Joan Manuel Serrat estuvo nuevamente en Rosario. En esta ocasión, para ser parte del Festival Fontanarrosa, por los 80 años del Negro. Justamente la misma edad que tiene el Nano, quien cumplirá 81 el próximo 27 de diciembre. Ahora regresó, casi como una leyenda viviente, y estuvo en el teatro El Círculo acompañado por el escritor Eduardo Sacheri. Se sentaron ante una mesa redonda, acompañados por dos réplicas de Mendieta. La charla se desarrolló con once temáticas, representadas con las camisetas de un imaginario equipo de fútbol.

Pasaron muchos años desde su primera visita a Rosario, cuando cantó en los carnavales de Gimnasia y Esgrima, y era más conocido como El noi del Poble-sec, el chico de Pueblo Seco, por el barrio obrero de Barcelona donde vivió su infancia. Luego deleitó a los rosarinos con muchos otros conciertos, hasta su retiro de los escenarios en el año 2022.

Roberto Fontanarrosa dio el puntapié inicial, al proyectarse el video de su memorable discurso en el Congreso de la Lengua Española, de hace veinte años, con su irrisorio análisis sobre las “malas palabras”.

Serrat y Fontanarrosa sostuvieron una duradera amistad, y el cantautor catalán recordó: “Con el Negro nos conocimos en el Mundial de 1982, donde jugaron Maradona y Kempes. Con Menotti hice buenas migas y me invitó a ver el partido inaugural en el banco de suplentes. Perdió Argentina con Bélgica y temí por el concepto que tendrían de mí los argentinos, que me tilden de mufa. Luego fuimos a un bar y estaba lleno de argentinos, tristes. Acodado en la barra estaba aquel tipo, silencioso, barbudo, negro. Empezamos a conversar y nunca paramos. Él era muy sugestivo, era bastante feo pero daba el tipo, tenía un halo de belleza”.

“En 1983, con la democracia, vine a cantar a Rosario y fui a la casa del Negro, que vivía en Alberdi. Disfrutamos de algún asado muy bueno, que no hacía él por supuesto. Cuando entré en la casa, me senté y nos pusimos a ver un partido de fútbol. Todo transcurría en silencio, porque a los que nos gusta el fútbol lo vemos sin hablar. En un momento, se escuchó el llanto de un niño. Nadie se movía. Está llorando el niño, le dije al Negro. Y me respondió: ‘Sí, es mi hijo. Cuando abrió los ojos y vio que estaba en Rosario arrancó a llorar y nunca paró””, contó Serrat, entre risas.

Respecto al vínculo que lo une con Rosario, el cantante afirmó que “en Barcelona, cuando voy por la calle me paran los rosarinos y me dicen que son muy amigos del Negro. Si hubiera que anotar cuantos habitantes tiene Rosario en función de eso, esta ciudad sería Nueva York. Me hace muy feliz haber sido amigo del Negro, seguir siendo fiel a su memoria y a su recuerdo. En un mundo tan volátil, la memoria del Negro sigue viva en los corazones de la gente”.

“De la mano del Negro, yo conocí a Caloi y tuve más relación con Quino. Una serie de amigos en mi vida, que lamentablemente ahora no podré saludarlos, ni compartir vinos y alegría”, rememoró el Nano.

Consultado por Sacheri sobre la relevancia que le da al humor, el compositor explicó: “Mi núcleo de amigos en Argentina eran dibujantes, con un gran talento y sentido del humor. El humor es fundamental en la vida, que tiene bastantes razones jodidas para no dramatizarlas más de la cuenta. Lo único importante en la vida es morirse. Los humoristas siempre han sido perseguidos, por los curas y políticos, por ejemplo. Solo se salvaban los bufones”.

Claro que Serrat también habló sobre sus orígenes artísticos: “Empecé a leer poesía a los diecisiete años, por una novia que tuve. Me hizo descubrir unos libros que se publicaban en Argentina, por editorial Losada, que en España eran casi clandestinos. Allá leíamos a Machado, Miguel Hernández, que no eran bien vistos por el Régimen. Yo aprendí a leer poesía con Bécquer, culpa de mi novia, que le gustaba que leyéramos juntos, aunque yo tenía otras ideas con ella”.

“Yo nunca aspiré a escribir poesía. La poesía es un género literario, pero es algo que está en el aire, hay que saberla ver y atrapar. En la medida que uno se acerca a la lectura, crece la capacidad de descubrir la poesía. Es poético lo que la naturaleza nos brinda. Sin embargo, los pájaros y los árboles no escriben poesía”, sostuvo el cantante.

Sobre su relación con Argentina, el Nano expresó: “Tengo mucho amor por este país, quise entrar en las tripas de su historia, de sus contradicciones. La importancia que han tenido mis canciones en la vida de la gente crearon un sentimiento, que va más allá de la relación del artista con el público. Cuando todos querían el pasaporte español, yo quería el argentino”.

“Cuando llegué a Argentina fue deslumbrante, estaba ocurriendo el Cordobazo. Luego sabemos lo que pasó, un genocidio espantoso, la juventud y el pensamiento quedaron desnudos, en la muerte o el exilio. Hace poco esos años parecían muy lejanos, pero ahora no lo parecen tanto. Ahora la prensa es considerada enemiga del pueblo, cuando debería ser libre y plural”, analizó Serrat.

Interrogado sobre su vida actual, el catalán bromeó: “No me duele nada, pero duele todo. Me han arreglado con cirugías. A mí me van a enterrar de a pedacitos. Sigo viviendo bien, no me someto a dietas. Me gusta nadar, porque el agua es un estado fantástico donde el cuerpo flota. Es muy aburrido nadar, yo todavía nado y me pongo a cantar, porque sino me aburro. Eso sí, miro bien para no chocarme la pared”.

Y haciendo un breve balance de su vida, contó: “No es que no haya cometido errores, pero no tengo historias graves para arrepentirme. Quizá no supe cuál era el camino que debía tomar, pero siempre supe qué camino no debía tomar. Yo he sido muy afortunado por la familia que me tocó. Con mi mujer llevo cincuenta años, tengo hijos y nietos, y no es algo que lo haya planeado”.

Ya en el final de la charla, el siempre comprometido Serrat aseveró: “La educación y la salud deben ser públicas. Existe un pensamiento público, con una definición de país público que tendrían que respetarse. Dentro de la democracia, debe haber tolerancia, respeto al derecho ajeno a manifestarse”.