La novedad financiera más rimbombante de la semana pasada fue el precio del bitcoin en casi 100 mil dólares. Se empiezan a escuchar fanáticos de la criptomoneda asegurando que en los próximos años alcanzará una cotización de un millón y medio de dólares. También vuelven a difundirse los casos de empresarios que apostaron por esta moneda digital, impulsaron el valor de sus compañías y entraron al olimpo de las estrellas del mercado.
Uno de los casos más comentados en los últimos días fue el de Michael Saylor, quien se encuentra al frente de MicroStrategy. Se trata de una empresa de software de datos para inteligencia comercial que consiguió en los últimos días entrar al top 100 de las firmas de mayor cotización de la bolsa de Estados Unidos. Las acciones de esta empresa subieron más del 450 por ciento en lo que va de este año. Es decir, se multiplicaron por cinco.
El furor por MicroStrategy no estuvo vinculado a su modelo de negocios con la data y disrupciones tecnológicas con inteligencia artificial. Se explicó principalmente por las decisiones que tomó la tesorería de la empresa para el manejo de la liquidez. En uno de los últimos reportes de la compañía se asegura que en la caja de la empresa hay más de 300 mil bitcoins que tienen un valor de mercado superior a los 30 mil millones de dólares.
Uno de los puntos que llama la atención es que Saylor no se limita a apostar en su propia compañía por las criptomonedas. Durante los últimos eventos con repercusión global prometió llevar su estrategia de inversión a las principales corporaciones tecnológicas de Estados Unidos, comenzando por el gigante del software Microsoft. Se trata de una aventura que solamente puede imaginarse y decirse en voz alta en medio de esta fiebre de optimismo.
En el pasado, el bitcoin tuvo caídas exorbitantes y nada impide que vuelva a ocurrir un desplome de las mismas proporciones. El entusiasmo irracional con el que se vuelven a presentar las criptomonedas y sus posibilidades de expansión ilimitadas para lo que viene en el manejo del dinero, de los ahorros y de los créditos debería encender todas las alarmas.
Euforia
El paralelismo es evidente con el momento que vive la Argentina en términos financieros. El equipo económico, los consultores y los economistas del mercado salen al mundo a vender la estrategia que lleva adelante el país. Se plantea que el modelo llegó para quedarse, que es la garantía de años de estabilidad y que todo lo que hay hacia adelante es crecimiento para la economía. El gobierno apunta a aprovechar a todo o nada el momento de euforia.
“Nuestro programa de estabilización está dando pruebas de que es mejor que la convertibilidad, es sostenible. Es el mejor de la historia”. Así lo repiten los funcionarios para mantener viva las llamas de optimismo de los inversores y recuerdan a los evangelizadores de bitcoin. El futuro será idílico y apostar ahora por el mercado argentino es un tren que no pasa dos veces.
Sin embargo, la realidad está lejos de reflejar estas promesas. Se puede pensar de forma intuitiva con algunas noticias del día a día. Por ejemplo, el freno en las reservas de la playa bonaerense para el verano. Las inmobiliarias de Mar del Plata entraron en tiempos de incertidumbre. Con el tipo de cambio en torno a los 1100 pesos, la oportunidad de ir a las costas de Brasil o incluso destinos más lejanos empieza a ser irresistible para los argentinos.
Otra forma de plantearlo es con algunos datos duros. En el último informe de la consultora 1816 se presenta uno interesante. “En los últimos 30 años, las 4 veces que el tipo de cambio real fue tan bajo como el actual (por ejemplo, en el final de la convertibilidad), esto vino seguido de una gran devaluación”, aseguró el documento que se titula “¿Peso fuerte para rato?”.
Los vendedores del modelo aseguran que esta vez es diferente y el superávit fiscal y el boom de exportaciones de energía (junto a la llegada de inversiones para desarrollar este sector) nos transportarán directo a una situación de exceso de divisas. El problema sería la enfermedad holandesa. Pero en la práctica parece mucho más prudente recordar la historia de la Argentina, un país de extremos y de volatilidad tan marcada como en el mundo de las criptomonedas. A las grandes euforias le siguen los grandes tropiezos.