No resulta extraño, a esta altura, que una figura del jazz mundial elija una melodía folklórica argentina como una de sus favoritas. De las miles de versiones de “Alfonsina y el mar”, la del contrabajista israelí Avishai Cohen es uno de esos solos que nunca se priva de tocar en vivo. Acompañado de su enorme instrumento, percutido como si temblara, Cohen se anima a cantar la zamba en español con sus acentos e imperfecciones, y jamás disimula una sonrisa en cada fraseo pese a la impronta de lamento. Contagia una conexión atávica, de cuando su madre le cantaba canciones populares. Y toca y canta “Alfonsina” con un sentido lúdico al estilo de Cècile McLorin Salvant, otro gran nombre del jazz actual que acaba de visitar Buenos Aires.

En los foros de jazz internacional, nadie lo duda: lo eligen como el mejor contrabajista del mundo. Abrigado entre la tradición y la modernidad de nombres como Charles Mingus, Charlie Haden, Dave Holland, Ron Carter y Christian McBride, el de Cohen es un combo de excelencia técnica y deslumbrante sensibilidad en su riqueza de recursos. Pero no es sólo un enorme intérprete, algo que de por sí no abunda en el jazz del presente. Es, sobre todo, un exquisito seleccionador de repertorios, de grupos a los cuales lidera y de eclécticas influencias, con las cuales arrastra los límites del jazz a extremos que, en sus composiciones, nunca resultan forzados. Desde la música clásica a la latina, de canciones de cuna a standards, Cohen luce empapado de una gran cantidad de estilos, con resabios de la sabiduría de los géneros y que talló en experiencias con músicos como el pianista Danilo Pérez, la cantante de flamenco Sandra Carrasco, el trompetista argentino Diego Urcola o el percusionista Abraham Rodriguez Jr, con el que sacó el disco Iroko (2023).

Avishai Cohen (Foto: Andreas Terlaak)

“Hay un fuerte elemento de jazz pero me abrí a muchos sonidos diferentes desde una edad temprana, que también se pueden escuchar en mi música. Como los ritmos afrocaribeños, sonidos sefardíes y canciones folklóricas israelíes”, define Avishai Cohen al teléfono desde Nueva York, la meca del jazz a la que se mudó a sus 22 años desde Israel. El contrabajista, cantante y compositor prepara la valija para una nueva visita a Argentina, donde lo esperan cuatro recitales en Bebop Club entre el 3 y 4 de diciembre. Cohen, que se distingue como un promotor de jóvenes talentosos, llega con un trío fresco y versátil, con Guy Moskovich al piano y la baterista Roni Kaspi.

La historia de la joven israelí de 24 años es sumamente peculiar. En pleno confinamiento por el Covid, la desconocida Roni le escribió por Facebook y Avishai Cohen quedó maravillado por sus toques. Al poco tiempo la invitó a unas pruebas y esas fueron la base del primer álbum del trío, el flamante Brighlight (2024), que vienen a presentar a Argentina. Brighlight es una nueva performance de un bajo acústico que sale de las sombras y gana el primer plano, con Cohen como maestro de ceremonias de una orquestación tan melancólica como turbulenta entre música folklórica judía, improvisación, jazz, música clásica y latina. En el disco desfilan standards como “Summertime”, con ritmo de ska, una versión de balada del “Liebestraum Nr 3” de Franz Liszt, y una sesión que sacude el nervio urbano con “Roni’s swing”, dedicado a su joven baterista.

Se ríe cuando lo suelen confundir con el otro Avishai Cohen famoso del jazz, el trompetista que graba con ECM. Nacido en 1970, el contrabajista reconoce que su carrera se sacudió con una inesperada llamada de Chick Corea para formar parte de sus grupos: lo destaca como su gran maestro. Desde entonces el contrabajista, que aprendió a tocar su instrumento a los catorce años y estudió en la New School de Nueva York, publicó más de quince discos con su propio sello discográfico, Razdaz Recordz. Pero antes de Corea –y en el medio, colaboraciones con popes como Herbie Hancock y Bobby McFerrin–, hubo dos fuerzas centrípetas: Jaco Pastorius, a quien escuchó cuando después de unos intentos fallidos con el piano viró “furiosamente” hacia el jazz y, sobre todo, su madre. “Ella es descendiente sefardí y habla ladino, por lo que fui marcado por esa cultura. Mi madre y mi padre escuchaban música clásica y tradicional cuando era pequeño. Allí estaban nuestras raíces de España, Grecia y Polonia”, desliza, maravillado por las melodías “endiosadas” de la música sefardí.

Avishai Cohen (Foto: Andreas Terlaak)

Su contrabajo es de fabricación alemana: el modelo se llama Pfretzschner y fue construido en 1910. Suele usar un arco italiano artesanal para alternar con sus pizzicatos. Además de Danilo Pérez, con el cual admite haberse hecho “un baño de sonidos latinos”, alrededor de su figura pasó la tríada de pianistas compuesta por Shai Maestro, Elchin Shirinov y Nitai Hershkovits, como también el baterista Mark Guiliana y el saxofonista Antonio Hart. El carisma del israelí es conocido en todas partes: cuando cumplió sus cincuenta años, por caso, lo celebró con cincuenta conciertos en cincuenta países. Y con la Orquesta de Cámara de la Filarmónica de París cierta vez tocó en un festival bautizado con su nombre. “Todos los días practico con mi bajo, soy un hombre normal. Me gusta pasar tiempo con mis tres hijos pequeños, ir a pescar. No hay nada más placentero que estar cerca del instrumento y detectar algo cuando sucede. Un golpe, una cuerda, el origen de una historia”.

Las cosas, sin embargo, no fueron fáciles. Después de estar dos años en una banda militar, se trasladó a Estados Unidos y nadie quería sus composiciones. Tocó música en la calle, trabajó como obrero de la construcción. “Fue una gran decisión instalarme en Nueva York, así que no me iba a dar por vencido fácilmente”, recuerda. Otro mojón fue el impacto de su disco Seven Seas (2011), en el que incluyó canciones de cuna y suites, a los que agregó una filiación mediterránea y algo camarística en sus siguientes Duende (2012) y Almah (2013). Nada es lo que parece, dice, y en cada disco –luego vinieron, entre otros, From Darkness (2015) y Arvoles (2019)– encontró un desafío irrepetible. “Nunca se sabe adónde te puede llevar la música”, suelta, con aire enigmático.

Escuchar al contrabajista es entrar en dos movimientos que se complementan: un aire ciertamente melancólico, que con el contrabajo como arma de suspenso, vibra casi cinematográficamente; y otro más acelerado, tempestuoso, que parece llevarte todo por delante con una fuerza ancestral. En sus propias palabras: “El sonido no es algo que se pueda comprar ni forzar, simplemente va con uno. Así es como compongo: ser consciente de un sonido, de una forma de vida, de la naturaleza que hay en él”.

Avishai Cohen Trío se presenta el martes 3 y miércoles 4 en Bebop Club, Uriarte 1658. A las 20 y 22.30.