La transmisión de conocimientos, costumbres y particularmente la cultura y la historia de los pueblos era dificultos y laboriosa hasta la invención de la escritura. Quiebre relevante, auténtico parteaguas, fue la invención de la escritura.

Previo a ello para transmitir información eran clave las técnicas orales y de memorización. En la Grecia Antigua, primer milenio antes de Cristo, sin escritura existían los llamados rapsodas, hombres que utilizando esas técnicas, recorrían ciudades y parajes recitando sucesos del pasado, tanto de su país como de lo que conocían por fuera de su comunidad. Poseedores de una memoria envidiable, lograban sumando dotes actorales hacer conocer al pueblo griego eventos que de otra forma le hubiesen sido imposible acceder. Los rapsodas no tenían apoyo musical, una vara los acompañaba en su tarea, marcando el ritmo de sus relatos. 

Desde esta concepción del rapsoda Enrique Pinti construyó su genial obra teatral “Salsa Criolla”. Estrenada en 1985, tuvo más de tres mil representaciones y más de tres millones de espectadores, un récord del teatro argentino.

Pinti había estrenado tiempo antes Pan y Circo, en tiempos de la dictadura de 1976 a 1983. Ahí hablaba sobre la historia de la humanidad pero aún no se animaba a hablar  de la historia argentina. Pinti decía: “A raíz de la dictadura, todavía no me había atrevido a contar la historia argentina. Ya tenía los esquemas bien armados y entonces me animé a contarla. Así nace Salsa Criolla”. Desde otra perspectiva, alguna vez Pablo Neruda dijo  que “el artista debe ser un cronista de su época”. Vaya que Pinti lo fue. El éxito fue rotundo. Con un estilo verborrágico, frenético, el actor contaba nuestra historia. Localidades agotadas, reservas de meses para acceder a una butaca, hicieron del Teatro Liceo un hito de la ciudad de Buenos Aires. Algunos cuentan que si un pasajero en un taxi quería ir hasta Rivadavia y Paraná, donde estaba el Liceo, podía decir “hasta la esquina de Pinti, por favor”. 

La obra se estructuraba en base centralmente a monólogos de Pinti y hay uno que se hizo célebre. El autor pedaleando en una bicicleta fija durante más de diez minutos, en clara referencia a la bicicleta financiera decía que “así se hace mierda un país, con la plata dulce, con la bicicleta financiera”. A casi cuarenta años de su estreno, nadie podría discutir que Pinti tenía razón, la plata dulce de la dictadura fue una piña al hígado a la industria nacional.

Hoy resulta necesario que todos, desde nuestras posibilidades, nos transformemos en rapsodas y con paciencia y convicción, contemos y escuchemos cómo Milei pretende completar el círculo destructor de nuestra industria nacional, iniciado con el golpe de 1976, y tratar de frenarlo. Hay que reconocer el efecto pernicioso que tiene la apreciación del tipo de cambio sobre la competitividad de nuestra industria y la apertura indiscriminada de importaciones en un sistema global que potencia el proteccionismo, situación que todo indica se profundizara con la victoria de Trump. Pero preferimos resaltar y evaluar la relación entre ciencia, tecnología y desarrollo industrial. Mejor dicho, cómo Milei pretende golpear a la industria local vía la destrucción del sistema científico nacional.

En un interesante análisis, Erik Reinert en “El rol de la tecnología en la creación de países ricos y pobres: El subdesarrollo en un sistema schumpeteriano”, desarrolla una visión teórica que muy estilizadamente se puede sintetizar de la siguiente forma: Friedrich List, Karl Marx y Joseph Schumpeter, notables pensadores alemanes, compartían una visión del desarrollo económico que rivaliza con la visión anglosajona corporizada centralmente por Adam Smith y David Ricardo. Mientras los segundos sostienen que la localización de la producción no es relevante, los alemanes y particularmente List, la considera esencial para la riqueza económica de un país. Mientras que los anglosajones se caracterizan por el comercio, la visión alemana hace eje en la producción en mayor grado. En este marco el desarrollo tecnológico es para Reinert un elemento trascendente en la economía de los países, sosteniendo en forma explícita que la tecnología desempeña un rol clave en el crecimiento, como también que no es igual la producción de bienes primarios o de bienes manufacturados. 

Esto último caracteriza y es clave para comprender el fortalecimiento de los actuales países centrales. Es probable que la visión de Reinert necesite ser fortalecida con el concepto de centro-periferia. Es en el centro del llamado Sistema Mundial donde el sistema capitalista impone las condiciones de dependencia de la periferia. Sin embargo, en el pensamiento de Milei no hay distinción de centro-periferia. Lo primordial es la “especialización”, es decir en el caso argentino solo producir los bienes “que naturalmente” alcancen precios competitivos a nivel internacional. Por ello, negando la historia económica mundial, sostiene que Argentina debe especializarse solo en productos primarios, aprovechando las llamadas ventajas naturales.

Esta idea de carácter colonial es la base de su ataque a la ciencia y la tecnología. Las colonias tienen que aceptar su rol en la división internacional del trabajo. En el caso argentino, transformarse en una factoría. De forma alguna el Estado debe invertir en tecnología, es más los científicos son “casta” que debe ser desplazada. La destrucción del presupuesto educativo, como de ciencia, tecnología, aduciendo que es cara, fue oportunamente respondida por el Nobel argentino Bernardo Houssay quien dijo: “La ciencia no es cara, lo que es cara es la ignorancia”.

La ignorancia de Milei sobre el aporte del Estado en la tecnología fue magistralmente puesta en evidencia por Alberto Kornblihtt, científico argentino, quien refiriéndose al Presidente dijo: “Sin la ciencia financiada por el Estado, tal cual ocurre en todos los países del mundo, su inútil dedo no podría tildar me gusta varias veces al día a los tuits.  Sin la ciencia financiada por el Estado, los aviones en que se divierte chocarían en el aire. Sin la ciencia financiada por el Estado, no podría haber festejado hipócritamente que una variedad de trigo resistente a la sequía, generado en la Argentina, haya sido aprobado en los Estados Unidos”. ¿Cristalino no? 

Kornblihtt desasna a Milei, enseñándole que cuestiones absolutamente cotidianas serían imposibles sin inversión en tecnología y por sobre todo por el protagonismo central del Estado. Sin embargo, Milei desde una perspectiva “colonizada”, entiende que nuestro desarrollo económico debe ser estático, reducido a las ventajas naturales. Insistimos negando que la historia económica desde la Revolución Industrial en adelante ha determinado que la palanca que movió el desarrollo del capitalismo en los países centrales fue la innovación y el desarrollo industrial. Y en los países periféricos que lograron salir de ese sitial, fue producto de procesos de industrialización que se desarrollaron contradiciendo la sagrada división internacional del trabajo. En ellos la inversión en tecnología fue el ariete imprescindible.

Vamos terminando la función, todo parece indicar que necesitamos el restreno de Salsa Criolla, pero también una férrea oposición política que rompa esta concepción colonial. De lo contrario. como decía Pinti en su obra, “al pueblo se lo puede engañar una vez, dos veces, tres veces, con un sándwich de mortadela preelectoral, pero cuando la inmensa mayoría de la gente esté cagada, no los seguirán votando, y si en cambio los siguen votando será o porque las cosas han cambiado, o porque las cosas están como el culo pero la gente no tiene una alternativa válida”.