"¿Para qué sirvió el peronismo?" Esa fue la pregunta matriz que se hizo Hernán Brienza para titular su nuevo libro, el vigésimo segundo en su dilatado trayecto. Las respuestas por supuesto no están soplando en el viento sino en las 230 páginas que el periodista y escritor se toma para contestar su duda cardinal. “El título expresado en verbo pasado es como un llamado de alerta, porque el peronismo está en crisis y si no la supera, puede fenecer”, alerta Brienza en charla con Página/12, días antes de presentar ¿Para qué sirvió el peronismo?, este martes 26 a las 18.30, en la Librería del Fondo (Costa Rica 4568) con Pedro Saborido, Julia Rosemberg y Ricardo Forster como invitados. “Estoy convencido que el peronismo está en una crisis muy profunda, que no tiene que ver solo con una interna política o con el desafío a una conducción, sino también a una forma de pensarlo y repensarlo 20 años después de la hegemonía kirchnerista, que dio respuestas a la crisis del 2001. El peronismo, digo, puede o bien transformarse en un partido sin misión histórica, o bien superar esa crisis y dar las respuestas que la sociedad necesita, como lo hizo en varios momentos a lo largo de su vida".

-De momento no estaría en condiciones de dar esas respuestas, según tu visión. ¿Cuál sería el motivo?

-Que lo que está ofreciendo es un Estado de Bienestar para el siglo XX. Es decir, para un modelo de sociedad que está vinculado a la familia, al trabajo no atomizado, al trabajo de fábrica, y eso no da respuestas al mundo actual, el de las nuevas tecnologías. El peronismo tiene que volver a explicar qué significan la justicia social, la independencia económica y la soberanía política en el siglo XXI. Es algo que me preocupa no solo como politólogo sino también por mi identidad peronista.

-¿Otra preocupación?

-La violencia política y el mal en la política.

-¿Qué aspectos de esa violencia, de ese mal?

-La desigualdad en el trato para con el peronismo, por ejemplo. Existe sobre este una estigmatización y una deshumanización que no hay sobre otras identidades políticas. Aún cuando haya brutalidades, corrupciones, violencias en otras fuerzas políticas, las del peronismo siempre son estigmatizantes y estigmatizadoras. Hay una acusación siempre latente que no ocurre sobre otras dirigencias. Este es uno de los grandes problemas de la Argentina, el de la otredad. Y el peronismo es como la gran otredad en el sistema político argentino.

-El hecho maldito del país burgués de Cooke, vos lo estarías traduciendo como “el extranjero” dentro del sistema político argentino.

-De hecho, fue esta la principal preocupación que me llevó a escribir este libro. Por supuesto, no somos pocos quienes entendemos al peronismo al revés, sobre todo si se lo adhiere al federalismo del siglo XIX. El Estado Nación se estructuró en función de los principios del liberalismo del siglo XIX con su lógica de civilización y barbarie, y, cuando emergió el peronismo, esa Argentina establecida no lo soportó y perdió con los golpes de Estado del '55, del '76. Esto es muy sintomático de la Argentina hegemónica, establecida.

-En un momento te metés con otra polémica que se ha suscitado dentro del Movimiento Nacional en los últimos años: la disyuntiva entre puros –o algo así- y “progres” ¿Cuál es tu postura al respecto?

-Pienso que el peronismo no es una esencia. Por eso “la” pregunta no es qué es, sino qué está siendo, como pensaba Rodolfo Kusch. Así es como aplica la doctrina a una situación real dada. Siempre hay una tensión entre los valores y el pragmatismo al que obliga la correlación de fuerzas, o las modernizaciones del momento. Me parece que este es un buen método para pensar al peronismo respecto de la lógica entre doctrina y pragmatismo. El peronismo no es pureza sino que se caracteriza por la mezcla, por el maridaje. Por eso, todos aquellos que lo quieren llevar a una pureza, tanto los doctrinarios como los progresistas, se equivocan. Cuando alguien dice que otro no es peronista, el que deja de ser peronista es quien lo dice.

-Dedicás muchas páginas a descifrar qué y cuáles son las fantasmagorías que envuelven al movimiento nacional. ¿Por qué tanto énfasis en ellas?

-Porque explican qué cosas no es el peronismo.

-Una de ellas pasa por aquella alquimia que se intentó entre marxismo y peronismo en décadas pasadas a partir del último Cooke, Hernández Arregui o el “Colorado” Ramos.

-Queda lejos eso de conjugar marxismo y peronismo, salvo para algunos que no se han dado cuenta. Esto lo digo con respeto, porque el marxismo ha sido una gran fuente de inspiración para la emancipación de los pueblos.

-¿Habrá que dejar de hablar de derecha e izquierda por dos años?

-(Risas) De hecho, promediando el libro digo que el peronismo no es ni de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario.

-“El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido”, citás del Leopoldo Marechal de Megafón o la guerra, al final de tu libro. Bella pista si las hay para encontrarle una salida a la crisis del peronismo que preocupa.

-Los ensayos que él escribió y la politización de Megafón o la guerra hacen de él uno de los intelectuales más profundos del peronismo. De hecho, creo que hay un peronismo marechaliano que hay que estudiar a fondo, porque puede haber algo en él que dé respuesta a la crisis, sí. Cuando la crisis no se puede resolver desde lo pragmático, debería resolverse desde la literatura o quizá desde la metafísica, como lo abordó Marechal.