Ante una sala repleta, más de cien escritores se reunieron en el Teatro Picadero para una lectura colectiva de Cometierra (Sigilo, 2019), la novela de Dolores Reyes, a modo de desagravio tras la embestida ultraderechista contra el libro.
Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez, Martín Kohan, Hinde Pomeraniec, Félix Bruzzone, Fabián Casas, Cristian Alarcón, Liliana Heker, Juan Sasturain, Tamara Tenembaum, Federico Jeanmaire, Carlos Gamerro, Paula Bombara, Leonardo Oyola, Andrea Ferrari, Liliana Escliar, Kike Ferrari, Inés Garland, Mario Méndez, Julián López, Silvia Hopenhayn, Sergio Olguín, Marcelo Figueras, Horacio Convertini, Cecilia Szperling, Sol Fantin, Gabriela Cabezón Cámara y la propia Reyes son solo algunos de los que tomaron el micrófono para leer el libro que sectores conservadores tildaron de "pornográfico" y que forma parte del programa Identidades Bonaerenses destinado a las bibliotecas de las escuelas de provincia de Buenos Aires.
"Forma parte de lo que ellos llaman la batalla cultural, tratar de ir en contra de los valores de la cultura que hemos defendido tantos años -dijo el novelista Guillermo Martínez en diálogo con La Izquierda Diario-. Me parece que lo importante es generar los lugares de resistencia".
La Fundación Natalio Morelli es la que inició la caza de brujas -a la que se sumó, entre otros, la vicepresidenta Victoria Villarruel- contra la literatura que circula en las escuelas. Su titular es una militante antiderechos cercana a la diputada libertaria Lilia Lemoine y no aparecen registros públicos de su inscripción, tal como informó PáginaI12. "Si quieren leer ficción, que lean en sus casas", llegó a decir la titular de la ONG que denunció al director general de Cultura y Educación, Alberto Sileoni.
Pero el efecto del embate de la Fundación quizás no fue el que esperaban: hubo un boom en las ventas y Cometierra quedó en el primer lugar del ranking de la librería Cúspide, delante de La vegetariana, la novela de la reciente ganadora del Premio Nobel de Literatura, Hang Kang.
La novela de Reyes cuenta la historia de una joven del Conurbano que puede comunicarse con los muertos al comer tierra. En el texto se abordan temáticas complejas como los femicidios, la desigualdad, los vínculos familiares y la búsqueda de justicia.