentos como una explosión volcánica; sucios y distorsionados como la música dance underground que tanto amaba. En esas conversaciones se sentaron las bases musicales iniciales de Homogenic. “Como no soy programadora de caja de ritmos, lo llamaba por teléfono y le decía ‘pssht... shtss... crsht’, y cuando llegué a casa él había creado una biblioteca de más de un centenar de beats”, explicó Björk. “Usé esos beats para empezar a construir una especie de mosaico”. Como admitiera previamente, los beats siempre habían sido su punto más débil en términos compositivos y la principal razón por la que había recurrido a otros productores en el pasado. Esta vez, con la ayuda de Dravs, partía de ellos y encontraba la forma de hacerlos suyos.

Además de nuevos beats, Björk tenía planeada una nueva forma de enfocar las cosas desde un punto de vista práctico. Mientras tocaba en los festivales de verano, en agosto de 1996 le encargó a Dravs que construyera un “estudio de escritura elegante y ostentoso” en su casa en Maida Vale, al noroeste de Londres. “Quería –ciertamente para la fase inicial– hacer todo en su casa”, recuerda Dravs, “lo cual me venía bien: mi esposa y yo acabábamos de tener un bebé. Así que iba allí con mi hija y Björk le cantaba canciones de cuna mientras yo me instalaba”.

HACER LAS PACES

Con un esquema general de beats diagramado, las siguientes herramientas de Björk para dar vida a estas canciones de crisis y recuperación habrían de ser violines y violonchelos: en las entrevistas evangelizaba acerca del revolucionario potencial sonoro de una “mentalidad de música de cámara, espiritual y libre, mi nueva obsesión” y de cómo sus nuevas canciones, escritas en su laptop en los descansos durante la gira, se “basaban mayormente en cuartetos de cuerda”.

Se inspiraba, más de lo que lo había hecho en mucho tiempo, en sus diez años de estudios de música clásica en el Barnamúsíkskóli de Reikiavik, de donde había “salido eyectada a la edad de quince años como una punk furiosa que piensa que Beethoven apesta”. La joven prodigio había asistido al instituto desde los cinco años y allí había estudiado flauta dulce, flauta traversa y un programa canónico que tenía mucho de Bach y Mozart, pero no tanto de espontaneidad. Se había sentido limitada por la rigidez, así como por la falta de atención al patrimonio musical islandés. “Sentía que me estaban alimentando a la fuerza con una tradición que no era mía”, dijo en 2002. “Las personas de mi generación ansiaban una música islandesa, un sonido islandés que expresara la realidad islandesa, así que me peleé con el director de la escuela”.

Homogenic supuso un retorno deliberado a esa formación clásica, reinventándola y adaptándola a sus propios propósitos. Sus dos primeros álbumes habían dejado entrever poco de ella, más allá de los suntuosos arreglos de cuerda que Björk y el compositor-productor brasileño Eumir Deodato hicieron para Post. El álbum de remixes de Post, Telegram, la había visto acercarse al mundo clásico moderno al trabajar con la heterodoxa percusionista escocesa Evelyn Glennie en “My Spine” y con The Brodsky Quartet en una versión de “Hyperballad”. Para la época de Homogenic, Björk estaba lista para zanjar esos viejos altercados con el director de la escuela.

El título Homogenic sugiere fonéticamente hogar [home] y homogeneidad. Además de representar a la propia Björk de manera más pura, el álbum evocaría esa nueva música nacional que ella había ansiado en la escuela, al fusionar los sonidos clásicos con su propio sentido de la identidad islandesa. “Realmente estoy buscando algo que sea islandés”, dijo. “Y quiero que este álbum se parezca más a mí. Debut y Post son un poco como los libros de Tintín. Como una especie de Tintín en el Congo. Tintín en el Tíbet. Ahora creo que es un poco más Björk en casa”.

TAN QUEBRADA

El plan original era crear Homogenic con nada más ni nada menos que esos beats, esas cuerdas y esa voz; sería la música de Björk definida cruda y claramente. “Hacer Debut fue como un niño en una juguetería. ‘¿Puedo jugar con lo que quiera? ¡Genial!’ Pero pensé que el verdadero desafío era no tener casi ningún juguete, quedarme solo con un palo, sin aburrirme ni un segundo”. El plan venía saliendo bien y Björk estaba entusiasmada con la idea de trabajar en el álbum desde su casa. “El principal problema”, dijo, “es que voy a tener que llamar a la policía en medio de la noche porque estoy trabajando en el estudio. ‘¡Por favor, hagan que me detenga, estoy tratando de dormir!’ ¡Voy a empezar una relación nueva y muy difícil conmigo misma!”.

La relación de Björk consigo misma ciertamente estaba a punto de volverse mucho más difícil, pero no a causa de los festines de medianoche en la mesa de mezclas. En primer lugar, había problemas en el frente romántico. Su relación con Goldie había sido intensa, tironeada por sus apretadas agendas y también muy pública: la pareja había sido durante mucho tiempo el foco de atención de la prensa amarilla y los rumores de un matrimonio inminente alimentaban el hambre de chismes. Sin embargo, a medida que se acercaba el otoño, Goldie empezó a echarse atrás.

Luego, días después de que la pareja se separara, Björk recibió un golpe aún más duro. Ricardo López, un obsesivo fan de veintiún años, se filmó fabricando una carta bomba (un libro lleno de ácido sulfúrico que rociaría al destinatario al ser abierto) mientras sonaba de fondo la versión de Björk de “I Remember You”. Estaba, según dijo, enfurecido por el hecho de que Björk estuviera en una relación con un hombre negro. López envió por correo la bomba a Björk y luego se pegó un tiro en la cabeza frente a cámara el 12 de septiembre de 1996. Cuatro días después se encontró su cuerpo y la bomba fue interceptada de camino a las oficinas de la empresa que la representaba.

Los medios inmediatamente se dieron cita en la casa de Björk, y el entorno tranquilo y privado de esas felices y relajadas sesiones de estudio con Dravs se convirtió en una pecera.

Asediada y rota su relación con su fama y su hogar, Björk escribió otra nueva canción, “So Broken”, una balada de desesperación muy poco björkiana inspirada directamente en la bomba y el suicidio de López. Aunque era por demás necesario, este desahogo de emociones negativas no encajaba con los principios musicales de Björk. “Siempre escribía canciones sobre cosas felices y me guardaba los trapos sucios para mí”, se lamentaba. Para poder procesar su difícil situación, concibió la canción como un chiste de humor negro, imaginándose a sí misma como la protagonista de una melodramática telenovela española, con el ruido de fondo de niños llorando y la salpicadura de los platos en el fregadero. Resultó que España también iba a ofrecer una escapatoria más concreta en la forma de El Cortijo, un estudio cerca de las montañas en Málaga, propiedad del baterista de las giras de Björk, Trevor Morais, que se lo ofreció como un refugio. En cuestión de días, Björk y Dravs guardaron sus equipos y huyeron a las montañas.