Testigos presenciales revelaron que el jueves pasado, el día que el prófugo Fabián Pepin Rodríguez Simón volvió a la Argentina, tras pasar fugazmente por Comodoro Py, se hizo presente en el restaurante conocido como Jockey Club Bistró, en Cerrito a unos metros de la coqueta avenida Alvear. Pepín entró acompañado por el exministro de Justicia de Mauricio Macri, Germán Garavano, con quien integraban la mesa judicial que, según la acusación, coordinaba la persecución de opositores durante el gobierno del PRO. Lo curioso es que en otra mesa almorzaba el integrante de la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz, quien se levantó para darle un sentido abrazo a Pepín. Seguramente habrá recordado que el operador judicial impulsó la ilegal designación de Rosenkrantz y Horacio Rosatti, por decreto y en comisión, para que integraran la Corte Suprema. La maniobra, de la que Macri tuvo que retroceder y finalmente ambos fueron votados en el Senado, se intenta repetir este fin de año: Javier Milei amaga con otro decreto para llevar al máximo tribunal a Ariel Lijo y a Manuel García Mansilla.

El dato del almuerzo entre Pepin y el ex ministro Garavano produjo una enorme cantidad de comentarios. El diputado Eduardo Valdés reaccionó casi con una consigna “no hay ficha limpia con justicia sucia”. Valdés señaló que “los mismos legisladores que se desentienden de los tres años y medio que Pepin estuvo prófugo, quieren proscribir a CFK que siempre estuvo a derecho”.

Leopoldo Moreau enfocó las cosas desde otro ángulo: “se habrán reunido para repasar la nómina de causas que todavía los camaristas macristas tienen para limpiarle a Macri. También puede ser que hayan repasado la nómina de diputados decididos a darle a esa camarilla la herramienta de ensuciar la ficha limpia de sus oponentes”. Moreau hace referencia a las causas judiciales contra Macri -parques eólicos, peajes, las decenas de millones de dólares que blanqueó su familia de manera ilegal- que tienen poco y nada de movimiento en Comodoro Py.

El regreso de Pepin, con eximición de prisión, es un hecho imposible de imaginar en cualquier país. Rodríguez Simón estuvo escapado en Uruguay y, como es obvio, su situación implicaba “peligro de fuga”, porque, de hecho, se fugó. Sin embargo, cuando tenían todo listo para darle un lugar VIP por unas pocas semanas en el Servicio Penitenciario Federal, que hoy está en la órbita de Patricia Bullrich, la jueza María Servini aceptó una garantía de 3.200 millones de pesos para que volviera tranquilo, en libertad, a almuerzos de lujo de en Jockey Club Bistró. Por supuesto que no puso ese dinero: sólo se dejó en garantía, se establece una especie de hipoteca, una propiedad de José Torello, otro integrante de la mesa judicial. 

A todo esto hay que agregar que la Corte Suprema le pidió a Servini la causa judicial hace un año y medio y sigue ahí, en el cuarto piso del Palacio de Tribunales, sin que la Corte haya hecho nada de nada. O sea que Servini ni siquiera le puede tomar declaración indagatoria a Rodríguez Simón porque no tiene el expediente. Lo hará por una causa paralela y menor. Seguramente muchos recordarán aquella foto, publicada por la periodista de Página/12, Irina Hauser, en la que Rosenkranz aparece en la boda de la hija de Pepin. En la toma también se ve a Torello. 

Cartón lleno.