A Sonia Tessa
"Un muchacho de quebrantado pecho/ Se va muriendo el canto en la noche…" G. Trakl
El zurdo estaba sentado en uno de los escalones de la virgen, cuando como solía ser nuestra costumbre, llegué y me senté a su lado. Nos deleitábamos mirando el vuelo de los gorriones mientras retomábamos algunas aventuras del Quijote, libro que yo le había recomendado. Fue en una de esas tardecitas de un celeste leve de otoño, que en vez de hablar de la novela o de algún resto inadvertido en la lectura, que el Zurdo me comentó su secreto. Me daba un poco de vergüenza, dijo pero ahora que he podido sobreponerme a mis circunstancias puedo decírtelo. Tal vez te parezca absurdo incluso a mí me lo parecía, pero… parece una locura. Me acostumbré tanto a mi sobrenombre, que nunca te dije que yo tengo tu nombre.
En realidad me llamo Enrico como vos. Me largué a reír. El zurdo, o ahora Enrico tenía poca paciencia y no mucho sentido del humor. Le dije: lo mismo no suele ser lo igual. No sé cómo lo entendió. Sí, me respondió. Y qué me decís, si te digo que también estuve enamorado de Maria Rita. Me detuve con cierta confusa perplejidad. Pensé si no me estaba cargando. El Zurdo o el ahora Enrico, uno o dos, quién sabe, solía ser muy irónico.
Sabía que yo había estado enamorado de María Rita, que vivía en el límite de la sexta sobre la bajada de Pellegrini hacia la costa, pero que siempre fui ignorado. Enrico dijo que él había pensado que tenía mayor posibilidad que yo, dado que él también vivía en la sexta pero en la zona más indigente en cambio yo vivía en el costado opuesto de Pellegrini, es decir en la división territorial entre la sexta y la primera. Volví a reírme pero esta vez con cierta sorpresa y disgusto, digamos una risa idiota. No recordaba haber comentado mi amor por Maria Rita, pero era posible que lo hubiese comentado con el Zurdo, mejor dicho con Enrico uno o dos, quien me contó que entabló una relación con Maria Rita porque solía ir a la panadería de los Domínguez por Chacabuco donde doña Dominga me daba los restos del pan anterior y algunas galletas.
Maria Rita conversó conmigo porque que se habían encontrado unas veces más. Lo miré con bronca y tal vez con desconfianza, porque me dijo: ¿Qué… no me creés porque soy un negro de la sexta?
Yo también soy de la sexta, dije. Sí, pero el blanquito a quien le dicen el Colo, retrucó y ahora de la primera. Cambiaste de bando.
Enseguida me di cuenta que me había puesto a prueba, delatando en mí un cierto sentimiento, una especie de diferencia que se establece para incitarnos a creer que somos mejores que los otros, sobrepasando por un poder imaginario y absurdo los mejores sentimientos al que uno puede aspirar.
Tan luego yo, el anarquista que creía estar advertido del que el mayor enemigo de uno está en uno mismo. Lo abracé con la emoción extrema con la cual el zurdo comprendió que había aprendido su lección. Yo también, le dije, paso por ser un extranjero donde estoy y, para poder dormirme, me narro todas las noches un relato absurdo, imposible, con que cubrir este mundo incomprensible. A veces me recito una poesía : Yo soy de tal condición que me habrás de maldecir. Porque tendrás que vivir en eterna humillación…
Bueno, agregó, lo mismo que no es lo igual, porque nada de lo de Maria Rita es cierto, vos me lo confidenciaste hace mucho y yo para paliar el hambre de la noche sin cena, me imaginaba en tu lugar y me hacia la croqueta para poder dormirme. Cuando no era suficiente, salía al patio por la madrugada hasta que mi vieja volviera. La tarde en que me leíste un trozo del Quijote, mi humor era el de un perro rabioso y lo que menos pensaba, era en ponerme a leer, además, por la mañana tenía que llevar los cartones para el reciclaje porque con eso me ganaba unos pesos y atenuaba la carga de mi vieja, que la yugaba hasta tarde, hasta el día en que no volvió más…
Compré unos fideos para cocinarle a mis hermanos y una vela para poder leer hasta dormirme, pero tuve miedo de quedarme dormido y que el rancho se incendiase… Salí a la parte trasera, la que da hacia el rio… Lo recuerdo como si fuera ahora; la noche era una brillante concavidad por la enorme luna que expandía su luz al multiplicarse en las distintas versiones de la corriente y no sé por qué.
Me sentí infinitamente pequeño y pensé que tal vez podría sortear lo que la vida parecía disponer para mí en esas condiciones. Así fue que decidí que podía estudiar. Me faltaba una materia, geografía, en la escuelita de Ayolas y Seguí y en julio la rendí y ¡atajate esta!, me inscribí en Filosofía, como vos. Yo no quería dejar de ser el negrito de la sexta y la verdad es que mis compañeros de curso, salvo una o dos excepciones, siempre me lo recuerdan cada vez que pueden. Pero…esto te lo debo, sentí que los libros dan fe de una ley que domina en todo el mundo: el deseo de poder.
Dado el orden insostenible de un mundo afirmado en la diferencia social que es una cuestión de dinero y no de principios, hay quienes se sublevan y otros que prefieren ser perros serviles. Vos me conocés, soy de los que se sublevan. Me daba bronca que Maria Rita ni siquiera me mirase como si yo no existiera y hasta la muerte te favorecía…La verdad es que fue maldad de mi parte y ante todo quería pedirte perdón amigo hermano.
Dejate de joder Zurdo, le contesté, yo también suelo ser invisible. Mi madre siempre creyó que yo iba a terminar mal y decidió irse antes para no ver mi fin…y sin embargo, aquí estoy como la estaca pampa bien hundida en la pampa. Mi padre se desvivía por contrariar esa idea, pero sin saber que hacer. Pensara lo que pensara siempre es diferente de lo que uno piensa y uno siempre está lejos de lo que piensan lo demás, si uno piensa por sí mismo. Mejor hablemos del Quijote o de Fierro que ellos saben de nosotros más que nosotros mismos
Tenés razón dijo el Zurdo o Enrico, cuando estoy con vos me siento como el caballero de los espejos. ¡Lo leíste! dije con tono de admiración que volvía sin advertirlo a nuestras diferencias… Amagó a golpearme pero con una sonrisa que amedrentaba cualquier diferencia.
Yo juego mejor que vos al fútbol, pero que importa, si vos sabés mucho más. Por qué te creés que me anoté en filosofía. Nos largamos a reír. Creo que sin decirlo los dos caminábamos con Platón y con Spinoza bajo la luz delas estrellas. Los dos cruzamos la avenida del puerto hacia el sur por nuestro barrio de la sexta.
Charlábamos de todo con alegría inusual que se extendió hacia el infinito cuando de uno de los ranchos vecinos surgió la voz de Ángel Vargas cantando: Yo soy del barrio de tres esquina, viejo baluarte del arrabal, donde florecen como glicinas, las lindas pibas de delantal, donde la noche tibia y serena, su antiguo aroma vuelca al malvón y bajo el cielo de luna llena duermen las chatas del corralón.
Regresamos a nuestro origen, dijo el Zurdo o Enrico, en cualquier otro lado no saben quiénes de verdad somos.