El escritor mexicano Juan Villoro ha dado cuenta de su eclecticismo en su larga trayectoria intelectual: publicó novelas, ensayos literarios, crónicas de viaje, reflexiones autobiográficas, textos sociológicos, en todos los casos con agudeza y pluma elegante. Lo que diferencia al flamante No soy un robot (publicado por Anagrama) de otros títulos anteriores (tan diversos entre sí como El testigo, El vértigo horizontal y La utilidad del deseo) es que ha incorporado (casi) todos esos géneros en un solo libro. Exceptuando la "novela", siempre y cuando no se admita la licencia de atribuirle a la ciencia ficción las distopías que describe en este volumen.
En función de esta heterogeneidad, No soy un robot puede ser entendido como un enorme y ambicioso fresco de costumbres contemporáneas. Para estar a la altura de semejante ambición, Villoro ejecuta con maestría un constante viaje temporal, que vislumbra el futuro a la vez que lo contrasta -o más bien lo complementa- con las infinitas tramas del pasado. Lo que atraviesa ese recorrido de ida y vuelta es la cultura de la letra.
A partir de ese eje aglutinante y disparador de sentidos, Villoro viaja en tiempo y espacio, desplegando una erudición apabullante que en ningún momento roza la petulancia: cada cita filosófica y literaria -son tantas que convierten a No soy un robot a candidato a libro más subrayado de la década- está justificada por una idea, que conecta con otra, y luego con otra. Un link permanente y fascinante, algo asi como la prueba de que la fragmentación radical de estos tiempos no necesariamente conduce a la anomia cultural.
El libro está dividido en dos grandes capítulos. A grandes rasgos, en el primero ensaya una "lectura de las tecnologías" y en el segundo ofrece una mirada sobre "las tecnologías de la lectura". De ese juego dialéctico surgen tantas conclusiones como interrogantes. El presente eterno de internet y la sombra despersonalizadora de la inteligencia artifical afectan pero no anulan la lectura, definida por Villoro como "una forma rebelde de la memoria". Villoro es profundamente crítico del nuevo contexto tecnológico que induce a la "desaparición de la realidad". Pero su mirada no es apocalíptica ni maniquea. "La lectura digital se potencia con la lectura literaria", morigera Villoro, también él, quizás, un "optimista de la catástrofe".
No soy un robot es un libro escrito hoy, para el aquí y el ahora. Pero por sus páginas transitan desde Platón hasta Eric Sadin, pasando por Ray Bradbury, George Steiner, Italo Calvino, Jorge Luis Borges, Marshall McLuhan, Elias Canetti, Umberto Eco y Ricardo Piglia, por citar solo el 10 por ciento de las aproximaciones a los pensamientos más diversos. Un caleidoscopio que, en definitiva, reproduce el infinito mundo interior de Villoro y ayuda a atravesar estos tiempos oscuros con la riqueza simbólica de la lectura.