Todos los jefes de estado que participan de la Cumbre del G20 que se realiza en Río de Janeiro, firmaron su adhesión a la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, una iniciativa que nace del presidente brasileño, Luis Inacio Lula da Silva, que busca dejarla como su legado político. En ese contexto y a pesar del cacareado rechazo anunciado por el gobierno argentino, el presidente Javier Milei llegó a Río de Janeiro y terminó estampando su firma. En definitiva, el mandatario argentino no sacó los pies del plato, y se limitó a advertir disidencias ideológicas con las bases de la convocatoria. Para ello afirmó que su combate al hambre y la pobreza lo realizará a través de reformas de mercado que implican un paso al costado del Estado como las que aplica su gobierno. Una afirmación (con una cuota importante de cinismo) que para la Argentina se traduce en un costo social que se expresa con una pobreza que llega al 54 por ciento de la población y, como afirmó Unicef, con más de un millón de niñas y niños que se van a dormir sin cenar.

"Es una tristeza ver el comportamiento de este gobierno argentino", afirmó a este diario Rafael Bielsa, excanciller en tiempos de Néstor Kirchner. En ese sentido, indicó que si bien podrá decir lo que quiera, Milei debe aceptar el consenso porque eso lo estipula el G20, donde sus resoluciones surgen a partir de acuerdos. "Si no acompaña queda aislado y aunque en lo inmediato no tenga consecuencias, en el plano internacional las derrotas no son recomendables. Se puede hacer el loco para adentro del país pero no para afuera", dijo Bielsa que incluso considera que la actitud de Milei "no está arreglada con (el presidente electo de Estados Unidos, Donald) Trump".

Haciendo un paralelismo con un proyecto de ley en el Congreso, lo que hizo Milei fue firmar un dictamen de mayoría pero con disidencias. Esto le permitió diferenciarse sin quedar fuera del juego. Es, como dice Bielsa, "hacerse el loco solo para adentro".

Una mirada similar tienen sectores que integran el gobierno de Lula. Consultados por este diario advierten que una cosa es lo que se ve a través de los medios de comunicación, de lo que dicen los jefes de estado a la prensa y otra muy diferente es lo que ocurre tras bambalinas.

"La presión en los pasillos", tal como lo grafican, se expresa en las conversaciones informales que hay entre mandatarios. Los discursos que se realizan en las audiencias privadas de la cumbre también hacen su aporte. De hecho, trascendió que hubo algunos muy duros contra la postura de Milei que realizaron presidentes latinoamericanos. Tampoco hay que despreciar el rol del francés Emmanuel Macron, quien estuvo en Buenos Aires durante el fin de semana y se reunió en dos oportunidades con Milei.

El francés está lejos de ser un presidente de izquierda pero acompaña el objetivo de la Cumbre del G20 y está claro que durante el llamado "intercambio intelectual y filosófico" que protagonizaron ambos presidentes, el argentino flexibilizó su posición con respecto a la Cumbre en Río.

Ayer, con el correr de las horas, Milei hizo público su discurso en la Cumbre, pero cerca del gobierno brasileño consideran que el argentino sufrió una dura derrota. El recule tiene mucho que ver con el rigor que impone la realpolitik que se traduce en que primero no iba a venir a Río, luego que no firmaba nada, ahora firma y también se expresa en las bilaterales previstas.

Atrás quedó su repudio al gobierno comunista de China ya que el argentino tendrá un encuentro con su par chino, Xi Jinping. También se encontrará con la directora del FMI, Kristalina Georgieva, que le sonríe pero no le suelta un dólar. Por último conversará con el primer ministro de la India, Narendra Modi, integrante del BRICS y que el propio Milei desistió de participar porque, afirmó, ese espacio estaba ocupado por comunistas. Dicho sea de paso, Narendra Modi está muy lejos de ser considerado de izquierda.

El frío de Río

La primera jornada de la Cumbre para Milei comenzó bajo tensión. Debió hacer de tripas corazón y saludar cara a cara a Lula, el presidente al que había calificado de “corrupto”, “comunista” y “zurdito”. Como nunca le pidió las disculpas que el brasileño le había exigido, el saludo fue de lo más neutral por parte del anfitrión.

Milei llegó a la sede del cónclave acompañado por su hermana Karina, subió la alfombra roja desplegada en la rampa para los mandatarios y llegó hasta donde estaban Lula y su esposa, Rosángela Da Silva, para cumplir con el protocolo. Lula jamás modificó su gesto adusto a la hora de estrechar la mano tanto de Milei como a Karina. No hubo sonrisa, ni abrazo ni charla de ocasión como ocurrió con la mayoría de los jefes de estados a los que Lula saludó. Milei esbozó una sonrisa que no fue correspondida, zozobró para ubicarse en la foto, posó con una carpeta entre las manos (fue el único presidente en llegar con una carpeta) y fue invitado a irse sin más hacia el ingreso del edificio donde tiene lugar la cumbre.

Durante el comienzo de la reunión, Lula desplegó los ejes del acuerdo que se firmará y al que la Argentina acató después de largas negociaciones. Se trata de un conjunto de temas detrás de los cuales avanzan todos los países en desarrollo y que con argumentos poco claros el gobierno argentino intentó darle la espalda. "Hoy el mundo está peor. Tenemos el mayor número de conflictos armados desde la II Guerra Mundial y la mayor cantidad de desplazamientos forzados jamás registrada. Los fenómenos climáticos extremos muestran sus efectos devastadores en todos los cantos del planeta", dijo Lula en su discurso inaugural.

Cuando llegó su turno, Milei desgranó su típica diatriba contra el intervencionismo del Estado pero su adbicación ya había sido anunciada con anterioridad y le quitó peso a sus afirmaciones. Ante los mandatarios dirá Milei que "lo único que funciona para sacar a miles de millones de la pobreza es el capitalismo de libre empresa". Luego agregó que "desregular la actividad económica para liberar el mercado y facilitar el comercio" permitirá que llegue la prosperidad. También lanzó sus típicos datos de difícil comprobación como que "el capitalismo de libre mercado ya sacó de la pobreza extrema al 90 por de la población global". Es probable que ese porcentaje no incluyera al 54 por ciento de argentinos por debajo de la línea de pobreza.

La prédica de Milei fue seguida sin entusiasmo por los mandatarios presentes. A su turno, el chileno Gabriel Boric expresó el rechazo a los dichos del argentino al defender la acción del Estado y destacar que el neoliberalismo en Chile solo había producido más pobreza. Milei no pudo responder porque el G20 no prevé el debate entre los oradores.

La cumbre culminará con el apoyo consensuado a la propuesta que elaboró Lula que se anota una nueva victoria diplomática, que incluyó las recomendaciones de las organizaciones civiles y sociales que realizaron, junto al gobierno de Brasil, la Cumbre del G20 Social.