La licenciada en Trabajo Social y máster en Sistema Penal y Problemas Sociales del Departamento de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona, Victoria Rangugni, participó de la nueva película del documentalista Andrés Cedrón, Cuellos blancos: el caso Vicentin

En diálogo con la 750, Rangugni señaló que lo que se plantea en la obra es que “la noción de delincuencia está absolutamente asociada a un estereotipo de joven urbano pobre”.

“Creo que todos los que estamos en esta mesa también tenemos ese sentido común construido. Pero tiene capas que no son solo sentido común, sino que el derecho penal y la psiquiatría forense contribuyen a reforzar esa asociación”, indicó.

“Si pensamos en la labor policial y las cárceles, los sujetos son esos. Pero eso no quiere decir que sean los únicos que cometen delitos. Y el documental muestra un delito que está invisibilizado, el de los poderosos, el de cuello blanco para la criminología, el delito económico organizado, para nuestro maestro que es Juan Pegoraro, el fundador de esa materia que es Delito y Sociedad que dictamos desde 1987 en la Facultad de Ciencias Sociales, cuando este tema no le importaba a nadie”, explicó.

En este contexto, Rangugni sostuvo que este tema es “muy importante hoy en los debates” y “se ha convertido en una mercancía electoral muy importante”.

Esta idea, según la catedrática, “se apoya también en que la delincuencia supuestamente es propia de los sectores populares”.

“A finales de los años 30 la criminología ya decía esto: el delito de cuello blanco muestra que se buscaba explicar el delito a través del delito de los pobres. Y un señor, Edwin Sutherland, dice que, para explicar esto, hay que mirar los grandes conglomerados empresariales de Estados Unidos de la poscrisis. Y trata de construir una teoría general de la conducta delictiva a partir de esos delitos que cometen señores respetables de la sociedad en su condición de empresarios”, expresó.

La estafa de Vicentín a todo el pueblo argentino

La docente explica además que, en el caso de Vicentín, una “estafa a todo el pueblo argentino”, lo que ocurre es “cómo se produce esa suerte de identificación, incluso de las personas que fueron víctimas, con los empresarios y no con su propia situación de víctimas”.

Ahí lo que aparece es que incluso las víctimas no identifican como delincuentes a sus propios victimarios. Y la estafa no dejó solo un tendal de acreedores, sino también al Estado argentino sin cobrar. Logramos identificar el robo de un celular como un delito, pero aquellos que cometen delitos que producen mucho daño económico y social no son identificados como infractores”, dijo.

“Lo que aparece es que las víctimas de los sectores medios se identifican con esos sectores que están por encima de ellos y aspiran a eso. En sociedades como las nuestras que tienden, a través de los años, más a fragmentarse socialmente, la diferencia entre quienes están adentro y afuera es más fuerte y en términos simbólicos las clases medias tienen que reforzarlo porque quieren permanecer adentro”, cerró.