Mezcladas entre otras muchachas y muchachos, flamantes egresados universitarios como ellas, Elvira y Ernestina López sienten la satisfacción de sus calificaciones brillantes. Se acaban de convertir en las primeras mujeres que salen con sus títulos de doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. El siglo 19 está en su ocaso, amanece el 20 con la esperanza de grandes transformaciones políticas y sociales y ellas se convertirán en activistas pioneras por los derechos de las mujeres en la Argentina.
Aunque su tarea militante es pública, no tiene ni entonces ni después una difusión acorde. Tuvieron que pasar cien años para que María Luisa Femenías y María Cristina Spadaro descubrieran sus vidas excepcionales y las dieran a conocer en el libro Las López.
Las hermanas apostaron por el conocimiento. Participaron en la creación de la Biblioteca Obrera, ahora Juan B. Justo; Elvira fue una de las creadoras del Museo Social, antes de que fuera universidad; con Cecilia Grierson, primera médica de Latinoamérica, trabajaron en el Consejo Nacional de Mujeres y en su revista. Elvira formó parte de la Revista de Sara Justo, Unión y Labor. Ambas representaron al país en la Unión Panamericana de Mujeres.
La tarea de biografiarlas no fue fácil. Luego de una investigación ardua, casi detectivesca, donde las frustraciones por la escasez de fuentes estuvo a la orden del día, las autoras salieron victoriosas, gracias al empeño y el deseo que pusieron por sacar a las López de “un borroso claroscuro”.
Nos entregan ahora una biografía en la que brillan unas vidas dedicadas a los demás y conscientes de sus privilegios. El volumen ilumina una época pretérita, le da voz a las hermanas y, por su intermedio, a tantas mujeres de aquella época, ensombrecidas por el patriarcado que, con marcas diferentes, aún persiste.
Las primeras graduadas de la Argentina
“El proyecto unificó dos intereses diferentes. Maria encontró hace muchos años, en la biblioteca de la Facultad, un libro que le llamó la atención, escrito en 1901 por una tal Elvira Lopez, El movimiento feminista. Me lo comentó mientras participábamos de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofia, y despertó nuestra curiosidad. Maria escribió algunos artículos y yo la incluí en un par de compilaciones. Por mi parte, me dediqué a rescatar filósofas olvidadas, que publiqué en Ellas lo pensaron antes. Fue a partir de la invitación de Mirta Lobato, de Edhasa, la editorial del libro, que comenzamos a trabajar más sistemáticamente”, en la vida de Las López, cuenta María Luisa.
Femenías estudió Filosofía en la UBA y realizó su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Es docente en la Universidad de la Plata, donde fundó el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género. Spadaro también es graduada de la UBA y profesora. Se especializó en el área de Estudios de la Mujer, Género y Feminismo y en Enseñanza No Sexista de la Filosofía. Trabaja en proyectos sobre las primeras universitarias argentinas.
Ambas quisieron rendirles homenaje a las primeras graduadas en humanidades de la UBA que, además, fueron sus mejores promedios. Trabajaron “por fuera de las idealizaciones galvanizadas por la historiografía tradicional” y porque la actuación pionera de Las López en una etapa ídem del país permanecía en penumbras.
Los años de infancia son inciertos, su reconstrucción en extremo difícil. Las fuentes coinciden en que Elvira Virginia le llevaba varios años a Ernestina Adriana. Aunque no se pudieron consignar sus nacimientos en el registro civil, una visita al Cementerio Británico, conocido también como De los disidentes, reveló que están enterradas allí.
Fueron las hijas del pintor Cándido López, que tuvo que reeducar su mano izquierda para ejercer su oficio, ya que durante la batalla de Curupaytí, en el marco de la Guerra del Paraguay, una descarga de ametralladora le destrozó la mano derecha. La madre fue Adriana Wilson, perteneciente a la comunidad británica de Buenos Aires, una mujer segura de sí, feminista avant la lettre vinculada a la masonería.
Tenaces, solidarias y laboriosas, las vidas de las López estuvieron unidas por lazos fraternos de consanguinidad aunque también por la preocupación por las niñas, los niños, la educación, la situación de obreras y obreros y de las mujeres en general. Mientras en Ernestina lo pedagógico se manifestó de manera más intensa, el reformismo social fue el motor de Elvira.
Las mayor estudió en la Escuela Normal de Profesores de la Capital y se enroló en la docencia, enseñando Francés y Pedagogía, una actividad rentada que le permitió involucrarse en el pensamiento utópico socialista de una república laica.
Ernestina pasó por la misma institución tiempo después donde dejó testimonio escrito a favor de la paz. La participación del padre en la Guerra del Paraguay debe haber dejado su huella emocional en ambas. Fue secretaria del Congreso Pedagógico de 1900 y directora de escuela. En 1901, crearon juntas el Centro Socialista Femenino, un logro para una época en que se educaba a las mujeres en la pasividad, la sumisión y el control de sus gestos y lecturas.
Las López, de unas 280 páginas, consta de 11 capítulos que incluyen un perfil de la Buenos Aires de fines del 1800; las dificultades del país para encarar la educación -laica o confesional- , uno de los temas donde más trabajaron. También se cuenta el primer viaje a Estados Unidos y las secuelas académicas que produjo en ellas observar el funcionamiento de una docencia donde los golpes ya habían dejado de ser una herramienta. Están presentes el Congreso Femenino Internacional, la diversidad de asociaciones nacionales e internacionales que construyeron, los libros de lectura primaria que escribió Ernestina: Veo y Leo y Nuestra tierra, entre otros.
Mientras la vida privada de Elvira sigue en la oscuridad, de la menor se sabe que se casó con Ernesto Nelson, con quien adoptaron a su hija Alicia en los Estados Unidos. El fue director del Museo Pedagógico de La Plata y se habrían conocido durante su estancia en el norte del continente.
Ernestina fue la primera doctora en letras de Hispanoamérica y su tesis aborda la existencia de una literatura latinoamericana, abarcando la producción oral de los pueblos originarios, el período colonial con Sor Juana Ines de la Cruz y Sab, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, la primera novela antiesclavista, anterior incluso a la renombrada La cabaña del tío Tom.
La tesis de Elvira, primera doctora en Filosofía en el país, se adelantó 13 años a la escrita en Francia por una mujer e inició la investigación teórica sobre el tema. No sólo se refirió al derecho al sufragio, sino a la participación igualitaria de la mujer en el campo social y económico. De hecho, la mayor de las López fijó residencia en Morón, estuvo muy vinculada con los trabajadores del ferrocarril oeste y participó de manera entusiasta de los carnavales organizados por el Club del Progreso.
Trabajaron para desvincular el estatus de niñez abandonada como sinónimo de infancia delincuente. Procuraron que las actividades solidarias no sean mera caridad y abogaron por transformar la idea arraigada de que las mujeres eran “incapaces”.
“Un patchwork al que le están faltando muchos retazos”, reconocen las autoras. Y una bienvenida a nuevas exploraciones, en un país en el que cíclicamente hay que salir a luchar por los derechos. Develar la praxis de estas mujeres optimistas “es un deber y un derecho”.