Ros Adoo, la madre de la niña cuyo certificado de defunción -único en el mundo- cita la contaminación como agravante del asma que padeció, intenta convencer a gobiernos e instituciones del peligro de la polución del aire para la salud pública. "Yo hablo de salud, otros de economía", apostilla.
Rosamund Adoo-Kissi-Debrah es londinense a tope. Nacida en el norte y residente en el sur, lleva trazada en su pensamiento la línea geográfica y mental con la que el río Támesis divide la ciudad. Fija la cita en una cafetería cercana a su casa, en el sureste, cerca también de la autopista urbana origen de su perfil público. El turbante sobre la cabeza y el estridente colorido de su vestimenta remiten a sus orígenes de Ghana. Tiene bien elaborado su discurso, quizás porque lleva más de una década con el mismo tema. Su primera hija, Ella Roberta, murió en febrero de 2013 a los nueve años de edad de un ataque de asma, enfermedad que había desarrollado en los dos años previos. La causa oficial del fallecimiento: insuficiencia respiratoria, término genérico que enojó a Ross.
La turbulencia emocional que le causó una hija muerta la catapultó a urdir en los conceptos médicos. La insuficiencia respiratoria agravada por "algo" en el aire que respiraba la inocente Ella; vivían a veinticinco metros de la autopista, y a media hora al día de camino entre casa y la escuela. El "algo" que mató a Ella no dejaba dormir a Ross. "No me gusta que me describan como luchadora, porque se asocia a una guerrera con la que no me identifico, yo intento persuadir al Gobierno y a las instituciones con competencias para que todos podamos respirar aire limpio", así se define.
La tarea que se marcó Ross: cambiar en el certificado de defunción de Ella la causa de su muerte; un motivo concreto en lugar del genérico de insuficiencia respiratoria. El objetivo no tenía precedente en Reino Unido. Su determinación tampoco. "Para anular el veredicto oficial debíamos proveer nuevas y convincentes pruebas médicas y científicas, y ello implicaba juicios en los que no había jurisprudencia; por una parte, contábamos con muestras del cuerpo de Ella que guardábamos en el hospital Great Ormond Street; y por otra parte, los niveles de contaminación del aire de la zona que, por entonces, empezaron a monitorizarse; tardamos más de siete años; en diciembre de 2020 conseguimos el veredicto y en 2021 se cambió el certificado de defunción incluyendo que Ella estaba sometida a excesiva contaminación del aire, tal cual ha quedado el documento", explica Ross, amable y habladora, junto a la taza que se enfría porque se olvida que la tiene delante por el énfasis que le pone a su historia.
El cambio en el certificado de defunción de Ella Roberta fue calificado como "hito histórico" por las autoridades médicas y políticas de Reino Unido. Pero para Ross no era el final del camino, sino la primera parada del trayecto al que dedica parte de su vida. Se adentraba en la fase de demandar al Gobierno británico por la muerte de Ella y pedir compensación por ello. La compensación ha llegado hace poco con una cantidad no publicada para la Ella Roberta Foundation, dedicada a campañas contra el aire contaminado. "El aire sucio no sólo daña a los menores, el 30% de los cánceres de pulmón de no-fumadores, y otras enfermedades, se atribuyen al aire contaminado, al que son vulnerables las personas mayores; yo hablo de salud pública y por qué en algunos países escandinavos las cifras de muertes son distintas a, por ejemplo, en India o en un barrio determinado de Londres, intento demostrar con pruebas científicas que la contaminación del aire es una emergencia y hay que tratarla como tal; hay que darle prioridad", manifiesta Ross con todo tipo de datos y casos.
La activista tiene admiración por el trabajo de la española María Neira, directora de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud en la Organización Mundial de la Salud (ONU). Aunque el radio de acción de la londinense y su ONG abarca desde el ayuntamiento de Londres hasta la ONU, el caso de su hija transpira con frecuencia en sus explicaciones. Sobre los dos años previos a la muerte de Ella dice lo siguiente: "Mi hija no tuvo problemas respiratorios hasta octubre de 2010, entonces empezó con una tos que yo atribuí a un virus, que suelen ser la causa mayoritaria, pero entramos en una espiral de estancias en el hospital por una tos dura y fuerte como la de los fumadores, yo tuve que dejar mi trabajo de profesora para cuidar de ella", explica, y añade que "un 70% de los casos que llegan a emergencias de hospitales se deben a problemas respiratorios".
Dejar la enseñanza y ver deteriorar a su hija hasta la muerte por un ataque de asma, le dieron la determinación para que ella fuese la última que pasara por la experiencia. Sus otros hijos, unos gemelos, tenían cinco años cuando murió Ella. Hoy son adolescentes que la apoyan en sus campañas. "La muerte de mi hija no puede ser en vano. De momento, hemos conseguido monitorizar la calidad del aire y necesitamos muchas otras medidas políticas para respirar aire limpio", manifiesta la activista, satisfecha con la envergadura de su Ella Roberta Foundation, organización que ella define como "pequeña y modesta, pero suficiente para que ser controlada por mí y los cinco trustees o patronos que sin remuneración, de forma voluntaria, dirigen y supervisan la pequeña entidad benéfica".
En la página web de Ella Roberta Foundation, Ross declara lo siguiente: "Creemos en un mundo donde todos puedan respirar aire sin polución tóxica, al margen de donde vivan, su posición económica o su bagaje étnico". Sobre esta declaración pregunto: ¿sé queda usted corta de decir que respirar es un derecho humano que debería recogerse en la Carta de la ONU o en las constituciones?. Ross contesta: "Tendremos que cambiar la declaración, puesto que respirar aire limpio es un derecho humano como el acceso a agua limpia, o debería serlo".
La actividad de Ross en favor de aire limpio para respirar la ha llevado a conocer no solo a la española que dirige la Organización Mundial de la Salud, sino a los políticos de turno de Reino Unido. Sobre el cambio de Gobierno, desde julio pasado, dice que "hay que darles una oportunidad a todos, es todavía demasiado pronto, pero los laboristas estaban enterados del asunto cuando estaban en la oposición, por lo que llegan más preparados; los anteriores estaban informados también porque llevaban mucho tiempo en los cargos. Así y todo, creo que el aire limpio no debería ser un tema de partido político". Ross ha sido candidata, no elegida, del Partido Verde a la Cámara de los Comunes en dos ocasiones. Por el sistema electoral, sólo un candidato es elegido por cada distrito.
Si el Gobierno laborista está en fase de prueba, lo mismo ocurre, según Ross, con la gran China, "allí ocurren todo tipo de cosas por lo que respecta al medio ambiente y a las impurezas del aire que respiran". Aunque la elección de Donald Trump como presidente de EEUU no augura los mejores tiempos para la agenda verde en el mundo, Ross, que, como dicen los ingleses, intenta ver su hierba más verde que la del vecino, apunta a que "cuando le recuerden a Trump que un millón de americanos murieron de covid-19, quizás se tome en serio los temas de salud pública y de contaminación del aire que, por cierto, en las últimas investigaciones se vincula también al autismo; a mí, me mandan artículos de todo tipo y este es uno de los últimos que ha llegado". Y con un hueco para comer, antes de que vengan otros para una reunión en el café, Ross busca una mesa más grande y se despide.