El informe Bioinsumos: Oportunidades de Inversión en América Latina, elaborado el año pasado por el Centro de Inversiones de la FAO-ONU, estipula que, en los últimos cinco años, el mercado de bioinsumos en América Latina, si bien sigue siendo marginal, verifica un crecimiento promedio de ventas del 15 por ciento anual.

“En Argentina, la perspectiva de crecimiento es mayor que en químicos. Mientras que el uso de biológico crece entre el 10 y 12 por ciento anual, el uso de químicos está casi estancado, con una expectativa de crecimiento de entre el 3 y 5 por ciento”, afirmó Gustavo González Anta, director científico de la empresa Indrasa, en el Tercer Encuentro Nacional sobre Producción con Biológicos realizado este año en Villa María, Córdoba.

El mercado de bioinsumos agrícolas ya mueve en el país unos 8.600 millones de dólares, con la ventaja que son de producción nacional y hasta pueden ser una solución al eterno problema de la falta de dólares.

Ética ecológica

Según el informe de la FAO, se estima que América Latina gastó alrededor de 42.000 millones de dólares en agroquímicos durante 2021, el 90 por ciento producido en países fuera de la región. El gasto en bioinsumos para el mismo año fue de sólo 1.100 millones de dólares, un 3 por ciento del mercado de agroquímicos y por debajo de la media global. El mercado global de bioinsumos alcanzó en 2021 los 10.600 millones de dólares y se prevé que en 2026 alcance los 18.500 millones de dólares.

Las organizaciones de pequeños productores vienen hace años desarrollando este tipo de bioinsumos, incluso con cooperativas o pequeñas empresas especializadas en la producción y distribución. En la provincia de Buenos Aires, la Unión de Trabajadoras de la Tierra (UTT) tiene tres biofábricas en La Plata, Mar del Plata y Luján, que abastecen unas 300 familias.

“La primera biofábrica la fundamos allá por 2018. En principio, para financiar Cotepo, que es el Consultorio Técnico Popular. Ahora ya genera trabajo a varios compañeros y es una solución para otros que no tienen el tiempo, o las ganas de hacer bioinsumos”, cuenta Rubén Gutiérrez, integrante de Cotepo y de la fábrica de bioinsumos de la UTT en La Plata. “Muchas familias empezaron a buscar estos productos porque no eran nocivos para la salud humana, se sentían con la total tranquilidad de poder estar en la quinta y poder fumigar sin el miedo de que no estén los niños o no tocar la verdura y todo eso”, explica.

Los bioinsumos son más baratos, no dependen del dólar ni de las grandes corporaciones y pueden ser producidos por las propias familias, generando un circuito virtuoso dentro de las economías regionales y de pequeños y medianos productores o cooperativas. Además de la UTT, son varias las organizaciones de la Mesa Agroalimentaria Argentina que están llevando adelante estos proyectos, en articulación con otros esquemas como las redes, ferias y locales de comercialización o el Sistema Participativo de Garantías (SPG).

Cooperativas y pymes

“El mercado biológico creció muchísimo en los últimos años. No porque quisieran que creciera, sino porque se dieron cuenta que los otros sistemas no generaban resultados. Las empresas proveedoras de insumos químicos empezaron a tomar parte del negocio y a apropiarse de la renta. Todavía no está la convicción del cambio cultural, pero ese cambio está empezando desde el bolsillo, como muchas cosas”, cuenta Benjamín Antonio, fundador hace 10 años de la empresa de bioinsumos El Caburé.

Los estudios del especialista Martín Torres Duggan para la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Apresid) muestran que, en la Región Pampeana Díaz Zorita, después de 9 años de experimentación de bioinsumos en condiciones extensivas, la producción de maíz y trigo aumenta un 6 por ciento promedio en el rinde y hay una respuesta económica en el 81 por ciento de los casos.

“Apresid este año ha invitado por primera vez a empresas productoras de bioinsumos de origen 100 por ciento biológico a participar en sus eventos, porque ve la necesidad de cambiar las prácticas en el suelo. Estamos llegando a problemas de agotamiento, pérdida de fertilidad o impermeabilización, producto del abuso de agroquímicos, además de las consecuencias que hay para el ambiente, los cursos de agua y las personas. Las perspectivas en el país yo creo que son muy positivas para este cambio”, opina Pablo Bobadilla, director de bioinsumos.ar.

Amenaza del mercado

“Es importante que esta tecnología no se desperdicie, porque es muy fácil que el diablo meta la cola. En los últimos dos años, las grandes multinacionales, proveedoras de insumos químicos, vieron que se les complicaba el panorama y están tomando sus estrategias. Los europeos están muy evolucionados en eso. Y los brasileros nos llevan la punta”, advierte Antonio. En el último año, Brasil aprobó 600 productos de este tipo. La misma cantidad que se han aprobado en Argentina desde 1998.

“Estamos viendo el avance del lobby del agronegocio con empresas que, teniendo productos basados en hidrocarburos, ya están presentando productos verdes llamados biol”, coincide Bobadilla. Y advierte: “Es importante el papel del Estado. En su momento estaban la Dirección Nacional de Agroecología y la presidencia del SENASA en manos de personas que se habían puesto de acuerdo con actores del sector agropecuario para darle una regularización al uso de biopreparados y bioinsumos. Hoy tenemos una ley”.

La provincia de Buenos Aires está llevando adelante una iniciativa para que los biopreparados puedan ser certificados dentro de los sistemas participativos de garantía y puedan ser comercializados. “En Formosa también hay un proyecto muy interesante, que es la primera planta de biopreparados y bioinsumos estatal. La fábrica está preparada, pero faltan las maquinarias, porque el gobierno actual no envió los fondos que ya estaban pactados desde la gestión anterior”, concluye el director de bioinsumos.ar.

* Licenciado en Economía de la Universidad Torcuato Di Tella y master en Periodismo de la Universidad del País Vasco.