Hablar de Adelaida Mangani es hablar de teatro de títeres. Docente, actriz, titiritera, música y directora del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, su nombre es una referencia ineludible de las artes escénicas y ahora parte de su recorrido podrá verse sobre tablas en Bimba. Biografía escénica sobre Adelaida Mangani. Con dramaturgia y dirección de Mariana Díaz, y la dirección musical de Pablo Viotti, el espectáculo podrá verse los jueves y viernes a las 19.30, en la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530).
¿Qué poder secreto encierran los objetos? ¿Qué ocurre cuando la vida sucede en el cruce de la ficción escénica y la vida cotidiana? ¿De dónde emerge la fuerza inagotable que sostiene e impulsa a crear? Muchos de esos interrogantes se conjugan en esta puesta interpretada por la propia Mangani y que cuenta con la participación de Jano Squeri y los titiriteros Victoriano Alonso, Lorena Azconovieta, Andrea Baamonde, Ariadna Bufano, Yanina Campanini, Laura Cardozo, Mariano Del Pozzo, Pablo Del Valle, Bruno Gianatelli, Julia Ibarra, Fernando Morando, Estanislao Ortiz, Olavia Paz Campos, Esteban Quintana y Florencia Sva.
El proyecto comenzó hace cuatro años, y reunió a Mangani con Mariana Díaz, asistente de dirección, coordinadora de escenario y diseñadora de títeres que integra el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín desde 2017. El notable elenco, único en Latinoamérica, se formó en 1977 y fue impulsado por el recordado maestro de titiriteros Ariel Bufano. Tras su muerte en 1992, Mangani se ocupó de la dirección y estuvo a cargo de diversos títulos como La bella y la bestia, El gran circo, El maravilloso viaje de Maese Trujamán y su extraordinaria compañía, La sombra de Federico, El rayo verde y La isla desierta.
- ¿Cómo surgió la idea de llevar a escena tu historia?
- La idea de este espectáculo fue de Mariana Díaz. En principio, ella tenía la idea de hacer un documental sobre mi vida, y ese material, que son muchas horas de grabación, fue evolucionando hacia un biodrama. Cuando lo tuvo escrito, lo revisamos y después llevé la propuesta al Complejo Teatral para que formara parte de uno de los espectáculos del Grupo de Titiriteros. Fue un proceso muy placentero, de mucho compromiso, y muy conmovedor desde mi punto de vista, porque estoy contando escenas de mi vida. Eso es movilizante y también divertido.
- ¿Cómo comenzó tu actividad como titiritera?
- Hace muchísimos años. Yo tengo formación actoral, y venía trabajando como actriz hasta que, con Ariel Bufano, que era mi pareja y era titiritero, empezamos a asociar nuestras experiencias y ahí empecé a formarme como titiritera. Eso sucedió en el año 69, y luego todo eso se fue concretando en espectáculos que montamos juntos antes de entrar en el Teatro San Martín. Y cuando arrancamos a trabajar ahí, en 1977, ya se encaminó mi profesión y empecé a profundizar en el arte de los títeres y a constituirme con una metodología de trabajo donde pude conjugar mi formación como actriz y música, y como especialista en técnicas corporales y titiritera.
- ¿Qué evaluación hacés de la actividad hoy?
- El género se ha desarrollado enormemente, al menos en la Ciudad de Buenos Aires. Se han creado muchas compañías gracias a la formación sistemática que brinda la Escuela de Titiriteros desde hace 37 años, y eso a su vez ha dado lugar a la creación de otras instituciones que también tienen la carrera de teatro de objetos. Todo eso produjo un crecimiento muy importante de los intérpretes y de las ideas de puesta. Por otra parte, es interesante advertir que, en el teatro de actores, los directores convocan muy a menudo a especialistas en teatro de títeres y objetos por la libertad y la infinitud de posibilidades que esos géneros ofrecen.
- ¿Qué es lo fascinante de los títeres?
- Cuando se logra comprender la esencia del arte del teatro de objetos, que consiste en expresarse a través del objeto y en transferirle una fuerza vital, una se da cuenta de que lo fascinante, y lo que hace que como intérprete no quieras irte nunca de esta actividad, es que el títere te da una libertad infinita porque uno no está limitado a su corporalidad, como sí está limitado el actor que puede componer infinitos personajes, pero que siempre lo hará con su cuerpo. El objeto, en cambio, permite que podamos ser una infinidad de cuerpos que se expresan, y eso es maravilloso.