Desde Mar del Plata
“Lo maravilloso es que toda esta gente esté acá, acompañándonos, porque eso demuestra que estamos esperando a los 44 vivos, porque los esperamos vivos.” Luisa Rodríguez, la madre del suboficial Gabriel Alfaro, uno de los tripulantes del ARA San Juan, repitió la frase decenas de veces, ante los periodistas, ante los manifestantes que se acercaron a saludarla, y con sus palabras definió el sentido del “abrazo solidario” que centenares de marplatenses y turistas protagonizaron ayer frente a la Base Naval de esta ciudad. Los que estuvieron en el acto, que se extendió desde el mediodía hasta el atardecer, siguen alimentando la esperanza, a pesar de los diez días sin noticias del submarino, a pesar del desengaño y el pesimismo de algunos de los familiares, a pesar de los silencios oficiales y de los presagios. Aunque se anunciaba como marcha, no lo fue, porque más se pareció a un encuentro de peregrinos, con rezos, oraciones y una enorme cantidad de banderas argentinas, muchas de las cuales duplicaron la extensión del santuario que cuelga del alambrado perimetral de la base, sobre el Boulevard Marítimo.
Otro de los familiares que agradecían las presencias, los abrazos, los buenos deseos, era Malvina Vallejos, hermana del suboficial Celso Oscar Vallejos, radarista del submarino, y ella misma integrante de la Armada, igual que su padre, Oscar, nacido en el Chaco. Toda la familia Vallejos se había reunido, con rosarios, llantos, rezos y emoción cuando todos cantaron el himno nacional. Algunos de los coloridos rosarios habían llegado, como muestra de solidaridad, desde la cárcel de Batán. Fueron trabajados por los internos y llegaron “de parte” del obispo de Mar del Plata, Gabriel Mestre.
Todo fue calmo, sin cánticos, sin gritos, sin controversias, salvo un breve episodio generado a partir de la consigna “fuera yanquis”, que lanzó una mujer que fue acallada por muchos. El intento de rechazo a la ayuda enviada por el gobierno de Estados Unidos fue resistido porque los familiares valoran “los gestos solidarios de toda la comunidad internacional, sin excepciones”, señaló Luisa Rodríguez.
La concentración, que comenzó a las 12,30, fue concertada a través de las redes sociales y contó con el aval de unas 200 personas que habían participado el viernes de una prédica religiosa en la Gruta de Lourdes. Ese grupo, junto con algunos familiares, se quedó hasta tarde y en el acceso a la base, siempre “mirando al mar” donde están los 44, oraron por el regreso “sanos y salvos” de los tripulantes del submarino.
Alberto Espinosa, padre de Franco, cabo electricista del ARA San Juan, había llegado ayer, desde Jujuy, para saber “algo más” sobre su hijo. “Me vine con mi hija y con mi nieta, porque queremos saber qué está pasando”. Acorde con el clima que tuvo el acto, “soy muy optimista aunque las esperanzas cada vez son menores”. Desde hace dos años su hijo Franco se vino de Jujuy a vivir en Mar del Plata para estar cerca de la Base Naval. El joven de 33 años está casado y tiene una hija.
En la concentración se encontraba presente toda la familia de Celso Oscar Vallejos, tripulante del submarino. Su madre, Zulma Sandoval, tampoco pierde las esperanzas. Su marido, Oscar, retirado del servicio activo, estuvo muchos años cumpliendo servicio en la base marplatense. Zulma dijo que ella descarta “totalmente lo que se dice sobre que la Armada ocultó información”. Para la madre del suboficial Vallejos, “de ninguna manera está dicha la última palabra y estaremos hasta último momento aquí, con este acompañamiento”. Advirtió que “no se pueden estar echando culpas cuando todavía no se sabe lo que pasó; tenemos que esperar a que se sepa la verdad y después hablar”.
La mujer, en forma coincidente con el pensamiento de los familiares que se hicieron presentes –muchos salieron de la base, en la que están alojados, para unirse al acto–, consideró que el “abrazo solidario” es algo que “nos da mucha fuerza para seguir peleándola, mientras esperamos a esa gran persona que es mi hijo”. En tono confidencial, recordó que Celso navega desde que tenía 10 años porque él “ama el mar y los barcos, es feliz con lo que hace y por eso nosotros no perdemos las esperanzas”. En las redes sociales, el acto fue definido como un “Homenaje a nuestros 44 héroes” y esa sola mención hizo llorar a Zulma. Y luego les hizo una sola recriminación a los periodistas: “No sean duros con nosotros, comprendan nuestro dolor, que a veces nos lleva al silencio”.
“Los esperamos”, “fuerza”, “héroes”, “queremos que vuelvan pronto”, son algunas de las muchas frases que siguen alimentando, con pancartas, banderas argentinas y cartulinas estudiantiles, el santuario que se montó frente a la Base Naval. Hasta ahora, iba desde la puerta principal, a lo largo de dos o tres cuadras, hacia la Escollera Norte. Ayer, comenzó a crecer hacia el otro lado de la entrada, hacia el puerto. Ya pasa el límite de la enorme placa que recuerda que la base fue centro clandestino de detención durante la dictadura militar. Solo una pequeña pancarta de cartón tapa algunas letras de la placa. El resto se colocóo sin interferir la vista.
Entre los manifestantes estaban los familiares de las víctimas del hundimiento del buque pesquero Repunte, ocurrido en junio pasado en esta ciudad. Entre tantas banderas argentinas, flameaba también una que cargaban miembros del Centro de Residentes Bolivianos. Se estima que son unos 25 mil los bolivianos que viven en las zonas de producción de Batán, Sierra de los Padres y Chapadmalal. Sus voceros dijeron presente porque “nunca fuimos discriminados por los marplatenses”. Generosos, se olvidaron de las pintadas racistas del grupo nazi que lidera Carlos Gustavo Pampillón.