El oscurantismo avanza. Cuatro son los libros que quieren censurar y prohibir de la colección “Identidades Bonaerenses”, según consta en la denuncia judicial contra el director general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni, por la supuesta distribución de obras que incluyen "contenido sexual explícito" y temáticas consideradas "inapropiadas", realizada por una entidad floja de papeles con vínculos directos con la ultraderecha conservadora: la Fundación Natalio Morelli

La ONG en cuestión está presidida por Bárbara Morelli, una militante antiderechos cercana a la diputada libertaria Lilia Lemoine, que explicó que la denuncia fue impulsada por la preocupación de padres y miembros de su organización, quienes consideran que el contenido de esos textos podría afectar negativamente el desarrollo de los jóvenes. Aunque el encarnizamiento mediático se concentró en el libro Cometierra de Dolores Reyes, también están en la mira de esta cruzada contra novelas calificadas como “pornográficas”, Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, Las primas, de Aurora Venturini y la obra de no ficción Si no fueras tan niña. Memorias de la violencia, de Sol Fantin, en la que narra el abuso sexual que sufrió de un profesor de una institución pseudoreligiosa, donde estudiaba filosofía de Oriente y Occidente y practicaba meditación.

Un golpe al futuro

Reyes es amenazada cotidianamente y han publicado las fotos de sus hijos afirmando que es una madre “corruptora de menores”. Como respuesta a estos ataques en las redes sociales, la comunidad literaria está organizando una lectura colectiva de Cometierra y las otras obras que quieren censurar, el próximo sábado 23 a las 10 de la mañana en el teatro El Picadero. “No se pueden permitir ni la ridícula ofensiva oscurantista ni la violenta personalización sobre ninguna escritora o escritor para contiendas que no tienen nada que ver con las razones y los objetivos de nuestro trabajo”, plantean en el documento de la convocatoria.

“Viví la dictadura cívico religioso militar durante mi escuela primaria y entiendo que para muchos, hoy es sólo una fecha y una página del manual. Entiendo pero no acepto”, aclara Mila Cañón, maestra y formadora de docentes, profesora y doctora en Letras de la UNMDP (Universidad Nacional de Mar del Plata). “La palabra censura para quienes amamos la literatura, la enseñamos y la promocionamos es un golpe a los escritores desaparecidos, exiliados, lastimados, a los títulos prohibidos, entre ellos, la querida María Elena Walsh que habita las infancias argentinas. La palabra censura es un golpe también al futuro de los estudiantes que hoy asisten a la escuela secundaria y a los institutos terciarios de la provincia de Buenos Aires en los que me formé como maestra de primaria, a la universidad que me vio crecer hasta el doctorado y es mi casa”, fundamenta Cañón y precisa que los 108 títulos de 56 editoriales que integran la colección “Identidades Bonaerenses” no son de lectura obligatoria y que están disponibles con guías de lectura y el acompañamiento de los mediadores, en las bibliotecas escolares.

Cañón define la crítica a las novelas como “un latigazo más del patriarcado, una estrategia proveniente de voces anquilosadas” y está convencida de que haberlas elegido para que compongan la colección “Identidades Bonaerenses”, entre tantos libros que llegaron a las escuelas públicas, constituye “una decisión comprometida que muestra la diversidad social y los distintos registros de escritura”. Pero también, como plantea Analía Gerbaudo, “prueba los obstáculos ideológicos y epistemológicos de algunos sectores para comprender las poéticas actuales y los temas del campo literario y editorial que los estudiantes del siglo XXI pueden explorar, reconocer y elegir”.

La trampa de la censura

En “Carta a las familias”, un extenso y notable texto que compartió en sus redes sociales, Sol Fantin, maestra en la escuela primaria hace más de quince años y profesora de Narración Oral en los profesorados que forman maestros, admite que la preocupación de las familias acerca de los libros es legítima. “Si aceptamos que se censure la lectura de novelas de reconocido valor literario de la literatura local para evitar que nuestros jóvenes lean pasajes donde aparece la sexualidad, por ejemplo, o la violencia, tendríamos que empezar por retirar de las bibliotecas escolares El matadero de Esteban Echeverría, por poner el primer ejemplo que me viene a la memoria, obra sangrienta como pocas, que se considera origen de nuestra literatura nacional”, observa la autora de Si no fueras tan niña. Memorias de la violencia. Y agrega que también “tendríamos que olvidarnos de trabajar sobre la mitología griega, donde los personajes poderosos violan sistemática e impunemente a las mujeres desprotegidas y el incesto es habitual”.

El texto de Fantin suma al debate. “El camino de la censura no es ninguna novedad: es un viejo conocido que nunca cumple lo que promete, tan falso como peligroso, tal como demuestra la historia individual y colectiva. Ruego a las madres, a los padres, a las familias, que no se hagan eco de esta antigua trampa, que no hará sino empobrecer la experiencia de los chicos y de las chicas, además de dejarlos desprotegidos frente a los desafíos que se les presentan o se les presentarán, tarde o temprano”. A la escritora, maestra y profesora le llama la atención que hayan ubicado en “el centro del encarnizamiento mediático” a tres novelas de ficción de reconocido valor literario y a su libro, donde “da testimonio del efecto devastador que una educación saturada de tabúes, supuestos valores elevados y censuras puede tener en la vida de una jovencita, dejándola a merced de la violencia de cualquier perverso que se cruce en su camino”. Fantin vuelve a dirigirse a las familias y docentes que velan con esfuerzo y trabajo por el bienestar de los chicos y las chicas. “Ojalá que nunca tengan que arrepentirse de haber impuesto el silencio, ahí donde lo único que había que tener el coraje de hacer era dar la palabra”, concluye la carta.

“Los discursos conservadores de siempre, que se exaltan más cuando el Estado autoriza la violencia, no frenan su látigo; sus voces sólo expresan miedos, temores a lo distinto y crean una estrategia lastimosa, poco profesional, basada en unas frases repetidas y unas representaciones de los jóvenes, los estudiantes, la literatura y la lectura propias del siglo XIX”, cuestiona Cañón. La maestra y formadora de docentes destaca que la literatura nacional está poblada de textos cuyas representaciones son al menos conflictivas, si los anteojos para analizarla son retrógrados. “En muchas de sus mejores manifestaciones suele ser polémica en su contexto de producción inmediato, genera incomodidades, denuncia temas conflictivos, habla del sexo y la violencia, y también de la Historia, del amor, de la muerte; sus personajes pueden ser desertores o criminales, salvadores, héroes y heroínas. Esto ocurre en la mayoría de los libros que conforman nuestra literatura y que tradicionalmente se leyeron en la escuela media”, recuerda Cañón.

La doble vara frente a las groserías de Milei

Graciela Morgade, vicedecana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, doctora en Educación, investigadora y especialista en Educación Sexual, afirma que hay sectores que históricamente han discutido el lugar del Estado en la educación y revela que para estos grupos son las familias las que tienen que educar y el Estado es subsidiario. “Es una vieja tradición muy minoritaria, pero que nunca terminó de desaparecer. Por eso en algunos sectores el lema ha sido ‘con mis hijos no te metas’”. Morgade insiste que lo que se está discutiendo en esta controversia es la preeminencia del Estado en la educación. “La escuela es el lugar de encuentro con la diversidad. Una de las responsabilidades centrales es construir las posibilidades para una cultura de paz y de convivencia en el respeto de los derechos. La escuela es la posibilidad de construir lo común y por eso creo que escandaliza más que se trabaje en la escuela desde miradas diversas, que la pornografía que está a un clic del teléfono celular. Tal vez hay sectores que tienen la fantasía de que controlan y prohíben el uso de ciertos medios a sus hijos, a sus hijas, a sus hijes; pero es bastante incontrolable la cantidad de materiales que circulan”.

La indignación tiene un efecto mediático impactante y patas cortas para el entendimiento. Se ha leído en cadena un pequeño fragmento de Cometierra en el que se describe una relación sexoafectiva y la objetan por “pornográfica”. El periodista Eduardo Feinmann calificó a Sileoni de “degenerado”. Pero quienes participan del “escándalo mediático” curiosamente no se indignaron cuando el presidente Javier Milei declaró que “el Estado es un pedófilo en un jardín de infantes con niños encadenados y cubiertos de vaselina”. ¿Por qué la Fundación Natalio Morelli no denunció al presidente por “corruptor de menores”? “La doble vara frente a las groserías, a los insultos y al lenguaje hipersexualizado que tiene en particular el presidente, es una de las paradojas más potentes de estos tiempos”, opina Morgade y añade que es “notable” que muchos de los medios que se hicieron eco de las críticas a los libros que integran la colección “Identidades Bonaerenses” han silenciado sistemáticamente los cuestionamientos a las expresiones de Milei. “Hay una parte de toda esta discusión que es un debate político partidario clásico que consiste en pegarle a un gobernador kirchnerista, (Axel Kicillof), que está llevando adelante una de las políticas que se oponen más abiertamente, desde las prácticas y desde el discurso, a la política de Milei. Hay una doble moral que habrá que ver cuánto dura porque las groserías son muy persistentes. Pero queda claro que lo perdonan (a Milei) porque defienden el proyecto de acumulación y concentración de la riqueza en muy pocas manos”.

Morgade no niega que haya inquietud en las familias. “La preocupación por no saber cómo abordar algunas cuestiones es genuina. Muchas veces las familias escapan a ciertos temas simplemente por pudor y falta de formación en educación sexual, porque algunas temáticas vinculadas con la sexualidad producen mucho susto. Esas son las familias que sufren la manipulación de introducir el pánico moral por parte de ciertas organizaciones y fundaciones”, reflexiona la doctora en Educación.