Mi abuela era una mujer muy sabia. Para casi todos los temas tenía una frase. Una que repetía con frecuencia era “no hay mal que por bien no venga”. Esta semana pensé mucho en ella cuando me enteré de que la novela Cometierra, de Dolores Reyes, fue el libro más vendido en Argentina. Desde su publicación en 2019 hasta hoy se imprimieron ya más de 70.000 ejemplares. Y actualmente está agotado en muchas librerías.

Era lógico que sucediera, es de manual: basta que quieran prohibir algo para que eso se transforme en objeto de deseo. Acá en Argentina tenemos una vasta experiencia en este tipo de maniobras. Recuerdo que Gerardo Sofovich solía hablar mucho de lo que ocurría con el cine censurado: cada vez que prohibían películas, la gente hacía largas filas para verlas. Gerardo me contaba que cuando se filmaban películas con escenas que podían ser censurables, casi siempre se anticipaban a la situación haciendo dos tomas: una para ser emitida en Argentina y otra, para el exterior. Para las de afuera se incluíanlos topless o las escenas más subidas de tono que acá no iban a pasar: hecha la ley, hecha la trampa.

Tan institucionalizado estaba el acto de censurar, que hasta existía un organismo específico, el Ente de Calificación Cinematográfica, a cargo Miguel Paulino Tato. Tato fue conocido luego como el Señor Tijeras, un personaje temido en plena dictadura militar. Mantenía una relación muy estrecha con la cúpula jerárquica de la iglesia católica y las fuerzas armadas. Desde que fue creado en 1968, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, y hasta su disolución en 1983, el Ente de Calificación Cinematográfica prohibió y ordenó recortar 727 películas, la mayoría de ellas desde el golpe del 76 hasta la derrota en la guerra de Malvinas. Imaginen lo conocido que era que hasta Sui Generis le había dedicado un tema que se hizo famoso, Las aventuras del Señor Tijeras.

Una de las historias que recuerdo de Tato fue con la película de Alberto Olmedo y Susana Giménez. El título original era Mi novia, el travesti, pero Tato se opuso tajantemente porque no podía aparecer en cartelera la palabra “travesti”. Así de ridículos eran los argumentos. Se apelaba a la moral y a las buenas costumbres. La promocionaron como “Mi novia el…”.

Por suerte, esa etapa nefasta de nuestro país quedó en el pasado y hay cosas que no queremos repetir: la convocatoria hecha por diferentes escritoras y escritores a una lectura colectiva de Cometierra en defensa de la cultura y contra la censura es el fiel reflejo de eso. En medio de la polémica, este sábado 23 de noviembre, en el teatro Picadero, se reunieron destacadas figuras de la cultura nacional como Claudia Piñeiro, Fabián Casas, Carlos Gamerro, Martín Kohan, Gabriela Cabezón Cámara, Tamara Tenenbaum y Enzo Maqueira, entre otros, para repudiar las declaraciones de la vicepresidenta Victoria Villarruel y otros funcionaros públicos haciendo lo que éstos no habían hecho: leer los libros.

Podemos discutir con argumentos, ideas, intercambio de opiniones y sobre todo, con respeto, pero lo que no se puede hacer es mentir o tergiversar. Lo digo por experiencia propia: la semana pasada me vi involucrada en una fake news armada con muy mala intención. El episodio ocurrió luego de que yo fuera de invitada a una entrevista a Cenital con Ernesto Tenenbaum y María O’Donnell. La había pasado genial, fue una hermosa charla en la que tocamos diferentes temas de actualidad. A los días, comenzó a circular en redes un video donde se me ve diciendo que Cometierra es extremadamente tierna y que les muestra a las infancias otras realidades. ¡Esto es falso! En la entrevista completa, se puede ver que el libro al que hago referencia no es Cometierra sino Trans-formando la ESI, publicado porEditorial Sudestada. Las personas que leen mi columna semanal lo pueden buscar en mi entrega anterior. No es la primera vez que vemos circular falsas noticias entorno a la controversia de la colección de libros de identidades bonaerenses. Esa es la batalla cultural de la derecha: dominar la cultura que detestan y anularla. Lo hacen sin un discutir ideas, dar debate, ni mucho menos, argumentar. Muy parecido a lo que hacía Tato, el censor.

En ese momento, el Estado usóel recorte y ocultamiento, ahora están apelando a la mentira y a la ignorancia. No sé realmente cuan atrás nos quedó la época de la tijera, pero lo que no cambia es el resultado de estas medidas: el tiro sale por la culata.