La sublimación es un concepto descripto por Sigmund Freud como uno de los destinos posibles de la pulsión. Se trata de un proceso psíquico mediante el cual áreas de la actividad humana, que aparentemente no guardan relación con la sexualidad, se transforman en depositarias de energía libidinal (pulsional). De este modo, la práctica del arte y las actividades intelectuales son ejemplos del proceso sublimatorio. El prestigioso filósofo italiano Franco Berardi se referirá a cómo se puede repensar el concepto de sublimación en este mundo cambiante y vertiginoso del siglo XXI. Lo hará en la Conferencia inaugural del 62° Simposio "El Psicoanálisis del Nuevo Mundo. Permanencias, Transiciones, Mutaciones", organizado por la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), que se desarrollará en paralelo al 52° Congreso de la institución. Será el jueves 28 de noviembre a las 13 en una extensa charla en modalidad virtual que el autor de El tercer inconsciente sostendrá con el doctor Marcelo Toyos, Secretario Científico de APA. 

"Para alguien que se ha formado desde su primera infancia en la esfera conectiva; es decir, en una esfera en que la relación está mediada por impulsos electrónicos, la misma percepción de lo real se ha reconfigurado. La realidad fisica sigue existiendo como algo embarazoso, pero ha dejado de ser el objeto primario de la inversión deseante. Real no es la carnalidad erótica, el contacto fisico. Real es la reacción dopaminérgica al estímulo virtual. Por consecuencia, el concepto mismo de sublimación tiene que ser repensado", admite Berardi en la entrevista con Página/12. "La hipersemiotizacion de la experiencia cotidiana y de la misma formación cognitiva ha desplazado el objeto del deseo. El deseo se forma en un campo semiótico, no en la relación con los cuerpos. Me parece que se puede hablar de una hipersemiotización del deseo que está produciendo una desexualización de la experiencia afectiva en su conjunto", plantea Berardi. 

-¿Qué entiende usted por “patologías de la psique colectiva”?

-En 1919, Sandor Ferenczi, un psicoanalista de la primera generación freudiana, dijo una frase que podríamos repetir hoy: "Los psicoanalistas somos quizás capaces de curar una neurosis individual, pero no tenemos herramientas conceptuales ni terapéuticas para enfrentar una psicosis de masa". El trauma producido por la Primera Guerra Mundial, y también por la pandemia de 1919 estaba produciendo monstruos psico-culturales que se manifestarían en las décadas del nazismo, stalinismo, fascismo. Hoy tenemos el mismo problema que Ferenczi, pero la situación psico-social es completamente diferente. Tenemos el mismo problema porque no sabemos cómo enfrentar, cómo curar una psicosis de masa que se manifesta como sufrimiento depresivo epidémico y se manifiesta como pánico. Por consecuencia, este sufrimiento busca formas de extroversión agresiva de la energía psíquica. Pero el contexto psico-social es diferente porque la sociedad de 1919 era joven, enérgica y tenía grandes ideales, aunque contradictorios. La sociedad occidental de hoy es senescente, deprimida, impotente a nivel politico y a nivel psico-sexual. La fragilidad del organismo deriva de su aislamiento sensorial, y de la exposición a la aceleración del ritmo de la atención, la aceleración de la estimulación neural sin objeto fisico. Todo eso es el nuevo territorio cognitivo. No estoy seguro de que debamos seguir hablando en términos de psicopatología. Mejor sería hablar de una reconfiguración cognitiva del organismo consciente, y por consecuencia de una reconfiguración cognitiva del inconsciente. No sólo el psiquismo está en redefinición, la misma actividad cognitiva se estructura. Algunos (como la psicoanalista francesa Catherine Malabou) hasta llegan a afirmar que la mutación ha modificado el mismo funcionamiento neurológico del organismo humano. Lo que los psiquiatras llaman "depresión" (la afección masiva número uno del nuevo siglo, según las estadísticas) se podría leer como un "comportamiento de adecuación", de quita, de retirada, de desrealización, como intento de escapar de la ferocidad del juego social.

-¿Cuáles son, a su entender, los miedos que la humanidad actual enfrenta?

-Hay miedos reales y miedos fantasmáticos. El miedo real más comprensible es a los efectos de la mutación climática, que se está desarrollando de manera aparentemente imparable. Pero hay miedos fantasmáticos, como el miedo de la gran migración, el miedo que los colonizadores del pasado sienten frente al desplazamiento masivo de los que están sufriendo los efectos de la colonización. Pero lo que me da más miedo a mí es la explosion de la ignorancia, que puede desencadenar agresividad.

-¿Por qué cree que la afectividad y la sexualidad están cambiando según líneas que el psicoanálisis ya no puede interpretar? ¿Cómo imagina, entonces, una solución terapéutica a esta problemática?

El pensamiento psicoanalitico se forjó en una sociedad marcada por la represión del deseo, la sociedad de la que habla Freud en El malestar en la cultura. Con el giro neoliberal en la economia y el giro tecnológico de la conectividad ubiqua hemos experimentado una sistémica intensificación de la estimulación del deseo, pero también una descarnalizacion del deseo. El inconsciente freudiano, que yo llamo primer inconsciente, corresponde a la sociedad burguesa fuertemente territorializada del capitalismo industrial. El segundo inconsciente corresponde a la sociedad acéntrica, rizomática y reticular en que el flujo de la Infosfera se multiplica y acelera constantemente. Yo creo que después de la pandemia hemos entrado en una tercera dimensión del inconsciente: el inconsciente del agotamiento, de la senilidad generalizada, de la depresión que puede evolucionar como deserción.

-¿Cuáles son los riesgos que observa en el hecho de que la generación digital renuncia cada vez más a la sexualidad?

-¿Riesgos? Francamente no veo riesgos. Lo que me parece ver es una reconfiguracion del régimen del deseo. La desexualizacion es paralela a una semiotización del deseo. El erotismo se reconfigura como esteticismo extremo post-carnal. Además, la desexualizacion me parece como parte de una estrategia inconsciente del organismo colectivo que lleva a la extinción dulce del género humano. Por ejemplo, la desexualizacion se presenta como un verdadero programa político en la actuación del movimento feminista surcoreano 4B: no matrimonio, no parto, no citas y no sexo con hombres. El denatalismo se va configurando como estrategia de deserción, como rechazo femenino a generar las víctimas del infierno climático y de la guerra nuclear que se presentan como perspectivas inevitables del futuro.

-¿Cómo analiza los cambios que implica la tecnología digital sobre la percepción humana? ¿Influye también en el razonamiento?

-La transformación digital conectiva ha producido efectos de mutación en el aprendizaje lingüístico, en la intensificación del ritmo de estimulación y de respuesta semiconsciente. Por consecuencia, la relación entre percepción, elaboración lingüística y racional se modifica. Repito que no se trata de identificar los cambios como patologías (más o menos contemporáneas). Se trata de cartografiar una mutación de la cognición. Según Catherine Malabou, podemos hablar de modificación del mismo aparato neurológico.

-¿Cómo observa el desplazamiento de la comunicación desde la relación empática hacia el terreno de la comunicación conectiva?

-El concepto de empatia implica la capacidad de reconocer el comportamiento lingüístico y afectivo del otro como algo que refleje nuestro propio comportamiento. Vittorio Gallese, el neurocientífico italiano que ha escrito en colaboración con Paolo Virno, habla de neuronas espejo, en el sentido de una capacidad cognitiva de identificación con el otro. Pero esta capacidad se funda sobre una estructura fundamental de la cognición que se ha formado a través de la relación primaria del infante con la madre, o con otra persona que introduce el niño al lenguaje. El aprendizaje lingüístico y afectivo siempre se ha realizado a través de la relación con una voz singular, que sea de la madre o de otra persona. Si cortamos esta forma de aprendizaje, si reemplazamos la voz singular con una máquina lingüística (lo que está aconteciendo para las últimas generaciones) la dinámica de la empatía es destrozada en su raíz. Una verdadera epidemia de autismo, una tendencia hacia la incompetencia afectiva se está delineando. Probablemente esta es la mutación más radical que el género humano nunca ha conocido. Es una mutación tan radical que yo no creo que podamos hablar de humanos, cuando hablamos de individuos que se han formado lingüísticamente en relación a una máquina numérica.

-Usted también ha expresado que “la pantalla es el lugar de la seguridad, pero es también el lugar de la anestesia, de la ablación de la sensualidad”. ¿Existe la posibilidad de revertir esa adicción a las pantallas? Hoy uno viaja en el transporte público y la gente no se mira ni se habla, están todos en su mundo con los teléfonos celulares…

-La pregunta es: ¿hay posibilidad de revertir esta tendencia? Mi respuesta tiene que ser ambigua. Antes que nada, respondo que no hay manera de revertir una mutación cognitiva. La generación que ha aprendido más palabras por una máquina que por la voz de la madre o de un ser humano cualquiera no puede revertir la génesis de su ingreso en la esfera del lenguaje. La mutación cognitiva se ha realizado, no podemos volver atrás porque hay una generación que se ha formado cognitivamente en una dimensión de homologación numérica del significado, de anempatía de la comunicación. Una condición en que la interpretación de los estímulos informativos no puede ser ambigua, no puede ser afectiva, porque tiene que ser instantánea y funcional.

-Suele decirse que la tecnología democratiza porque ofrece opciones a todos los estamentos sociales. ¿Cree que un uso desmedido de la tecnología como el que se está experimentando puede promover un “totalitarismo del siglo XXI”?

El totalitarismo del siglo XXI no es algo de mañana, no es un peligro más o menos lejos. El totalitarismo del siglo XXI está totalmente desplegado en la revolución reaccionaria global liderada por Trump, Milei, Orbán, Modi, y Giorgia Meloni. Es un totalitarismo bicéfalo: de un lado, se funda sobre la demencia de una población senil que no puede aceptar su agotamiento y su impotencia, y de una juventud que ha perdido la capacidad de conjunción solidaria. Del otro lado, se funda sobre la proliferación de dispositivos tecno-lingüísticos que tienden a automatizar lenguaje y comportamiento. Esto modelo reaccionario tiene un carácter que lo asimila al fascismo del siglo pasado, pero al final no es la misma cosa porque el fascismo era una expresión de un mundo joven, de una época en que la expansión era posible. Hoy, al revés: esta forma reaccionaria, que llamaremos “trumpismo”, es la expresión de una sociedad senil, que ha perdido sus energías. Una sociedad que no tiene perspectivas de expansión, y al mismo tiempo tiene miedo de la migración como si fuera una invasión al revés.

-Usted ha señalado que la depresión “no es sólo un fenómeno psicopatológico, sino también una forma de adaptarse a una realidad social cada vez más solitaria y competitiva”. ¿Cómo cree que se puede revertir esto en las sociedades actuales que le hacen culto al individualismo y que han perdido el valor de la solidaridad?

-Como ya he dicho, la depresión masiva puede leerse como adaptación a una condición de una hiperexplotación de las energías nerviosas, y al mismo tiempo como un intento de romper todas las relaciones con el ritmo acelerado y competitivo del entorno info-productivo. La única solidaridad que me parece posible hoy es la solidaridad entre desertores, personas que -individualmente o colectivamente- se alejan de toda participación en el juego social.

-Usted dijo que el Mayo del 68 “nació del aburrimiento”. ¿Por dónde pasaría una revolución hoy en día? ¿Y qué puede nacer de sociedades cada vez más violentas?

-No puedo imaginar una revolución, hoy. Puedo imaginar una insurrección; esto sí, una revuelta convulsiva sin estrategia como fue el estallido chileno del 2019. Pero no me parece que existan las condiciones subjetivas de una revolución porque debido a la desterritorialización digital los trabajadores viven en una condición de individualización, de aislamiento, de competencia continua. Y porque la nueva generación está cognitivamente fracturada, fragmentada, tendencialmente incapaz de actuación colectiva, si no es mediada por la máquina numérica de conexión. Naturalmente puedo equivocarme, espero equivocarme. Pero creo que debemos imaginar el futuro como una condición sin posibilidad de emancipación revolucionaria, en que la sola forma de autonomía es la deserción, no sólo desertando la guerra, sino también desertando el consumismo, el trabajo, y sobre todo, la procreación. El denatalismo, el rechazo a generar las víctimas de un futuro infernal me parece la forma más grande, más comprensiva de la deserción actual y futura.

-¿La aceleración del modo de vida contemporáneo que propone el mundo capitalista, donde no hay espacio para la pausa, ¿atenta contra el tiempo necesario para pensar? ¿Vivimos en una sociedad irreflexiva y carente de capacidad crítica?

-La capacidad crítica no existe como algo natural. Es el producto de condiciones comunicacionales históricamente determinadas: la escritura, la lectura, la lentitud del discurso escrito… Las condiciones en que vivía la sociedad burguesa de la Modernidad. Estas condiciones han sido casi totalmente destrozadas por la aceleración de la información, y sobre todo por una condición de formación lingüística en que el cerebro se forma con la máquina lingüistica universal, sin contacto formativo con la voz singular de la madre…En estas condiciones creo que la capacidad de distinguir entre bien y mal, entre verdadero y falso se está extinguiendo.

-Si la Modernidad vino a imponer el dominio de la razón como ordenadora del mundo, ¿cuáles son los factores que intervienen en el gobierno de un mundo irracional?

-El ordenamiento del mundo hoy es vinculado a la formación del autómata cognitivo global. Un autómata que incorpora las competencias racionales del humano, pero en una dimensión separada de la intensidad existencial. Pero el autómata vive en una relación de exterioridad con el caos de la existencia real, del ambiente planetario y de la sociedad. Caos y automatismo son dimensiones diferentes, separadas, pero al mismo tiempo interdependientes del mundo futuro, si un mundo futuro existirá, y no estoy seguro. 

*Información del Congreso y del Simpsosio de APA en www.apa.org.ar