Primeros días de 1981 en la vida de Ricardo Piglia. “Abrir en otro lugar un camino de salida. El tren que cruza en mitad de la noche. Leo a Robert Lowell, viajo a Adrogué, siempre escapo en la misma dirección. Inútil decir que hace años ya que he dejado de querer ir a alguna parte. Nostalgia en la casa vacía, pasearme desnudo, hablar solo. Horas revisando papeles”, confiesa el escritor en el tercer volumen de Los diarios de Emilio Renzi, el alter ego de mucha de sus ficciones. La Biblioteca Popular y Municipal Esteban Adrogué (La Rosa 974) abrirá sus puertas este sábado a las 19 para homenajear al autor de Respiración artificial, un día antes del que sería su cumpleaños 83. Se descubrirá una placa conmemorativa y un mural a cargo de la artista Fernanda González Latrecchiana; y participarán los escritores Luis Gusmán y Germán Maggiori. El músico Luis Nacht interpretará La incertidumbre, una obra atravesada por el jazz, los collages de Eduardo Stupía y la voz de Piglia. Habrá también narraciones en vivo a cargo del colectivo “El Sur Narra” y de Nora Cerisola.

“¡Qué mejor lugar para recordar a un escritor que una biblioteca!!, dice Gusmán sobre este homenaje organizado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, a través de su programa “Huellas de la cultura”, y el Instituto Municipal de las Culturas de Almirante Brown. “Como muchos de los escritores de mi generación, la biblioteca fue el lugar donde nos formamos. Una coincidencia es que yo también viví en Adrogué entre los 2 y 3 años. Las cartas entre mis padres tienen la dirección de la calle Alsina creo que al 720. Nunca se lo conté a Ricardo”, agrega el autor de El frasquito y recuerda que conoció a Piglia a mediados de 1970, cuando trabajaba en la librería Astral de libros usados. “Nos entendimos como si nos hubiéramos conocido desde siempre. Cruzábamos la calle para ir a tomar un café al Paulista. Un año más tarde cambié de librería y de café. Yo trabajaba en Martín Fierro en Corrientes y Talcahuano y el café fue la pizzería Banchero. Ricardo, según cuenta Renzi, pasaba todas las tardes”.

Ricardo Emilio Piglia Renzi nació en Adrogué el 24 de noviembre de 1941 y murió en Buenos Aires, el 6 de enero de 2017, como consecuencia del ELA. Tenía 11 años cuando vivió un momento histórico en la casa de una de sus tías. Los primos jugaban a las cartas. La fecha –26 de julio de 1952– se clavó como una estaca que marcará un antes y un después en la vida de esa familia. Una radio, de esas que se enchufan a la pared, escupió “la” noticia del año. Un primo repitió –a los gritos– la novedad: ha muerto Eva Perón. Las cartas volaron por los aires. Algunos puños –los del padre del futuro escritor– se cerraron automáticamente por el dolor; otras manos se expandieron sin pudor por arengar, como si estuvieran celebrando un gol. “Se armó un lío tremendo”, evocaba el escritor. “Algunos se pusieron contentos, otros lloraban. La tensión que generaba el peronismo estaba en el seno familiar”. El padre de Piglia era un peronista que sufrió en carne viva la llamada “Revolución Libertadora” de 1955. Pronto, en 1957, decidió mudar a su familia de Adrogué a Mar del Plata, con la ilusión de empezar de nuevo. El adolescente Piglia acusó recibo de esa mudanza de un modo “muy dramático”, como si fuera un exilio o un destierro, a pesar de los 400 kilómetros de distancia. Entonces tenía 16 años y era una especie de Holden Caulfield bonaerense.

Piglia construyó una formidable máquina de lectura que le permitió establecer un camino de diálogo entre Borges y Arlt, un itinerario “atrevido” y novedoso para una década como la del 60 en que las encendidas pasiones políticas –de la izquierda tanto peronista como no peronista– obstaculizaban el peaje hacia al autor de El Aleph. Al fin y al cabo, postula a Borges y Arlt como escrituras paralelas y simétricas en “Homenaje a Roberto Arlt”, incluido en el libro de relatos Nombre falso, donde promueve una alianza original entre crítica y ficción policial. “Piglia trabajó el cruce entre Borges y Arlt, los dos escritores que más marcaron nuestra literatura -analiza Gusmán-. De Roberto Arlt podemos decir surge la figura del inventor Russell que es fotógrafo y tiene su laboratorio en la calle Bacacay (este nombre es el título de un libro de Gombrowicz) y de Borges todas las ‘atribuciones erróneas’ que como una brújula nos orientan en los textos de Ricardo, sobre todo en Los diarios de Emilio Renzi”.

El autor de las novelas Respiración artificial, La ciudad ausente, Plata quemada (llevada al cine por Marcelo Piñeyro), Blanco nocturno y El camino de Ida ganó el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, el Premio de la Crítica, el Rómulo Gallegos, el Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, el Konex de Brillante y el Premio Formentor. Y protagonizó dos programas de lujo en la Televisión Pública: Escenas de la novela argentina (2012) y Borges por Piglia (2013). Germán Maggiori, sobrino del escritor y autor de la novela Entre hombres, busca sintetizar el legado de su tío. “Podría intentar una enumeración, un listado con las que considero sus contribuciones a la literatura argentina, hacer listas era un pasatiempo que tenía Ricardo, a mí no se me da bien. Otra forma sería despacharme con un enunciado grandilocuente, categórico y efectista: ‘Piglia le encontró el agujero al mate de la literatura nacional’, o alguna otra pavada equivalente. Siento que en cualquiera de los casos lo que diga sobre el asunto terminará sonando o pedante o reduccionista, o ambas. De lo que no hay duda es de que estamos hablando de una figura central en la literatura Argentina y los efectos de sus aportes, que es lo que importa en realidad, continúan produciéndose al día de hoy, y lo seguirán haciendo en el futuro”.

La ciudad cabecera del partido de Almirante Brown, en la zona sur del Gran Buenos Aires, es una presencia constante en la vida de Piglia. “Paso tres días en la casa de mi familia en Adrogué -revela en una de las entradas de Los diarios de Emilio Renzi-. Estoy solo en la parte trasera de la casa: mi padre alquiló el lugar a un imprentero y su mujer. Los oigo hablar y reírse en la noche. Duermo en el cuarto que era el archivo central de mi abuelo Emilio. Hay una pieza al lado con el escritorio, con una cocina y un baño. Son días, para mí, de encierro y de espera. Veremos qué se puede hacer”. A casi ocho años de la muerte del escritor, Maggiori trata de inventariar lo que significa el mundo sin Piglia. “Tengo todos los libros que escribió en casi todas las ediciones y traducciones, tengo su biblioteca, tengo casetes con sus clases grabadas, fotos familiares y videos, papeles con su caligrafía de a ratos indescifrable, tengo regalos que me hizo, como un cuadro de Carlos Gorriarena que está colgado en el living de mi casa; de alguna manera podría decir que su presencia me ronda -confirma su sobrino-. Entonces, lo que me queda por extrañar es su conversación, sus ocurrencias, su humor tan particular y su lucidez para, a partir de pequeñas escenas, de anécdotas microscópicas, develar, como un mago que hace un truco imposible, algo que estaba a la vista de todos y nadie parecía haber visto antes que él. Extraño su forma de mirar el mundo”.