La tasa de interés la controla el Banco Central. La cantidad de dinero que circula en la economía la decide el mercado. Estas fueron las dos premisas de la autoridad monetaria cuando a principio de 2016 comenzó a afirmar que el dinero era endógeno y que un programa de Metas de Inflación podía ser efectivo controlando la tasa de interés a través de operaciones de mercado abierto con la compraventa de Lebac. Pasaron dos años desde el discurso inaugural de gestión y los datos duros permiten hablar de un error de diagnóstico. La inflación del año pasado fue la más elevada en dos décadas y media y este año el objetivo de precios estuvo muy lejos de la inflación real (el desvío será de casi seis puntos porcentuales).

Las críticas contra la estrategia monetaria del Central para bajar los precios llegan por distintos frentes. Entre los economistas no convencionales se repitió una y otra vez que el problema fue no contemplar los elementos estructurales de la economía (presiones de costos). Pero el argumento que seguramente más molesta al titular del Central, Federico Sturzenegger, lo proporcionó el propio establishment. El economista de la Ucema Carlos Rodríguez publicó en el sitio web de esa universidad una fuerte crítica desde la ortodoxia académica.

El texto se titula “Reflexiones sobre la Política Monetaria”. Lo interesante es que asegura que la tasa de interés no la fija el Central (punto que no figura en la crítica de muchos heterodoxos). Puesto de otra forma: la autoridad monetaria sólo decide la cantidad de dinero que da vueltas en el mercado y con emisión de la base monetaria a ritmos del 25 por ciento la inflación no puede estar muy por debajo de esas cifras.

“La tasa de interés es endógena, por más que los banqueros centrales crean que la controlan. Deben renovar periódicamente su deuda y se enfrentan a una curva de oferta de fondos. Esa curva, en Argentina, (no es una curva) sino un punto: ¡le ofrecen renovar casi exactamente lo que hay a una única tasa! Y el Central debe validar esa tasa y tomar lo que le ofrecen, que últimamente es menos de lo que vence. Para el resto tiene que emitir pesos o más Lebac en el mercado secundario, al precio que determina el mercado”, dijo el ex rector de la Ucema. Agregó que “con el cuento de la regla de Taylor, el Central se endeudó hasta la coronilla en Lebac para subir el interés, creyendo que así bajaba la inflación. La inflación no bajó y ahora el BCRA está cautivo del mercado y tiene que pagar la tasa que le piden, sin chistar, como cualquier quebrado. Y la cantidad de dinero sigue creciendo por el déficit fiscal y ahora el cuasifiscal”, planteó.

La idea de una tasa de interés que no se controla a través del Banco Central deja sin efecto la regla de Taylor, que utiliza la Argentina pero también otros países que llevan adelante programas de metas de inflación. Se trata de una función en la que la autoridad monetaria reacciona con un aumento o una disminución de la tasa de interés nominal en función de lo que va ocurriendo en el día a día con la inflación real respecto de meta deseada y con el nivel de actividad económica. La gracia de esta función es que si la inflación sube, y se aleja del objetivo de precios, la tasa debe subir aún más para poner bajo control el proceso inflacionario.

Esto es lo que hizo el Central a principio de este mes, cuando decidió incrementar en dos puntos la tasa de pases y de Lebac argumentando que se apunta a cumplir la meta de precios de 2018. La pregunta es si efectivamente el Central decidió la suba o tuvo que responder (endógenamente) al pedido del mercado. La otra pregunta clave es que pasa si en algún momento busca cambiar de rumbo y en lugar de subir baja la tasa. “Cuando Cavallo en 1982 desarmó la cuenta de regulación monetaria –similar a las Lebac– bajó de golpe la tasa de remuneración sobre los pasivos del Central y la inflación salto a dos dígitos mensuales”, alertó Rodrígue.