La política de desendeudamiento del gobierno anterior es cosa del pasado. 

Los pasivos en moneda extranjera con acreedores privados apenas representaban, al inicio del mandato presidencial de Mauricio Macri, el 13,1 por ciento del PIB. Ese reducido porcentaje incluía los bonos entregados a Repsol por la expropiación del 51 por ciento del capital accionario de YPF (6150 millones de dólares) y el arreglo con el Club de París (9690 millones de dólares). Esa fabulosa “herencia” fue reconocida por el secretario de Finanzas (luego ascendido a ministro) ante el pleno de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. En esa ocasión, Luis Caputo sostuvo que el “espacio que queda para seguir tomando deuda es enorme”.  

La deuda externa pública aumentó, en términos netos, 41.051 millones de dólares en 2016. El ritmo de endeudamiento anual fue muy superior al pico registrado en 1982 (21,4 mil millones de dólares constantes de 2016) y 2003 (19,2 mil millones de dólares), según lo apuntado por Eduardo Basualdo y Pablo Manzanelli en Endeudar y fugar. De Martínez de Hoz a Macri. En términos del PIB, el endeudamiento externo creció al 23,4 por ciento (diez puntos porcentuales) en 2016. Ese año, la Argentina colocó nada menos que el 60 por ciento de las emisiones internacionales del conjunto de países emergentes.

El último informe del Observatorio de Deuda de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) precisa que la emisión de nueva deuda en 2017 de todos los sectores (gobierno nacional, provincias, municipios y empresas privadas) sumó 35.000 millones de dólares. La deuda total emitida en los primeros veinte meses de gobierno macrista supera los 100.000 millones de dólares.

Esa peligrosa dinámica multiplicó los signos de preocupación incluso en aquellos economistas que apoyan el rumbo oficial. En las recientes Jornadas Monetarias y Bancarias organizadas por el BCRA, la economista Carmen Reinhart advirtió que “los ingresos (masivos) de capitales siempre terminan mal. Un recordatorio de lo que ustedes ya saben y deberían recordar siempre”.

Para la ortodoxia, la “solución” a este problema es la poda del gasto público. Por ejemplo, el último informe de la consultora Economía & Regiones sostiene que “hace falta una reforma fiscal de fondo que achique el Estado, baje el gasto, y reduzca el déficit no sólo para tener chances de que potenciar la inversión, la creación de empleo y el crecimiento económico, sino para tener la posibilidad de minimizar los efectos negativos de un (potencial) endurecimiento de las condiciones financieras externas”. 

Lo cierto es que la apelación al endeudamiento ha sido una constante en el universo macrista. La CABA cuadruplicó su deuda externa bajo la gestión del líder del PRO: de 559 a 2138 millones de dólares de 2007 a 2014. Idéntica tendencia se verifica en la provincia de Buenos Aires gobernada por Maria Eugenia Vidal. “La deuda en dólares de la provincia es 5000 millones de dólares superior a la del 2015. La tasa de crecimiento acumulada en el bienio es del 56,1 por ciento”, señala un informe elaborado por el Módulo Políticas Económicas de la Universidad Nacional de Avellaneda.

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@diegorubinzal