Todos los días me hacen la misma pregunta. ¿Cómo es posible que en un país donde se cultivó la Memoria, la Verdad y la Justicia, donde fueron atendidos con extremo cuidado los derechos humanos y perseguidos los delitos de lesa humanidad, la escalada creciente de la ultraderecha cuente con el apoyo entusiasta de los medios periodísticos masivos, los periodistas célebres, las redes sociales y actores y actrices célebres?
¿Siempre habían sido neofascistas o antes disimulaban y ahora salen del simulacro anterior? Para estas preguntas hay respuestas diversas.
Lo sorprendente es que todavía, a pesar de la extrañeza, aún se pueda ensayar algún principio de respuesta. Aunque obviamente la misma no agote la cuestión.
En primer lugar hay que tener en cuenta que el negacionismo que se ha expandido a partir de la pandemia se ha combinado perfectamente con el nihilismo actual que se venía preparando bajo las condiciones materiales del neoliberalismo.
Los puntos de anclaje históricos están destruidos y la verdad ya no funciona en las argumentaciones políticas. En la destrucción de los valores y su sustitución por la voluntad de poder ha intervenido decididamente la desaparición de la figura del Trabajador propia del capitalismo industrial. La fragmentación de lo social se alimenta de la imposibilidad de construir en cada uno una biografía plausible. Esta cuestión ofrece una gran oportunidad a los canallas.
Todos estos aspectos han generado un campo fértil para organizar la batalla cultural de las derechas con la premisa de que las izquierdas, el progresismo o incluso los proyectos auténticamente nacional-populares constituyeron meros caprichos de las clases medias y los universitarios.
Por todas estas razones, entre otras muy importantes que he mencionado en otros lugares, observamos que periodistas, medios públicos de gran presencia, actores y actrices famosos, promueven sin pudor el neofascismo,
Cómo si aún estuvieran en un tiempo histórico anterior en donde apoyaban a la derecha liberal. Aunque en situaciones donde el grotesco neofascista se extrema y a muchos los trabaja por instantes la duda, rápidamente vuelven a la genuflexión sistemática, incluso rindiendo honores hacia aquello que los humilla a ellos mismos, situación con la que no encuentran ningún inconveniente ético. Para ellos siempre el odio al momento político anterior es el refugio desde donde creen que estarán a salvo del severo juicio histórico que merecen y que seguro llegará.