Las subas en las tarifas de servicios que forman parte de una canasta habitual de consumo de la clase media, como el transporte, no deja resto para otros gastos pero además conlleva a reducir consumos esenciales. El ajuste a mansalva tiene doble efecto en el Gobierno de Milei. En el caso del subte se observa que la cantidad de pasajeros cayó 17 por ciento respecto del año pasado, lo cual en términos de viaje equivale a cerrar tres horas antes el servicio. Los pasajeros viajan mal (todavía no se renovó la flota de la línea B con asbesto) y ante los aumentos eligen otras alternativas de transporte o, simplemente, caminar para llegar a destino.

Los economistas hablan del ingreso disponible, un viejo concepto keynesiano que apunta a retratar el valor de los ingresos del consumidor una vez descontados los impuestos y otros gastos fijos (como transporte, electricidad, gas, luz, agua, expensas, alquiler y otros consumos difíciles de ‘ajustar’ aunque aumenten sus precios). La consultora del ex ministro de Economía Hernán Lacunza estimó que a septiembre de 2024 el ingreso disponible cayó 13,9 por ciento en un hogar promedio del AMBA., “El saldo disponible para otros consumos de las familias aún está seriamente afectado por la recesión”, apuntó.

La situación en Argentina pasó a ser tan delicada que las familias se ajustan inclusive en los gastos fijos: cuidarse en el consumo de gas y de luz, volver a vivir con los padres para ahorrar alquiler y expensas, aprovechar ofertas en el consumo de alimentos, etc. se han vuelto prácticas cotidianas. Tácticas para llegar a fin de mes.

Con el transporte pasa lo mismo, muchos usuarios del subte buscan alternativas más económicas, como el tren o simplemente caminar. Si bien el uso del subte en la capital porteña es muy difundido –por su comodidad en términos de frecuencia, aunque siempre se viajó mal: apretados y con asbesto-, ahora dejó de ser la primera opción para el viajero. En las estaciones menos vigiladas también puede verse el típico salto al molinete para poder viajar. Es que el pasaje aumentó un 500 por ciento en el año.

El Gobierno porteño postergó el aumento programado para el 1° de julio para agosto y luego al 1° de octubre por una supuesta actualización en el sistema informático, según explicaron en el boletín oficial. En el caso del ómnibus, el Gobierno Nacional aplicó dos aumentos en el boleto, en febrero y agosto, que también fueron postergados para evitar su repercusión en los índices de inflación.

Con datos oficiales del Gobierno de CABA se observa una caída en la cantidad de viajes en el subte del 8,3 por ciento mensual en junio, mes en el cual impactaron de lleno los dos primeros aumentos del nuevo cuadro tarifario. Una segunda caída de magnitud en 11,6 por ciento se produjo en octubre, tras la segunda actualización tarifaria y el contundente paro nacional del transporte del pasado 30 de octubre. En términos de cantidad de boletos esas variaciones refieren a entre 150 y 170 mil promedio de viajes diarios menos, que sería el equivalente a cerrar tres horas antes el subte.

Además, se realizan menos viajes también en comparación a un año atrás: un 17 por ciento promedio cayó la cantidad de viajes en el segundo trimestre del año contra igual período de 2023. Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado (Sbase) publica los datos oficiales del consumo de subterráneo en su página web.

Es que cuando empezó el año el boleto valía 125 pesos y ahora cuesta 757 pesos, equivalentre a un incremento del 500 opor ciento (se multiplicó por seis). Un derrotero que siguieron muy pocas variables de la economía. Tampoco los salarios. En cambio los colectivos aumentaron en febrero de 76,92 pesos a 270, y en agosto pasó a los 371,13 pesos actuales, lo cual da un 382,5 por ciento de aumento acumulado.

Hay un punto de contacto entre el aumento del subte, del colectivo y los demás “tarifazos” de la economía (por ejemplo prepagas, alquileres, colegios privados) : que ninguno de ellos se produce en un contexto de aumento de las inversiones para mejorar el servicio. 

Medidas de protesta

El pasado 30 de octubre se realizó el paro nacional de los gremios del transporte en rechazo del ajuste de Milei, el aumento en los boletos tras la quita de subsidios y el intento de privatización de Aerolíneas Argentinas. El paro fue de gran acatamiento, no se pudo viajar ni despachar mercaderías en tren ni en avión, tampoco en taxi, subte o barco. 

Únicamente circularon colectivos porque la Unión de Tranviarios Automotor (UTA) no se plegó a la medida de protesta liderada por la Mesa Nacional del Transporte, manejada por el moyanismo. El gremio de colectiveros pospuso su paro para el día siguiente, pero luego lo suspendió al llegar a un acuerdo con el Gobierno.

Luego, en el caso del subte, y apenas tres miércoles después de aquella protesta se decidió un cese de actividad durante la tarde del miércoles 20 de noviembre por la muerte de un trabajador de la red "víctima de cáncer de pulmón producto de la exposición al asbesto", según indicaron desde la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP -Metrodelegadxs). 

Según informaron desde el gremio que conduce Roberto Pianelli, el trabajador fallecido de nombre Jorge Navarro "integraba la lista de los 107 trabajadores afectados por asbesto reconocidos por la Superintendencia de Riesgos del Trabajo".

Se trata de "un mineral cancerígeno" que está "prohibidio en Argentina desde el 2003" pero que se usaba como "aislante" en las formaciones de la línea B, que es la que más pasajeros transporta a diario, unas "180 mil personas" informaron desde el sindicato. Las autoridades de la Ciudad tuvieron que reconocer la presencia de asbesto en los trenes luego de negarlo durante años, y en septiembre el jefe de Gobierno porteño anunció la compra de 174 coches cero kilómetros para renovar por completo la flota. Las inversiones no llegaron a tiempo.