Desde Tafí Viejo

Hay dos características muy visibles que hacen a la historia y a la vida de Tafí Viejo, ciudad ubicada a 10 kilómetros al noroeste de San Miguel de Tucumán, cabecera del departamento homónimo: es la capital nacional del limón, por haber sido la mayor región productora y exportadora del cítrico del mundo (incluso, aquí se hace cada año el "Festival Nacional del Limón"). Es un lugar que, a diferencia de otras partes de la provincia, no está centrado en la producción de azúcar. La industria citrícola se expandió a partir de un declive, porque Tafí Viejo tuvo en el pasado los talleres ferroviarios más importantes de Sudamérica. Desguazados en los noventa, habían atravesado una época de esplendor con el trabajo de más de 5600 operarios. La actividad había tenido como consecuencia la llegada de una gran cantidad de inmigrantes, a quienes se les atribuye haber encendido una chispa cultural que aún persiste, y el nacimiento de la Villa Obrera, una de las áreas más emblemáticas de la ciudad. La serie Tafí viejo. Verdor sin tiempo, que se está rodando aquí por estos días, se hace eco de ambos elementos de esta identidad.

Con un elenco que integra actores de Buenos Aires -entre ellos Luis Machín, Luciano Cáceres, Juan Palomino, Lautaro Delgado Tymruk y Paloma Contreras- y tucumanos -como Liliana Juárez y Sergio Prina-, se trata de la primera serie de plataformas que se hace íntegramente en la provincia, y es la punta de lanza de la nueva productora TAFÍSUEÑA, creada con el propósito de contar historias que reflejen la cultura e idiosincracia de la zona. El director de Tafí viejo. Verdor sin tiempo es Eduardo Pinto, experimentado realizador, también guionista y director de fotografía. La serie, a estrenarse en mayo del año próximo por Flow, narra la historia de amor de los veinteañeros Ana y Mauro (Laura Grandinetti y Emmanuel Rodríguez, quien junto a Juárez hace una versión de la famosa El loco y la camisa en San Miguel). Romance que nace en este paisaje donde las plantaciones de limón atraviesan las vías abandonadas. En el centro de la narración, dos familias: una citrícola (los Urquijo), la otra ferroviaria (los Muñoz).

Machín, Juárez, Cáceres, Noguera, Pinto, Grandinetti, Rodríguez y Prina en la conferencia de prensa. Foto: Gentileza Pablo Fernández

Día 18 de rodaje -son 40 en total, para seis capítulos-. La hostería municipal Atahualpa Yupanqui -se dice que durante el verano de 1917, el músico se estableció junto a su familia en Tafí Viejo-, cuyo edificio fue concebido originalmente como hospital de descanso para pacientes con tuberculosis, se sitúa en un verdadero paraíso: a casi 900 metros del centro, en plena yunga tucumana; regala una vista panorámica de los cerros. Aquí se hospedan quienes llegan de Buenos Aires con motivo de la serie. Alrededor es todo verde, el color predominante en las primera imágenes que se ven del material en una pantalla. En una carpa blanca que se colma de periodistas, funcionarios, concejales, el equipo de la producción, empresarios citrícolas -que son quienes dieron financiamiento al proyecto, sin apoyo estatal- se realiza la conferencia de prensa de lanzamiento. En la previa se escucha Mercedes Sosa. Sobre la mesa hay limones, muchos limones, extendidos a lo largo. Al finalizar se convidan limonada y empanadas a las que se les puede poner limón. 

El clima es de alegría, como lo sintetizan las palabras de Machín: "Es una época muy triste. Encontrarse con esto da ánimos, ganas. Hay cosas que se pueden seguir haciendo, gente que sigue apostando. Se dice que 'no hay plata', pero hay ideas, cariño, contención, talento", expresa el actor, quien encarna al padre de Ana. "Este es un milagro laico. Es esfuerzo, amor. Me he encontrado con mucha alegría, el verdadero motor que impulsa que la cultura siga viva. No van a poder matar la cultura. La cultura somos nosotros. Nuestros actos, palabras y proceder", define, entre aplausos. En la conferencia se cuenta la historia del surgimiento de la serie. Todo comenzó en una "raviolada" que compartían Javier Noguera -exintendente de Tafí Viejo, periodista y productor general del nuevo emprendimiento-, la intendenta Alejandra Rodríguez y Cáceres, padrino del Festival Internacional de Cine de las Yungas, que se realiza hace nueve años.

La primera vez que él estuvo en la provincia fue para el rodaje de Gato negro, de Gastón Gallo. "Después, con un Estado presente, el INCAA me trajo para inaugurar un espacio que me tuvo como padrino y en este momento ya no existe, como el INCAA no está existiendo en un montón de otros espacios. Pero la semilla fue plantada. Con empuje, talento local, ganas y laburo estamos presentando esta serie", dice, en sintonía con Machín. La suya es una participación especial: interpreta a un porteño que llega a Tafí para vender "espejos de colores" y divide al pueblo. Cáceres resalta el trabajo que generan estos proyectos, no sólo para las personas involucradas directamente -en este caso, entre 150 y 200, la mayoría locales- sino también de modo indirecto. En el acto, conducido por el periodista David Correa, están presentes, también, la intendenta, Noguera, Pinto, Grandinetti, Rodríguez, Juárez y Prina. Todos los actores mencionan el difícil contexto y la emoción que produce filmar en estas condiciones.

En una época en que se han legitimado el odio y la violencia, Tafí viejo. Verdor sin tiempo cuenta una historia de amor entre jóvenes de dos clases sociales distintas, jugando un poco con lo que el espectador podría esperar de ellos: Mauro, de orígenes humildes y habitante de la Villa Obrera -zona todavía en duelo de lo que supo ser, como cuenta el actor protagónico a esta cronista-, tiene ideas libertarias. En tanto que Ana, de familia adinerada y privilegiada, es más bien progresista. "Los cruzamos para que se unan en el amor. Tal vez se trata de parar un poco la pelota, juntarnos más y transitar por las vías del tren, para arrancar", responde Pinto ante una consulta de Página/12 en la conferencia.

Para llegar a la que será la casa de los Urquijo, cedida por un empresario citrícola, hay que trasladarse al municipio de El Timbó, departamento de Burruyacú. La vista aquí es tan imponente como la de la hostería. Al ingresar a la finca se ve la rústica construcción de los caseros, rodeada de gallos, gallinas y un pavo. A lo lejos, algunos caballos. Frente a la coqueta casa de grandes ventanales, una enorme plantación de limones y la Sierra del Cajón. En este paisaje rural, de silencio y soledad, en un día nublado y con la presencia de molestos mosquitos (varios dicen que jejenes), se está filmando una escena en la que se encuentran los personajes de Cáceres, Machín, Prina (hermano de Ana) y Grandinetti, con vestuarios de colores terrosos. Sucede alrededor de una mesa redonda de madera colocada en el frente de la vivienda. La jornada será maratónica, como lo son todas (de 10 horas, generalmente). El clima anímico es parecido al de la conferencia. Se añade el humor que aportan los furcios en el detrás de escena: Machín dice "agasacar" en vez de "agasajar"; vuelve a trabarse en la misma línea, al pedirle a la empleada doméstica que traiga los refrigerios. Todos ríen en estas situaciones que descontracturan la monotonía de la repetición. A Pinto, que recorre con su cámara el riel circular que rodea a la mesa, se lo ve como un director decidido, práctico.

En las inmediaciones del barrio Lomas del Tafí, de 5 mil casas, construido entre los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se encuentra el Pozo de Vargas, el enterramiento de víctimas de la dictadura más grande de América latina, donde el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán recuperó los restos óseos de 149 personas, de las cuales 30 no pudieron ser identificadas. No se dice mucho de qué modo aparecerá en la trama, pero en una segunda temporada será locación de la filmación. También se filmará en los alrededores del Museo Ferroviario y los talleres -en los que ahora trabajan tan sólo 59 obreros, en cooperativa, haciendo tareas de reparación para el Belgrano Cargas-, completando la paleta de identidad que la serie, conjugando tradición y misterio, busca reflejar.