La UNSAM presentó un informe sobre muertes violentas en San Martín, que recopila y analiza información estadística sobre homicidios, suicidios, muertes en accidentes viales y hechos de violencia institucional en ese partido a lo largo de los últimos tres años, 2021, 2022 y 2023 y establece esas conclusiones.
Se trata del informe “Morir”, producido por el núcleo de estudio sobre violencias”, de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (EIDAES), que lleva la firma de los sociólogos José Garriga Zucal y Eugenia Caravaca. Ambos académicos intentan, con suerte dispar, que su producción sirva como insumo para la formulación de políticas públicas locales o al menos de aporte a la discusión.
El estudio muestra que los suicidios y las muertes por accidente vial están invisibilizados como problemas, al menos en comparación con los homicidios dolosos. Frente a esto, refleja la necesidad de contar con estadísticas oficiales sobre violencia institucional, hoy inexistentes, y por otro lado también apunta a ser un disparador para repensar el uso de armas reglamentarias por parte de miembros de las fuerzas de seguridad, cuando están fuera de servicio.
De acuerdo al estudio, en 2020 se produjo un pico de 48 homicidios dolosos, que bajó a 38 en 2021, a 28 en 2022 y se mantuvo en esa misma cifra el año pasado. San Martín es uno de los partidos bonaerenses con una tasa de homicidios superior al promedio provincial.
El partido del noroeste del conurbano tiene una tasa de 6,33 homicidios por cada cien mil habitantes, que lo ponen sólo por detrás de José C. Paz con 7,9 y por delante de Tres de Febrero, con 6,11. El ranking nacional de conglomerados urbanos lo encabezan Rosario, con 20,7 y Santa Fe Capital con 10,8 y Tucumán Capital con 7,5.
En esa misma tabla, ocupan puestos altos dos cumunas de la ciudad de Buenos Aires. La 4, que integran los barrios de La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya, con 9,14 homicidios cada cien mil habitantes, y la 7, conformada por Parque Chacabuco y el exteso barrio de Flores, con 7,42.
En otro informe, aún inédito, al que tuvo acceso Buenos Aires/12, se afirma que esos números son coherentes con un fenómeno que se observa en distintos países: las tasas más elevadas de homicidios se observan en zonas de alta actividad del narcotráfico, como México y Centro América. En cambio, las tasas bajas se dan en zonas donde lo más frecuente son delitos contra la propiedad (robos, hurtos y lesiones) y suelen ir acompañadas de procesos y discursos denominados "de victimización".
A pesar de que las cifras se mantienen altas respecto del promedio provincial, otro informe de los mismos autores destaca que la caída de los homicidios dolosos en los últimos años es superior a la general: de 2019 a la fecha cayó alrededor de 27 puntos.
Las primera conclusión que resaltan los autores del estudio, es que hay dos problemas invisibilizados, el suicidio y las muertes por accidente vial, ya que sus cifras son similares a las de los homicidios dolosos. Estos, como contrapartida, se encuentran altamente expuestos a nivel de discursos mediáticos.
“El suicidio y los accidentes viales muchas veces son, por las políticas públicas y los medios de comunicación, desatendidos en términos comparativos con los homicidios dolosos”, afirma en diálogo con Buenos Aires/12 Garriga Zucal, quien a su vez arriesga una hipótesis. “La violencia es una mercancía. Dentro de ese universo, el homicidio doloso es una mercancía más vendible y más valiosa en comparación con otras”.
El otro punto que destacan es la falta de estadísticas oficiales sobre violencia institucional, ya que para construir los datos debieron recurrir a instituciones como la Comisión Provincial de la Memoria (CPM) y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que muchas veces difieren entre sí.
“De todos modos, podemos decir que incluso con estos aportes (cuyos números no son siempre coincidentes) se vuelve imperiosa la necesidad de generar números públicos sobre violencia institucional que nos permitan pensar más en profundidad sus recurrencias”, afirman al respecto.
A la vez, dearrollaron el concepto de "mala víctima", para designar aquellas víctimas que no importan. "Ladrones, detenidos y encarcelados son víctimas que no importan" y repiten una frase de los organismos: "nadie se suicida en una comisaría". Por último, destacan que gran cantidad de muertes se produce cuando un agente de seguridad, estando fuera de servicio, es víctima de un intento de robo y se defiende con su arma reglamentaria.
"Es algo habitual en todas las fuerzas que los policías lleven las armas aunque no estén de servicio. La diferencia es que, en la Policía de la Ciudad o la Bonaerense, tienen muchas más ocasiones de disparar que, por ejemplo, en La Rioja o Tierra del Fuego. La Policía de Seguridad Aeoportuaria lo resolvió guardando las armas, aunque es bastante más difícl de implementar en una fuerza más grande", ejemplifica Garriga.
Estos estudios se inscriben dentro del campo denominado sociología de la violencia, que nació en los noventa, para abordar desde ese aspecto las consecuencias de las transformaciones estructurales que generó el neoliberalismo en el mundo, y creció en las últimas décadas. Uno de sus referentes es el francés Lois Wacqant, autor de textos como "Las cárceles de la miseria", "Castigar a los pobres" y el más reciente "Dominación racial".