Abrir puertas es lo que importa. Semántica que se revalida al intentar reabrirlas. Con la sala de cine El Cairo ocurre un vaivén único, de apropiación social y convergencia política. Hace un año que la sala de calle Santa Fe al 1100 está en obras, dedicadas a reparar un sistema de climatización complejo y antiguo que volvía imposible la proyección, que ahora está a punto y promete, entre otras cosas, un verano de cine. Porque El Cairo Cine Público abre puertas para continuar sin pausa, con estrenos, reposiciones y ciclos (ver aparte).
La inauguración será mañana a las 20, con una intervención lumínica sobre la fachada de la sala y la proyección gratuita del film Alanís, de Anahí Berneri, recientemente premiado en San Sebastián en las categorías Mejor Dirección y Mejor Actriz (Sofía Gala Castiglione). "Anahí canceló su viaje a Mar del Plata para venir a El Cairo. Lo digo como una anécdota, pero de alguna manera ejemplifica el lugar que ha cobrado la sala como ámbito de referencia", refiere Ariel Vicente a Rosario/12.
Actual director de El Cairo Cine Público, Vicente acumula una experiencia que es de memoria y trabajo, a partir de la apertura de la sala en 2009 como espacio público, en donde su primera labor supiera cumplir tareas de programador. La alusión a la visita de Anahí Berneri -‑quien también estará acompañada por la productora del film, Laura Huberman‑- es ejemplar, porque señala sobre el acontecimiento que significan el acto y la proyección de mañana. "Había una demanda constante de la gente por saber cuándo abríamos. Hubo mucho apoyo y compañía durante esta espera. Evidentemente, en estos años se ha ido construyendo algo, que ya es mucho más que lo simbólico de la apertura, en 2009; ahora se trata de un hecho", explica Vicente.
No estará de más tener presente que a esta realidad de Cine El Cairo hay que recordarla, cuidarla. Vale decir, El Cairo es el único cine público de tales características en el país. Salas alternativas existen, pero ninguna con la participación exclusiva del Estado, tal como sucede con El Cairo. "La refundación del cine como espacio público es el gran hito de su historia, porque todavía sigue siendo un caso particular, en donde la ciudadanía intervino de manera autoconvocada", subraya Vicente al rememorar el accionar primero, fundamental, de la Asociación Amigos de El Cairo, cuya tarea no sólo evitó el destino diferente que aguardaba a la histórica sala (ser un templo, un edificio, un estacionamiento; elija usted), sino que devino en el proyecto de expropiación del gobierno de la provincia. Y agrega: "Por eso creo que hay un gran compromiso de parte del público y de la ciudadanía en general con El Cairo, me parece que esto de cerrar el cine durante un año sin dejar de funcionar en otros espacios también lo ha vuelto particular, difundió más a El Cairo, ya que fue la primera vez que salimos de la ciudad y se recorrió la provincia".
Las prácticas que el equipo de Cine El Cairo propuso durante este cierre forzado se articularon a partir de tareas que involucraron a otros actores sociales e institucionales, con proyecciones itinerantes y ciclos concentrados en Plataforma Lavardén. En esta propuesta se incluyó el estreno de Acha Acha Cucaracha, la película que Mario Piazza ha dedicado al grupo surrealista rosarino Cucaño. "Encontramos otra manera de generar un recorrido, sacamos a la película de gira por la ciudad, por los barrios, con la colaboración de muchísimas instituciones que alojaron las funciones", comenta Vicente.
Otras películas de realizadores de la ciudad, con difusión y premios en festivales internacionales, supieron esperar con paciencia la oportunidad de pantalla. Es así como, finalmente, habrá estreno y permanencia en cartel para Umbral, de Claudio Perrin, y Triple crimen, de Rubén Plataneo. "Tanto Perrin como Plataneo estuvieron esperando el tiempo que hizo falta, así que fueron demorando la proyección de sus películas bastante, y eso es significativo, atípico", completa Ariel Vicente.
‑ Hay una variedad de públicos que El Cairo contempla e impulsa. En cuanto a la coyuntura, ¿cómo ves el panorama?
‑ En su momento, El Cairo se fundó a contrapelo de la realidad, cuando se seguían cerrando salas y existía ese discurso de que la gente, en teoría, dejaba de ir al cine. Evidentemente, si es cierto que la gente no va al cine, son otros factores los que inciden. El Cairo está demostrando que la gente sigue yendo a la sala de cine, a experimentar eso que pasa sólo en el cine, sin desconocer, desde ya, que hay otras maneras de ver películas. Es por eso que reabrimos también la página web con nuevos contenidos, más navegable, simple y moderna. Cuando fui convocado, como programador, teníamos un slogan que decía "El Cairo: cine público para todos los públicos". Era un imposible, era pretencioso. Pero uno ve la grilla y hemos logrado una apuesta bastante diversa. Para mí es muy dinámico el fenómeno de El Cairo, porque permite un feedback real, en donde hay un público que devuelve constantemente. Nos costó mucho ir construyendo diferentes públicos con diferentes ofertas, para que haya una sala habitada realmente. En principio tratamos de hacer una programación compleja, pero a medida que pasó el tiempo se fue volviendo todavía más complejo. Lo cierto es que lo que está consolidado se va también adecuando, así como hay públicos nuevos, a los que todavía no hemos accedido. Ese es un campo virgen al cual seguir apuntando, por el que trabajar, porque hay que formar públicos jóvenes.