En una Provincia gobernada por autoridades que suelen con frecuencia solazarse por el supuesto “equilibrio fiscal”, que gustan hablar del boom minero y el crecimiento de todos los indicadores económicos provinciales y que recientemente ha organizado una importantísima Feria de Arte (FAS) –que en mi modesta opinión es, en lo económico y artístico, de la más importante en el país, bastando compararla con la prestigiosa ARTE BA-, comparto el repudio de los artistas y de la Asociación Civil CASa (Comunidad de Artistas de Salta) por los montos de los premios establecidos para la próxima edición del Salón Provincial de Artes Visuales de Salta.

Como dicen los artistas, montos de premios que no llegan a cubrir los costosos marcos, o los vidrios especiales con que se protegen gran parte de las obras, o los materiales de las esculturas, o en fin, los costos en general de todo tipo de materiales, sin contar la inversión de tiempo, estudio, reflexión y creatividad que conlleva crear la obra artística, pues no puede considerarse otra cosa que más que un grave e injusto menosprecio al trabajo del artista, una minusvaloración inaudita, un desdén inadmisible para un área de gobierno como la Cultura –de las más importantes, tan importante como las Finanzas, la Educación o la asistencia social- pues tiene que ver con la puesta en valor de la producción cultural. Todo, en una Provincia que gusta también llamarse ”tierra de artistas”. Ya no solo de poetas y cantores.

Los artistas –lo sé pues me relaciono, afortunadamente, con ellos intensamente hace más de 30 años- trabajan incansablemente, en la soledad de sus talleres, en comunidad organizada, con apremios indecibles, para fortalecer el reconocimiento simbólico y económico de las obras de arte producidas con su trabajo, obras de arte que no se quedan en la Provincia sino también viajan por el mundo y han representado y representan una elevada consideración de la cultura de la Provincia en la escena mundial. Cine, performances, videos, objetos, pinturas, fotografía, muestran también lo que aquí se piensa y hace.

Gozamos y amamos del arte salteño, como el de cualquier lugar, pero tiene el sabor de nuestras preocupaciones, nuestros anhelos y nuestros sueños. Tiene la herida de nuestra identidad, y ahora también, la marca del menosprecio de la política cultural.

El bajo nivel de estos premios no sólo que no son acordes al esfuerzo, tiempo, dedicación y costos que nuestros artistas invierten y son paupérrimos y desfasados en relación a otros salones de la región, como el de Tucumán o Jujuy, donde los premios son significativamente más altos y justos. La política cultural atrasa, se queda o retrocede, inexplicablemente. Le da lo mismo gastar cifras ingentes en espectáculos repetitivos y redundantes, que apoyar con un premio ridículamente bajo las artes audiovisuales salteñas.

No puedo dejar de señalar que los premios, en tanto “gastos” y no inversión -que es lo que son- del Estado en cultura, para nuestras autoridades tienen un dispar tratamiento en relación a otros menos valorables y legítimos del Estado provincial, innecesarios o superfluos como publicidad oficial de las actividades de sus autoridades, viajes y viáticos de funcionarios, canillas y pozos mal hechos que se inauguran una y otra vez etcétera, que vemos crecer y actualizarse cotidianamente al compás de la inflación.

Los presupuestos se arman en función de mezquinos intereses –como los premios de este año- y no se extreman los recursos para una política cultural acorde, para lograr progresivamente, por todos los medios apropiados, la plena efectividad de los derechos reconocidos en la Constitución de la Provincia en su artículo 52, así como el resto de los derechos previstos en la Constitución de la Nación y los Tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos (Económicos, ociales y Culturales PIDESC).

No es por la senda de menospreciar a los artistas que Salta será grande en lo cultural, será cada vez más pequeña y nimia, por más Provincia en supuesto crecimiento, que nos pretendan vender.