La situación es muy distinta a la de tantas visitas anteriores, pero los brutales cambios que han sacudido al cine argentino en el último año, desde la asunción del gobierno de Javier Milei, no amilanaron a Thierry Frémaux, histórico delegado del Festival de Cannes, que una vez más llegó al país para presentar la llamada “Semana de Cannes” en Buenos Aires.
Esta vez será de apenas tres días, del viernes 22 al domingo 24, siempre en la sala mayor del Incaa-Gaumont, pero la cantidad de películas no ha menguado. Y la calidad, tampoco, porque se verán algunas de las películas que ganaron los principales premios de la competencia oficial que tuvo lugar en mayo pasado: Anora, del estadounidense Sean Baker, Palma de Oro a la mejor película; All We Imagine As Light, de la directora india Payal Kapadia, Grand Prix du Jury; Emilia Pérez, del francés Jacques Audiard, Premio del Jurado y premio a su elenco femenino; y La semilla de la higuera sagrada, por la cual el iraní Mohammad Rasoulof fue reconocido con un Premio Especial. También se verá Parthenope, del italiano Paolo Sorrentino, un habitué del festival.
Apenas llegado a la ciudad, Frémaux conversó con Página/12 no sólo sobre Cannes y sus films más representativos, al menos en términos de premios (aunque se extraña la presencia de Grand Tour, del portugués Miguel Gomes, consagrado como mejor director). Como no podía ser de otra manera, la charla también giró alrededor de la mudanza forzada del mercado Ventana Sur a Montevideo y de la frágil situación del cine argentino, después de la decisión oficial de desfinanciar el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). “No quiero que en tres años hablemos de la desaparición del cine argentino”, disparó Frémaux.
-En la ceremonia de clausura y de premios, George Lucas le entregó la Palma de Oro a Sean Baker, por su película Anora. ¿Qué puentes tendió el Festival de Cannes con ese gesto?
-Para mí es un símbolo muy interesante, porque no tenemos que olvidar que George Lucas empezó también como un cineasta independiente. Después el éxito de sus ideas y de La guerra de las galaxias lo llevaron a una escala mundial. Pero Star Wars fue en sus inicios la idea de un “autor” de cine, que venía de hacer cine independiente. Por eso, ese momento, ese cruce generacional, para mí fue bello e importante. Porque primero Francis Ford Coppola le entregó a Lucas la Palma de Oro de Honor, por su trayectoria. Y luego Lucas le entrega la Palma de Oro de la competencia oficial 2024 a Sean Baker. Estos “viejos” que revolucionaron Hollywood en los años ’70 (y que todavía hoy lo siguen revolucionando) le pasan la antorcha a un representante de las nuevas generaciones, que hace un tipo de cine independiente distinto al que hacían Coppola y Lucas, pero que tiene en ellos un referente. Me puso muy feliz. No era la primera vez que Sean Baker estaba en la competencia oficial, ya lo habíamos tenido antes, en el 2021, con Red Rocket. Pero la Palma de Oro, creo, es el resultado de una fidelidad mutua, de un trabajo conjunto y que expresa muy bien la idea de que Cannes es el lugar en el que hay que estar. Para mí siempre es una sorpresa enterarme de las decisiones de los jurados; por supuesto durante el festival no hablo con ellos de las películas en concurso, pero debo decir que me alegró particularmente cuando me enteré de que habían decidido darle el premio mayor a Anora. Y quedé muy conforme con todo el palmarés, me pareció que más allá de que para mí todas las películas que concursan tienen un valor equivalente, las de Baker, Payal Kapadia y Jacques Audiard (que estaba muy contento con los dos premios a su película, particularmente el que recibieron sus actrices) representaban muy bien el espíritu de la edición 2024. Creo que esta premiación fue ideal en la construcción simbólica de lo que es el cine hoy. Incluido el premio especial que tiene la película del director iraní Rasoulof.
-En términos de capital simbólico, justamente, ¿qué nos dice el Grand Prix du Jury a la película de Payal Kapadia?
-Este año marcó un regreso importante del cine de la India a Cannes y particularmente de las directoras mujeres. Porque así como en la competencia oficial estuvo Payal Kapadia, en "Una cierta mirada" tuvimos Santosh, el debut en la ficción de Sandhya Suri, una cineasta británica de origen indio, con una película filmada en la India. Me parece que pudimos sintonizar muy bien con algo que está empezando a suceder en el cine de la India y es el surgimiento de cineastas mujeres allí donde hasta ahora casi solamente había hombres. Y el hecho de que el jurado haya puesto tan alto en el palmarés a All We Imagine As Light pone de manifiesto no sólo la calidad de la película de Kapadia sino también la jerarquía de esta novedad. Ambas películas expresan no sólo sus circunstancias particulares y las sensibilidades de sus cineastas, sino también la importancia que tiene hoy India en el mundo. No hay nada como el cine para reflejar el espíritu y la identidad de un país.
-¿Y qué expresa la película de Mohammad Rasoulof?
-La primera presencia de Rasoulof en un gran festival fue en Cannes, estuvo tres veces antes (en 2011, 2013 y 2017) en "Un certain regard". Y desde su primera vez en Cannes siempre hemos tenido con Mohammad un diálogo, una proximidad, un contacto permanente. Y cada tanto yo iba teniendo noticias de su nueva película, aunque todo era muy secreto: el rodaje, la edición… Todo debía hacerse sin que llegara a oídos de las autoridades de su país, lo mismo que la presencia no sólo de la película en Cannes sino también del propio Rasoulof y de parte de su equipo. Pero todo esto no nos debe distraer de lo esencial y es que La semilla de la higuera sagrada es una excelente película, una obra muy potente, que expresa muy bien de qué manera muchas de las situaciones que se viven en Irán también se reflejan al interior de una familia. Allí creo que está el núcleo del film de Rasoulof, que formalmente es muy elaborado, porque hay tres películas dentro de una. Y porque el final está a la altura de un western de Anthony Mann, es muy impresionante. Es una obra maestra. Y nos consta el trabajo que se tomó Rasoulof, porque la primera versión que vimos era mucho más larga y estuvo editando hasta último momento, por eso es que presentamos la película hacia el final del festival, el último día de la competencia. Y queda claro que no se trata solamente de una película que le acerca información al público occidental sobre lo que sucede en Irán, sino que es una película muy exigente en términos formales, que merecía estar en la competencia oficial.
-El premio especial que recibió el director iraní no está contemplado en el reglamento de Cannes, ¿se sorprendió?
-Me pareció una buena idea. Porque la Palma de Oro hubiera llevado a pensar a mucha gente de que se trataba de un premio meramente político, cuando de esta manera el jurado encontró la manera de destacar su doble importancia, política pero también cinematográfica. Fue muy inteligente por parte del jurado.
-En una situación así, ¿hay una consulta con el festival?
-No, para nada, yo durante el festival no hablo con los jurados de las películas en competencia. Y cada año, el último día espero la decisión del jurado con la misma ansiedad y curiosidad que todos.
-¿Por qué esta semana de Cannes es de sólo tres días? ¿Qué pasó?
-Es de solamente tres días, pero el mismo número de películas: cinco. Queríamos concentrarlo en un fin de semana. Y también por mis obligaciones. Pero vamos a ver cómo seguimos en el futuro, vamos a evaluar esta modalidad. Además, este año el evento lo paga por completo el Festival de Cannes, que alquila la sala del Gaumont. Este año el mercado Ventana Sur se va a Montevideo, Uruguay, pero yo quería mantener la Semana de Cannes en Buenos Aires. Cuando hace más de quince años empezamos con Ventana Sur, yo dije: “Tenemos que hacer también una muestra. No hay festival sin mercado, pero no hay mercado sin obras”. Por eso, desde entonces siempre lo hemos hecho y este año no quería que fuese la excepción, por la fidelidad del público de Buenos Aires con esta programación y con Cannes. Para mí, esa fidelidad es muy importante y yo también quería expresar nuestra fidelidad con el público argentino. Además, ¡es un evento muy exitoso, las entradas se agotan! Con estas cinco películas, la mayoría premiadas, quiero dar una idea de lo que fue Cannes en mayo pasado. En el futuro incluso me gustaría incluir no solamente películas de la competencia oficial sino también de "Un certain regard", películas que muy probablemente no consigan estreno comercial en la Argentina, o ni siquiera lleguen a los festivales del país. Como L’histoire de Souleymane, de Boris Lojkine, o Le Royaume, de Julien Colonna, dos películas francesas muy buenas, pero a las que les va a costar conseguir distribución en la región.
-¿Cómo ve la situación del cine argentino desde Cannes?
-Otra vez, como cuando hablábamos antes del cine de la India… Ver una película argentina es una manera de ver también el país que está reflejado allí. Yo no soy quién para comentar sobre un gobierno legitimado por las urnas. Pero venir aquí para mí significa hablar con la comunidad del cine y enterarme de primera mano qué está sucediendo con el país, con sus artistas, con su cine. Voy a tener varios encuentros porque el cine argentino es muy importante para nosotros, me preocupa su fragilidad actual, no quiero que en tres años hablemos de la desaparición del cine argentino.
-¿Le parece que eso es posible?
-No sé, después de apenas un año no lo puedo decir, pero a fines de abril del año próximo podremos decir si hemos visto más o menos películas argentinas en condiciones de participar, un mes después, en Cannes. Pero sin plata no se puede hacer cine y esa falta de recursos sin duda es una amenaza. Sostener un cine nacional es una decisión política. Y, por lo que tengo entendido, la deuda que tenía el Incaa era nada en comparación con la contribución que hace el cine argentino a la imagen del país. El cine es una de sus principales banderas, expresa la cultura argentina.
-En Francia el sistema de apoyo a la producción cinematográfica es estatal, ¿no?
-Sí, y funciona muy bien. Abarca toda la cadena, desde la producción hasta la exhibición en salas, pasando también por la educación de la juventud y la formación de nuevos públicos. A pesar del desarrollo de internet y de las plataformas, el cine cada vez más ratifica su importancia en la creación de imágenes. El año que viene se cumplen 130 años de la invención del cine por los hermanos Lumière (yo hice una segunda película sobre el tema, que ya se vio en San Sebastián, en Roma, en Tokio y que se estrena en Francia en marzo próximo). Y a medida que sigo reflexionando sobre el cine me confirma en la idea de que el cine es un arte ético, es un instrumento de paz, a diferencia de internet, que es un instrumento de guerra. Es en internet donde se pueden ver decapitaciones y otras atrocidades reales, no en el cine, donde las muertes son de ficción. La educación de cómo debemos convivir con las imágenes es en primer lugar una responsabilidad de la gente de cine, que además del conocimiento tiene la convicción para hacerlo.
-Y para hablar de estas ideas, ¿va a tener algún encuentro con las autoridades del Incaa?
-Sí, con el nuevo presidente, Carlos Pirovano, que quiere verme.
-¿Qué le parece que Ventana Sur se haga este año en Montevideo?
-Desde el momento en que no era ya posible hacerlo aquí, me parece que llevar Ventana Sur a Montevideo es una manera de no perder la continuidad y de asegurar el espacio. Vamos a ver… Después de quince años, es un poco como empezar todo de nuevo. Pero en relación a esta Semana de Cannes, por el momento no la hacemos en Montevideo, porque yo quería primero mantener la muestra aquí en Buenos Aires. Es mi prioridad.