A fines de los años 90, tras el auge del britpop, la prensa musical especializada vaticinó que pronto brotaría una segunda oleada de bandas que continuarían alimentando el legado de Blur y Oasis. Sin embargo, las letras de las canciones de esta nueva avanzada aludían paradójicamente a preocupaciones menos británicas, al mismo tiempo que su sonido dio un giro experimental o reflejaba más las influencias del rock alternativo estadounidense. Lo que cortaba entonces con la escena que unos años antes había revolucionado a todo ese pedazo de Europa. Es por eso que esa camada recibió la etiqueta de “post britpop”, y estuvo encabezada por Coldplay. Aunque también sirvió para llamar a la música que hicieron bandas como Stereophonics, Snow Patrol, Travis y Keane.
Dos décadas más tarde, nadie se acuerda de la etiqueta. Y algunos ni siquiera saben que existió el post britpop. Pero todas esas bandas siguieron probando otras formas de experimentar con la canción. Eso lo dejó por sentado a comienzos de noviembre el grupo escocés Travis, que volvió a la ciudad para presentar en el Teatro Gran Rex su nuevo disco, L. A. Times. En cambio, a Keane, unos días más tarde, les dio por celebrar el primer manifiesto de su identidad artística. A un lustro de su último recital en Buenos Aires, en el Movistar Arena, el cuarteto regresó al estadio de Villa Crespo para festejar el 20º aniversario de su álbum debut, Hope and Fears, cumplidos en mayo pasado. Y la performance no sólo se tradujo en un sold out, sino que cumplió con las expectativas.
Lo que también pasó con la propuesta de espectáculo fue que, a contramano del relato que suelen tener las celebraciones de los discos arriba del escenario, Keane decidió apostar por otro formato. Uno más parecido al de las presentaciones de los álbumes. En vez de tocarlas de un solo tirón, respetando el orden del tracklist, los de East Sussex decidieron dosificar esas canciones seminales a lo largo de las dos horas de actuación. Incluso los papelitos que se lanzan en el remate de los shows ellos los tiraron apenas empezaron a tocar. Tampoco levantaron el telón con el tema que abre esa producción, “Somewhere Only We Know”: prefirieron elegir la que está justo en medio del repertorio, “Can’t Stop Now”, cuyo temperamento calmo, pero taimado, ofrecía otra lectura de la comprensión de ese álbum en esta época.
De hecho, continuaron con el pop sensiblero “Silenced by the Night”, de su cuarto trabajo, Strangeland (2012), y a continuación regresaron al disco cumpleañero de la mano de “Bend & Break”, lo que desató la euforia de una muchedumbre que se cantó y bailó todo como si se tratara más bien de la despedida del grupo inglés de los escenarios. Volvieron a apelar por Strangeland por intermedio de la rauda “Day Will Come”, y apareció una de las canciones más preciosistas de ese debut: “Your Eyes Open”. En el medio del tema, el personal de mantenimiento aún intentaba limpiar al tablado de los papelitos. La contemplativa “Nothing is My Way” invitó a probar esas cuerdas vocales de parte de la audiencia, lo que bien supo agradecer el cantante (y a veces pianista y guitarrista) Tom Chaplin.
“Le quiero desear feliz cumpleaños a nuestro primer disco”, espetó el frontman, dueño de una voz y un registro vocal (con dejo a drama) que se llevó por delante al aforo entero, antes de hacer “Sunshine”, otro de los temas de Hope and Fear. Keane es una banda particular: no sólo porque carece de guitarras (al principio las tuvo), sino también porque a base de bajo, batería y del liderazgo del piano armaron un cancionero que pareciera reincidir en la obviedad de la canción pop. Sin embargo, sus arreglos generan una escucha compleja, lo que sostiene su condición de musicazos. Y hasta suenan mejor que en sus álbumes. De esto pudo dar constancia el pop épico “The Way I Feel”, al que le secundaron dos de las canciones que cumplen 20 años: “Everybody's Changing” y “Unitiled 1”.
“A Bad Dream” y “Perfect Symmetry” se comportaron como sendas odas al pop, en tanto que “This Is the Last Time” evocó al Supertramp de los primeros años 80. Su hit “Is It Any Wonder?” puso a saltar todo el mundo, y a continuación Chaplin dedicó el primer éxito de la banda, “Somewhere Only We Know”, a sus fans. El bis lo arrancaron con la beatlesca “Disconnected”, seguida por la ensimismada “My Shadow”. Sorprendieron con su magnífica ejecución de “Under Pressure”, cover del clasicazo de Queen y David Bowie que convirtió tan sólo un ratito al Movistar Arena en el Wembley Stadium. Pero no se olvidaron de lo que vinieron a hacer. Bajaron un cambio con “We Might as Well Be Strangers” y se mantuvieron en ese clima con "Bedshaped", despidiendo así una conmemoración a la altura de su debut.