A las nueve y media de la mañana, sobre la vereda del teatro Enrique Carreras hay una fila que da la vuelta a la esquina de Entre Ríos y Rivadavia. Todavía falta media hora para que abra la boletería que permite sacar entradas para Contracampo, la muestra de cine argentino que se realiza en paralelo a la edición número 39 del Festival Internacional de Mar del Plata, desde el viernes 22 y hasta el martes 26. Ficciones y documentales, cortometrajes, clásicos de cine argentino proyectados en fílmico y espacios de debate por la mañana integran la agenda de Contracampo, que atrae un público cinéfilo dispuesto a madrugar, esperar, y debatir. Pero sobre todo, alborota a la ciudad y a sus habitantes, cuya identidad local está inevitablemente relacionada, desde 1954, al festival de cine.
"No hubo ni siquiera una actividad publicitaria para los marplatenses. Para nosotros el festival empieza cuando se empieza a poner la cartelería en las calles, en los cines. Este año hubo una actitud de rebajar el nivel del festival, cosa a la que nosotros no estábamos acostumbrados", afirma Graciela, jubilada, que está en la fila junto con cinco amigas. Son marplatenses, y este año eligieron Contracampo por sentir que el festival oficial, que tantos años había transformado la ciudad, ahora les daba la espalda.
Organizado por un grupo autoconvocado de directores, productores, críticos y trabajadores del cine, Contracampo nació de un descontento de parte de la comunidad cinematográfica frente al "desguace programado" que lleva adelante la nueva gestión del INCAA sobre la industria. Treinta y dos películas argentinas contemporáneas de distintos rincones del país forman parte de la muestra, conformando un panorama que contempla varios modelos de producción (independientes, industriales y marginales), y diferentes criterios estéticos.
"La gestión actual del INCAA y su nueva “doctrina” (denominada así según sus comunicados oficiales), no contempla dentro de su esquema de posibilidades y plan de fomento la realización de ninguna obra cuya calidad no esté basada en su capacidad de competir en el mercado. Creemos que la formación de espectadores y el cultivo del deseo de las audiencias por ver Cine Nacional deberían ser una política de Estado y no sólo responsabilidad del sector audiovisual. Hoy el Festival de Mar del Plata, histórica ventana fundamental del INCAA para la divulgación de la heterogeneidad del cine argentino, corre riesgo de caer bajo esta misma lógica mercantilista", afirma el manifiesto que puede leerse en la web de Contracampo.
"Acá hay una escuela de espectadores, hay mucha gente que sigue siempre al festival. Pero este año yo tengo amigas que me dijeron "no voy a ir porque es cara la entrada". Si vos querés ver 50 películas, no las podés pagar 4.000 pesos cada una", dice Kitty, también marplatense y habitúe del festival. Otros años, el descuento de jubilados y estudiantes era del 50%. Ahora, el descuento es apenas del 20%, si el cine lo permite. La entrada de Contracampo sale $2500.
Santiago y Augusto vinieron desde CABA. Estudiaron en el ISER y suelen revisar la cartelera del Gaumont. Es la tercera vez que viajan a Mar del Plata para ver películas, pero este año eligieron Contracampo por el sistema de abonos, que permite ver todas las películas de la programación por $30.000. "La idea era venir al festival oficial, digamos. Pero cuando vimos los precios de las entradas, sumado a que el sistema no es muy bueno, siempre es un proceso bastante caótico, desistimos. Nos pareció más sencillo eso, y sorprendernos con las películas que veníamos a ver", afirma Santiago, aunque resalta que alguna que otra película los va a acercar, por fuerza mayor, al Auditorium, El Paseo o el Aldrey.
Mariela y Liliana hace más de diez años viajan cada noviembre desde Rosario pura y exclusivamente a ver películas. "Este año ya teníamos comprada la estadía y no sabíamos qué iba a pasar, si iba a haber festival o no. Y vinimos igual y no es lo mismo. En el otro festival no hay gente, o es toda gente grande, no hay toda la gente joven, no tiene la impronta de otros años. Acá es distinto, la variedad de gente, la energía", afirma una de ellas. Liliana se sintió decepcionada de que salieron de ver una película y no pudo votarla, como hizo años anteriores, como ganadora del voto del público.
"Lo hicieron como ellos quisieron. No de la manera que el público está acostumbrado. Es un festival de mucho renombre, lo digo por ser una persona grande y porque cuando vivía en Buenos Aires volvía a Mar del Plata a ver el festival. Entonces, me parece una mentira eso decir, bueno, esto es lo que pudimos hacer. Incluso estoy muy sorprendida de que trajeron gente con mucho dinero, artistas y eso, y no tuvieron presupuesto para otras cosas, como hacerlo más accesible a los marplatenses", afirma Graciela.
Originalmente un cine, el histórico teatro Enrique Carreras volvió a sus orígenes convirtiéndose en una suerte de pantalla de trinchera, donde se proyectarán hasta el martes películas que ya no consideran al Festival de Mar del Plata como su casa. A casi todas las funciones acompaña la película un director o un miembro del equipo de realización, que está presente en la sala conversando con sus espectadores y manifestandose de diversos modos frente a la situación del cine argentino. Pero quienes los guían a la sala son un grupo de jóvenes voluntarios marplatenses, en su mayoría estudiantes de cine, que desde las 9am hasta bien entrada la noche cortan boleta, reciben al público, desinteresadamente. O interesadamente.
"Cuando vi que buscaban gente me anoté para lo que sea. El simple hecho de estar, por más que sea de voluntario, es divertido y siento que a los estudiantes nos forma estar acá, por fuera de lo que es una clase. Es una medida de resistencia de la que quería formar parte", afirma Valentino, estudiante de la tecnicatura de Comunicación Audiovisual (o TUCA) de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y voluntario de sala. Como marplatense, tiene una estrecha relación con el festival, al que iba de chico, trabajó en él, y lo acercó al cine en su adolescencia.
"Yo creo que lo lindo era el encuentro de generaciones y de gente que veía cuatro películas por día, tres películas, dos, lo que sea, pero que iba al cine, que es lo más importante. Si la entrada está cara no sé cómo lo puede hacer. Mar del Plata es una ciudad cinéfila, que en noviembre siempre florece, pero que está todo el año", dice.
Lucía, también estudiante de Comunicación Audiovisual, dudó si ir este año al festival y al mismo tiempo ser parte de Contracampo. "No quiero ir, pero no quiero dejar de involucrarme o ceder esos espacios que en definitiva son nuestros. Es una disyuntiva" afirma.
A la pregunta de si se le pueden hacer preguntas, un espectador tiene una sola respuesta: "mientras no me impida ver la película". A la pregunta de por qué vino a Contracampo tiene, también, una sola: "yo no estoy de acuerdo con el desfinanciamiento del INCAA al Festival de Mar del Plata", dice, muy tranquilo, y se escabulle para meterse en el cine.
Las entradas de Contracampo para las funciones de ese día se compran en la boletería del teatro Enrique Carreras, a partir de las 10hs. La programación completa puede consultarse en su página web.