HEREJE 6 puntos

Heretic; Estados Unidos/Canadá, 2024

Dirección y guion: Scott Beck y Bryan Woods.

Duración: 111 minutos.

Intérpretes: Hugh Grant, Chloe East, Sophie Thatcher.

Estreno en salas de cine.

Scott Beck y Bryan Woods vienen trabajando de manera casi inseparable desde los tiempos de sus primeros cortometrajes, hace ya veinte años, y en esa filmografía como guionistas y/o realizadores se acumulan títulos firmemente afincados en los géneros más populares: 65: al borde de la extinción, La casa del terror, Nightlight. Ambos escribieron además, junto a John Krasinski, el guion de Un lugar en silencio y sus secuelas, uno de los grandes éxitos recientes del cine de suspenso terrorífico. 

Hereje los encuentra alejándose un poquito de los recursos más convencionales del horror contemporáneo, al menos durante una parte del metraje. Es que el largometraje protagonizado por Hugh Grant, en un rol totalmente alejado de su típica “persona” cinematográfica, se ajusta más a los mecanismos del suspenso psicológico que a cualquier otro subgénero reconocible, a tal punto que es el diálogo lo que mantiene en movimiento los dos primeros tercios del relato. Hasta que las cosas se desatan y Hereje abandona el juego verbal de gatos y ratones para dejar que la sangre brote y fluya.

El punto de partida es sencillo y arranca con alguna ironía sobre el porno y el tamaño de los miembros masculinos, algo a priori alejado de la vida cotidiana de las dos chicas religiosas que conversan sentadas en un banco de parque (Chloe East y Sophie Thatcher). Ambas forman parte de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y, como devotas del mormonismo, adhieren a ciertas normas y costumbres poco flexibles, además de dedicar un espacio generoso de sus vidas a sumar fieles. En esas andan, respondiendo al pedido de información de algunos vecinos, y hacia allí van, tocando el timbre de casa de un tal señor Reed. Resulta claro, por el aspecto sospechosamente inocente del caballero, interpretado con flemático sarcasmo por Grant, que en algo raro anda. Pero las jóvenes confían en que su esposa está realmente cocinando una tarta en la cocina (de otra forma no podrían ingresar a un espacio ocupado exclusivamente por un hombre) y que su interés por el mormonismo es genuino. Nada más alejado de la realidad.

Con bastante humor, aunque del tipo asordinado, la conversación del trío deriva hacia cuestiones ligadas a la fe o a la falta de ella, el verdadero origen de las religiones y otras yerbas destinadas a “convertir” a uno o a otras a partir de la argumentación (punto extra por la comparación entre las diversas versiones de un famoso juego de mesa, los acordes repetidos que atraviesan la historia de la música popular y el pastiche inherente a los credos religiosos desde la más lejana antigüedad).

Tanto las chicas, temerosas aunque confiadas, como el espectador saben que hay algo temible en el fondo de todo el asunto, y que el abigarrado pero confortable bunker seguramente oculta un secreto poco agradable. Cuando las puertas que dan al sótano finalmente se abren, Hereje se vuelca a recursos más trajinados y definitivamente físicos, llegando al desenlace con la lengua un poco afuera. Pero nada quita lo bailado, especialmente la danza de Hugh Grant, que parece haberse divertido de lo lindo dándole vida al maléfico Sr. Reed.