El psicoanalista Eduardo Urbaj caracteriza como ataque de pánico cuando se dan fenoménicamente todas los mismas reacciones corporales y psicofisiológicas que se viven durante una situación real de pánico, pero sin ninguna causa real que lo amerite. Cuando una persona se encuentra frente a una situación de peligro o terror, se despierta el pánico que tiene signos como taquicardia, la sangre va hacia los músculos para prepararse para una situación de lucha o de huida, le falta el aire, entre otros signos. "Se produce toda esta serie de efectos en el cuerpo, producto de la situación de pánico. El tema es cuando todo eso aparece en medio de la noche, frente a una situación trivial, metiéndose al entrar al subte. A cada uno le puede dar en cualquier situación totalmente falta de la situación real que justificaría semejante reacción", señala Urbaj, autor de Saber-Hacer-Frente a los ataques de pánico (Editorial Cascada de Letras), un libro fundamental para entender sobre el tema, en el que realiza un abordaje clínico desde el psicoanálisis. En su libro, Urbaj establece también distinciones diagnósticas entre pánico, ataque de pánico y trastorno del pánico, introduce las particularidades del fenómeno y explica cómo intervenir en la urgencia, entre otros temas.
"El ataque de pánico está caracterizado por la irrupción de al menos cuatro de sus síntomas clásicos: a algunos le puede dar en la vía intestinal una diarrea que se desencadena sin haber comido nada que lo justifique, en 10 o 15 minutos, palpitaciones, falta del aire, la sensación de no poder tragar, transpiración, y sobre todo la sensación de despersonalización; es decir, no reconocerse, se pierden los parámetros simbólicos. Ver a una persona con un ataque de pánico es muy impresionante porque se desfigura completamente, pierde completamente su relación con el cuerpo, suelen ponerse completamente pálidos, cadavéricos. El ataque pánico suele durar no más de 10 o 15 minutos, pero después deja el sujeto en un estado devastador, como si le hubiera pasado un camión por encima", explica Urbaj.
-¿Por qué se puede confundir clínicamente el ataque de pánico con algo orgánico antes que determinar que es psíquico?
-Es muy importante eso porque todos los síntomas físicos que tienen que ver, por ejemplo, con las palpitaciones, la taquicardia pueden tener una causa orgánica. Por eso antes de diagnosticar un ataque de pánico por un síntoma así siempre es recomendable hacerse un chequeo, pero en general lo que a uno le da la pista es que aparecen distintos síntomas, que sería una coincidencia muy extraña que tengas problemas en el corazón, en los pulmones, que tengas problemas de sudoración e intestinales: todo al mismo tiempo te hace sospechar de que hay un trastorno de ansiedad. El pánico es un ataque agudo de ansiedad.
-Pero no es un ataque de angustia, no es lo mismo.
-Exactamente. Justamente, las personas más propensas, con más posibilidades de sufrir ataques de pánico son aquellas que no se angustian. La angustia es un recurso del aparato psíquico que permite que el sujeto le ponga un freno al avance de todo aquello que puede estar generándole un malestar. Cuando no hay registro del malestar, la persona no se angustia y, entonces, dicho en criollo, se empieza a tragar todos los sapos: se sobreadapta, aguanta cualquier cosa, se exige cada vez más, se somete. Si tu aparato psíquico está más o menos bien funcionando va a hacer que te angusties. Y la angustia es un freno, es un decir "no". La angustia te frena y te obliga a un acto resolutivo. Si no tenés registro y te bancas cualquier cosa; es decir, si no hay registro del dolor, no hay registro del sometimiento, entonces no te angustias y te empezás a sobrecargar. El pánico es un cuerpo que no da más, está colapsado.
-Usted dice en el libro que al no poder dirigirse la descarga hacia el exterior, se produce una suerte de implosión hacia el interior del cuerpo...
-Claro. La angustia te lleva al llanto, a la catarsis, a gritar, enojarte. Son todas manifestaciones en donde uno descarga. Al no haber descarga, toda esa carga implosiona hacia el interior del cuerpo. Por eso, cuando alguien tiene ya la intuición, se empieza a anticipar de que le está por dar un ataque de ansiedad o de pánico, yo recomiendo hacer todo lo contrario de lo que por sentido común uno no hace. Se quedan quietos. Empezás a sentir palpitaciones, te empieza a dar miedo, te metes en la cama. No, todo lo contrario: hay que descargar, hay que salir a correr, hay que ponerse a bailar, a hacer una actividad que implique descarga, salir a caminar, no quedarse quieto.
-O sea que el ataque de pánico implica que el sujeto carece del recurso de la angustia como señal de alarma.
-Sí, exactamente. Hay una salvedad que hacer con esto: a veces, el sujeto puede tener el recurso de la angustia, estar angustiado, pero la carga que lo aflige es tan grande que aún así puede tener un ataque de pánico o un ataque de ansiedad. Porque si no parece que es una ecuación matemática y no. En este terreno, las cosas nunca son blanco o negro. Pero si una persona no se angustia porque "los hombres no lloran", "hay que ser fuerte", "hay que bancarse todas", eso es una condición predisponente. No es absoluto, no es que si te angustias no vas a tener un ataque de pánico, pero si no contás con el recurso de la angustia, estás mucho más predispuesto o también a hacer una enfermedad psicosomática, no solamente ataque de pánico. Puede ir hacia el interior del cuerpo de distintos modos. Que vaya como ataque de pánico es, dentro de todo, una solución benévola porque no deja lesiones físicas, como la psicosomática. Peor es si te agarra una úlcera, un ataque asmático. Eso ya son lesiones, o un daño en el corazón también. Sabemos que la mayoría de los problemas cardíacos vienen de hacerse tanta mala sangre.
-¿Una vivencia traumática puede despertar años después un ataque de pánico?
-En sí misma, no. Hay que diferenciarlo de lo que es el estrés postraumático, que es el que se sufre a partir de una vivencia traumática. La persona predispuesta a los ataques de pánico es porque ha sufrido no un trauma, sino en general situaciones traumáticas durante un tiempo prolongado y continuo, sobre todo en los tiempos constitutivos, o sea en la infancia. Eso sí es un terreno que queda ya sembrado porque alguien que sufrió durante mucho tiempo una situación muy desfavorable, traumática, se acostumbró. Si sobrevivió, se convirtió en un sobreviviente, en un náufrago que se aferra a la vida como sea y deja de llorar porque "llorar no sirve para nada". Por ahí, esa situación después pasó y retomaste tu vida normalmente, pero esa marca que queda en el cuerpo queda como un terreno fértil para que después al adulto, cuando le toquen vivir situaciones en las que vuelva a estar presionado, vuelva a reaccionar con la misma característica de sobreadaptarse. Cuando uno empieza a poder entrar en la historia de esos sujetos ve que han sido sujetos muy sobreadaptados, muy acostumbrados a bancárselas todas. Y eso en algún momento puede caer después frente a un factor nimio, trivial como desencadenante.
-¿Cómo se trabaja terapéuticamente el temor de que el ataque de pánico se repita?
-El temor a que el ataque de pánico se repita es lo que genera muchas veces la ansiedad y la anticipación de que se va a repetir. Por eso yo diferencio el ataque de pánico de los trastornos del pánico. Los trastornos del pánico son los que sufre una persona después de años de sufrir ataques de pánico. Es como cualquier enfermedad: cuando se la agarra prematuramente, en las primeras manifestaciones, es mucho más fácil, si se la trata bien, que desaparezca y desaparezca para siempre. ¿Cuál es el tratamiento para evitar que el ataque se repita? Que el sujeto sepa, entienda las causas por las cuales los ataques suceden. Es restablecer la relación causa-efecto. Cuando alguien logra entender por qué llegó a tener ataque de pánico y modifica; es decir, hace desaparecer esas causas, a la vez que trabaja para drenar toda la carga que pueda haberle quedado de antes, pero sobre todo evitar que eso se siga repitiendo, ese es el tratamiento. El tratamiento adecuado es todo aquel que permita ir a las causas, que son inconscientes o no tanto, pero para el sujeto son inconscientes. Las personas que no han tenido la oportunidad de poder reconocer cuáles son las causas que las llevaron a tener ataques de pánico generalmente desarrollan mecanismos espontáneos de prevención.
-¿Como cuáles?
El más típico es la fobia. La fobia es focalizar en un objeto aquello que me desencadenaría el miedo, el terror. Mientras me mantengo alejado de ese objeto, entonces mantengo a raya el ataque, por ejemplo, la claustrofobia: lo que me da terror es el encierro; entonces, evito toda situación de encierro, no me voy a subir a un subte, no me voy a subir un ascensor o pongo la fobia en no estar solo. Tengo pacientes que nunca están solos. Para ir a la esquina necesitan que alguien los acompañe. Mientras alguien los acompañe, que los lleve de la mano, digamos metafóricamente, están tranquilos que el ataque no les va a dar. Estos son los trastornos del pánico. Lo que pasa es que es un trastorno terrible porque te lleva a que tu vida esté cada vez más y más y más limitada. Y, además, el mismo mecanismo te lleva cada vez más a achicar más y más y más los lugares, las posibilidades de tu vida porque de esa manera evitas todo lo que te pueda generar ataque de pánico. Si me pasó que una vez fui a una fiesta y ya se me despierta ansiedad, no voy más a una fiesta. O como el ejemplo que yo doy en el libro de ese muchacho que los ataques de pánico le daban por la vía intestinal, se le producían diarreas repentinas. Entonces, como tenía que andar en auto, por su tipo de trabajo, armaba siempre recorridos para asegurarse que tendría siempre un baño de una estación de servicio cerca por si sentía la necesidad. Entonces, para hacer 100 km, hacia 400. Y llegaba agotado. Este tipo de situaciones son los trastornos del pánico.
-¿En el consultorio el sujeto puede llegar a comprender que el factor desencadenante no es la causa determinante de la enfermedad?
-Absolutamente. Tal cual. El factor desencadenante puede ser cualquiera. Es como la gota que rebalsa un vaso que ya está lleno, ya está a punto de derramarse. Lo que pasa es que el sujeto no se da cuenta de que está al borde del colapso. La mayoría de los pacientes que tienen su primer ataque de pánico creen que en sus vidas no hay ningún problema, que está todo bien porque justamente han perdido esa capacidad de registro de todo aquello que les hace mal.
-¿Y cómo puede elaborar el sujeto que no hay una situación real de peligro cuando se produce el ataque de pánico?
-Las personas se dan cuenta de que no hay una situación real de peligro, pero los invade de tal modo el malestar físico que entran en estado de terror y lo primero que piensan, a lo que se aferran es al discurso médico: "debo tener un ataque cardíaco", "me estará dando un ACV". Después de cierto tiempo de tratamiento se dan cuenta de que les está por dar un ataque de pánico y que no hay ninguna razón. Y, entonces, apelan a los métodos -que no está mal- de respirar, de relajarse... Cada uno encuentra otras maneras, como hablar. Es muy importante restablecer el diálogo, tener a alguien con quien hablar, alguien con quien mantener un vínculo para sentir que no se están volviendo locos.
-¿Cuáles son los errores más comunes de los analistas en torno al tratamiento de los ataques de pánico?
-Un error clásico era el de interpretarlos como un síntoma neurótico; es decir, como un síntoma histérico. Confundirlos con cuadros de conversión, con que habría allí algún significante que uno podría interpretar. En el ataque de pánico es muy clásico que sientas que te falta el aire y, entonces, yo te interpreto: "Bueno, a ver, el aire, ¿en qué estarás ahogado en tu vida?". Pero los síntomas del ataque pánico son algo real que se da en el cuerpo, no son una conversión o una transformación por la vía de lo metafórico, como sí son los síntomas neuróticos, que son interpretables. El error más común es el de interpretar los síntomas de ataque de pánico como síntomas neuróticos propios de la defensa neurótica.
-Si bien el psicoanálisis trabaja caso por caso, con la singularidad, ¿las crisis políticas, sociales, económicas pueden influir en un crecimiento de los ataques de pánico de la población?
-Yo creo que sí, que pueden influir. Lo que influye notablemente a nivel sociocultural es lo que podríamos llamar la caída de la figura del padre en estos últimos años, en estas últimas décadas, diría, la falta de un referente firme que nos permita tener una ilusión, al menos, de que habría en quién apoyarse. Las grandes crisis que hemos tenido cíclicamente en nuestro país desencadenaron problemas psíquicos sistémicos. Sin ir más lejos, la última, las cuarentenas que hemos sufrido después de la pandemia han dejado secuelas que recién hoy estamos empezando a evaluar la dimensión que tienen. Sobre todo en ciertos sectores de la población: lo que impactó en los niños, en los adolescentes, en las personas mayores. Pero, en general, ha habido un crecimiento enorme de la demanda de consultas. Y entre ellas también, de ataques pánico. Es interesante porque en la primera época, en los primeros meses de la cuarentena disminuyeron los ataques de pánico porque la gente se sentía segura al quedarse guardadita en su casa. Después, empezó a sentir el peso enorme del encierro, pero fue interesante que las primeras semanas paradójicamente no se veían tantos ataques de ansiedad y de pánico como es habitual en las guardias.
-¿Hay más ataques de pánico ahora o lo que sucede es que ahora hay más información al respecto?
-Yo diría que las dos cosas. Hay situaciones objetivas que llevan a que mucha más gente tenga que acostumbrarse a soportar y demás, pero yo me inclinaría más por la segunda. Hoy día, el rótulo de ataque de pánico es algo que ya está inserto en la cultura. Entonces, habían quienes antes quizás sufrían ataques de pánico, pero se lo llamaba de otra manera o no lo sabían, o lo daban como problemas orgánicos. La novedad de nombrar a esto como ataque de pánico es reconocerlo como un problema psicológico. Esto es lo que tanto se resiste porque ahí se da una gran paradoja: el sujeto con ataque de pánico es el que más se resiste a reconocer que eso que le pasa tenga causas psicológicas, causas psíquicas. Es más, muchas veces se da esta cosa rarísima que prefieren quedarse tranquilos con un diagnóstico de que tienen una enfermedad orgánica a que le digan que tiene un ataque de pánico porque, ¿entonces qué? ¿están locos?, ¿cómo les va a pasar eso sin ninguna causa real? ¿por qué tienen esas palpitaciones y no tienen un problema cardíaco?, ¿cómo puede ser? ¿Pero ¿por qué? Porque esto les implica reconocer que deben de hacer un cambio en su forma de vida. Eso es lo más difícil. El tratamiento de los ataques de pánico implica asumir que hay que hacer cambios en la forma de vida. Y esto es algo a lo que naturalmente todo sujeto se resiste a priori. Después lo hace porque no le queda otra, porque es eso o la repetición. ¿Cómo se evita que los ataques se sigan repitiendo y cómo llega una persona a quedarse segura de que no se van a repetir? Y... porque cambió en su forma de vida aquello que lo estaba este sobrecargando tanto, el modo en el que se vinculaba con sus familiares, amigos, pareja, los trabajos en los que estaba.