Una voz. Un bombo. Una guitarra. Listo. Hasta acá. Nada más hace falta para que mil pieles ericen si quienes portan la magia conjugada son Mercedes Sosa y el andariego Santiago “Pepete” Bértiz, el guitarrista mendocino que la acompañó hasta que murió –él- en 1978. Ella porta la voz y el bombo. Y él, la guitarra, claro. Así de simple, austero y contundente a la vez transcurre el concierto que ambos ofrecieron el 16 de febrero de 1974, en el Teatro Town Hall de Manhattan, Nueva York. Y que acaba de ver la luz hoy -tras 50 años de sombras- en formato digital, cd y doble vinilo.

Mercedes Sosa, Nueva York, 1974 –tal el nombre de la flamante edición- existe no solo porque a Pedro Pujó y el fotógrafo Jorge Pardo, que andaban trabajando por esos lares del norte lejano, les dio por organizar el concierto a nombre del Centro Argentino de Información y Difusión Cultural de Manhattan, “sin mucho dinero, pero con mucho amor”, sino también porque las cintas del recital pudieron ser rescatadas después de medio siglo, restauradas, digitalizadas y listas para publicar Sony mediante, bajo licencia de Araceli y Agustín Matus. Y el apoyo de la Fundación Mercedes Sosa.

"Oro en polvo" definió este material el periodista Gabriel Plaza al momento de presentarlo durante un acto alusivo realizado el martes pasado en el Centro Cultural San Martín. Y vaya que le asiste la razón. Todo lo que toca Bértiz y canta Mercedes esa noche del '74, es polvo de oro. De la sintomática “Gracias a la vida”, que Mercedes ya había grabado en su disco homenaje a Violeta Parra en 1971, a “Triunfo agrario”, “Canción con todos”, “Cuando tenga la tierra” –conmovedora versión, adobada con coros extraordinarios de “Pepete”-, “Te recuerdo Amanda” y “Si se calla el cantor”, cantados igual, pese a las amenazas del tipo “fuera bolches” y los actos de sabotaje que rodearon el concierto ese día. De “Los Hermanos” y la tan austera como profunda “Al jardín de la República”, hasta dos poderosísimas y bellas versiones de “Balderrama” y “El manco Arana”.

Dos momentos estos últimos que la “Negra” elige, además, para contar de su patria en esos lares lejanos. “Balderrama es un lugar donde se va a tomar un vino, a comer unas empanadas en Salta, al norte de la Argentina. Es un lugar muy simpático, donde realmente todos los compositores y poetas van. Lo malo de estos lugares que se hacen famosos es que capaz que le ponen un bowling, o una cosa así. O empiezan a poner manteles y la arruinan (…)”, se le escucha decir a ella, entre risas y con sus joviales 38 años, antes que esa frase inicial de la zamba inmortal detone almas: “A orillitas del canal / cuando llega la mañana / sale cantando la noche / desde lo de Balderrama”. “Este personaje que yo les voy a cantar ahora” –anuncia luego, antes de arrancar con “El manco Arana”- es un personaje que vive en el norte del país, pero puede vivir en cualquier lado, en el litoral, en Cuyo… Es un hombre que trabaja a pesar de sus problemas físicos. En vez de pedir limosna, esa vergüenza que alguna vez desterraremos, agarra y sale a trabajar con su solo brazo para dar de comer a su familia”.

El “flamante” trabajo opera también como una especie de presentación en vivo de Traigo un pueblo en mi voz, décimo disco del prolífico trayecto discográfico de la tucumana hasta ahí, que el sello Phillips había publicado meses antes. De aquí que, además de las predichas “Cuando tenga la tierra”, “Triunfo agrario”, “El manco Arana”, aquel disco se escuche resuene en buena parte de las 22 canciones que pueblan el concierto.

El contexto epocal que rodea el material pasa también por una agitada agenda internacional de recitales que había llevado a Mercedes a tocar por primera vez en España, a principios de 1973, en un marco político tan complejo como el de aquellos Estados Unidos de Richard Nixon, que habían apoyado el golpe cívico militar en Chile: la dictadura franquista. La visita de Mercedes a Estados Unidos concitó también la atención de Joan Baez, quien no solo quiso conocerla –había quedado conmovida por la grabación de “Gracias a la vida”- sino también invitarla a cantar con ella, algo que terminaría ocurriendo en su concierto en el Luna Park.

Mercedes Sosa, Nueva York, 1974 incluye un documental en el que no solo se cuenta cómo fue el proceso de recuperación de las cintas, sino que muestra tomas del concierto en blanco y negro. También las reacciones inmediatas de Víctor Heredia, Teresa Parodi, Soledad Pastorutti, Abel Pintos y Araceli Matus después de ver el material. “Mercedes logra poner a la música argentina en el mapa”, sentencia Soledad. “Ella hablaba en español donde estaba, el que entiende, entiende, y el que no, bueno”, destaca su nieta. “Lo que la gente veía en ella era una referencia auténtica de la música popular argentina (…) tenía un sentido de pertenencia tan extraordinario, que no le planteaba ninguna inhibición contarlo”, reflexiona Heredia. “Cómo cuenta Mercedes esas cosas sencillas de la vida de los pueblos; cómo ella valora todos esos lugares, todas esas costumbres, todos esos rituales, me imagino, para todas esas personas que estaban lejos, y que no podían volver a esas cosas”, concluye Teresa.

Y todos tienen razón, obvio.