Hace ya una semana, la muchachada de a bordo debió movilizarse ante un río sorprendentemente imperativo: mostrar las bondades de nuestro anchuroso río Paraná a un cantautor catalán de paso por ésta. La cosa no era fácil porque el navío insignia de la flota, el “Dexter”, se hallaba averiado ante la espantosa tormenta que lo sorprendió aguas afuera. Debió recurrirse entonces al buque escuela “Atlántico”, bajo el mando del intrépido (Primera Espada del Almirantazgo), Miguel Vicari, quien no se arredró ante el desafío. Contó, eso sí, con la asistencia de Larsen Milicich (capitán del “Dexter”), en la difícil tarea de evitar un accidente que podría haber sido histórico y habría resumido a los demás a bordo en la frase: “Hubo otras víctimas también”.
La responsabilidad de la organización incluyó también al laureado facultativo Alejandro Rozoaglio (“Danza con lobos”), atento ante cualquier emergencia surgida en las fauces del río. El paseo entre las amenazantes islas se realizó en perfecta calma, en tanto el arquitecto Fernández Nardi individualizaba con lujo de detalles las diversas especies de animales que pugnaban por abalanzarse sobre el navío.
La tarde pudo haber terminado trágicamente cuando, ya fondeado el bajel patrio en el paraje lacustre denominado El Embudo, fue atacado por Spinny, el legendario monstruo submarino de las profundidades de El Espinillo. La lucha para defender la nave (y a sus invitados) fue tremenda y se perdió en el combate al antedicho arquitecto.
Sin embargo (y felizmente) el “Atlántico” logró regresar a su fondeadero con el resto de la tripulación a salvo, y el cantautor catalán encantado de la vida aunque luciendo una cierta palidez. “He de componer un chamamé por bulerías en memoria de nuestro pequeño héroe –afirmó emocionado–, que se llamará 'Pitufo, el paleno'“.
Los remos de nuestra patria habían escrito otra página más.
LA AURIAZUL EN EL MUSEO DEL CHE
Amplísima y lógica repercusión en todos los medios de prensa obtuvo el trámite que llevará a cabo la OCAL (institución amiga) intentando inmortalizar los colores azul y amarillo (hermanados en la camiseta de Rosario Central) en el museo de Ernesto Che Guevara, en La Habana. La concreción de tal anhelo vendría, simplemente, a llenar un vacío en los anaqueles de dicho museo ya que, en Cuba, se desconocían las preferencias futbolísticas del Comandante. Por supuesto que, en dicho trámite, mucho tuvo que ver el eje La Habana-El Cairo y es por eso que esta columna se ocupa del suceso. En el próximo número ampliaremos la información y abundaremos sobre otra información que ha surgido con fuerza deslumbrante: ¿Por qué la Guardia Suiza del Vaticano luce una camisola azul y amarilla a franjas verticales?
Bastó que apareciera la sensacional noticia de que Ernesto “Che” Guevara era partidario de Rosario Central, para que comunicadores sociales provenientes de Córdoba saltaran con el endeble argumento de que el comandante revolucionario era, en realidad, seguidor y fanático de los celestes de Belgrano. Tal afirmación no resiste el más mínimo rigor investigativo y, por otra parte, el origen de la especie aparece como viciado de nulidad o, al menos, de duda, ya que el propalador de la teoría no es otro que el humorista cordobés Gordo Oviedo, cuya palabra, como todos sabemos, no puede ser tomada con seriedad. Por otra parte, han surgido, torrencialmente, nombres de otras celebridades que profesaron o profesan su cariño por la azul y amarilla. A saber: Aristóteles Sócrates Onassis, Soren Kierkegaard, el tenor italiano Enrico Caruso, Garcilaso de la Vega, el director de cine Frank Capra y Clark Gable (que filmara el inmortal Blue and Yellow).
Estas dos delirantes columnas forman parte del libro Desde El Cairo (Homo Sapiens Ediciones), que reúne una selección de las publicadas por Fontanarrosa entre 1990 y 1995, en una sección semanal de Rosario/12. Este martes 26 se realizará su presentación, en el bar El Cairo, Sarmiento y Santa Fe, Rosario. A las 19.