Por estos días, el Centro Cultural municipal que desde 2013 lleva su nombre se viste de portal en el tiempo para festejarle los 80 a Roberto "Negro" Fontanarrosa, ausente con aviso desde el 19 de julio de 2007. Con un hermoso mural permanente por China del Río, desde donde el octogenario contempla la plaza Montenegro con mirada pensativa, y exposiciones y actividades, Rosario conmemora al humorista que aún la representa.
"Cuando un poeta muere, nace una estrella en el cielo", leyó Valeria Schapira el sábado desde un texto paródico del Negro, iniciando con Tomás Quintín Palma la conducción de "La mesa infinita", en un escenario montado ante la explanada del CC Fontanarrosa. Un dron en ese mismo instante sobrevoló a la multitud: cuatro estrellas, de dos colores distintos. Las imágenes obtenidas se proyectaban en pantalla, entre fotos de archivo del viejo bar El Cairo, que en estos días nos recibe dibujado en tamaño natural al estilo de Fontanarrosa.
El bar de los encuentros, la nostálgica ambientación en una de las salas de la planta baja, es obra de los artistas Leonardo García y Pato Cassanello. Familias enteras se sentaban a descansar de la caminata en sillas que imitaban las del antiguo bar, completo con su teléfono público dibujado. "Antes había teléfonos públicos", tuvo que explicar al público uno de los oradores, el periodista deportivo Horacio Pagani, desde el escenario convertido en mesa infinita de amigos con mozo del viejo El Cairo incluido, con moñito y todo, papel que desempeñó con gracia el actor Roberto "Negro" Moyano.
"Me informaron que pasaste ochenta noches con el Negro Fontanarrosa", disparó Schapira. "Sí, pero en camas separadas", le retrucó Pagani, corresponsal de Clarín en más de un mundial de fútbol junto al Negro por varios hoteles del mundo. Nadie se rió. Sí deleitó su anécdota de un encuentro casual en el aeropuerto de Dallas entre el equipo de corresponsales y un Diego Maradona solitario a las 4 de la mañana. Fontanarrosa se acercó a hablarle y pronto se fueron arrimando todos. Al final, Pagani le avisó al astro que salía nota. "No grabamos nada, pero somos diez", le aseguró al Diez.
Antes de él, habló Daniel Divinsky, lúcido y cargado de años. Director de Ediciones de la Flor, Divinsky fue el primer editor de Fontanarrosa. Recordó su pésima ortografía y su particular caligrafía, que el editor en vano se esforzó por imitar en las correcciones que tuvo que hacerle, liquid paper mediante. Recordó el sobre inmenso con dibujos que le hizo llegar por correo aquel colaborador de la revista Hortensia que había llamado su atención. La serie de libros de humor gráfico se interrumpió con la dictadura militar y el exilio de Divinsky, a quien el Negro le hizo otro envío ni bien recobrada la democracia. Pero esta vez eran cuentos. "También, unos errores de sintaxis tremendos", se quejó.
Otro de los invitados, el relator deportivo Alejandro Apo, hizo gala de su oficio leyendo un ensayo cómico de Fontanarrosa sobre el sonido de los nombres de los arqueros en el relato deportivo. El actor Pablo Picotto, que sostuvo en escena por 17 años junto a Federico Simonetti la obra El mundo ha vivido equivocado, basada en textos del Negro, rememoró novelescas madrugadas en las giras por el interior. El humorista Tute, hijo de Caloi, recordó a ese tío gracioso que jugaba con él y sus hermanos a imitar las peleas de los Titanes en el ring (otra referencia que hubo que explicar para evitar malentendidos).
La periodista rosarina Micaela Ramírez comentó elogiosamente una comedia teatral de Dali López, Borges y Fontanarrosa en un bar del paraíso. Completaba el cupo femenino de la mesa de oradores la periodista deportiva Carolina Coscarelli. La noche se iluminó al aparecer un radiante y carismático Mex Urtizberea, actor y músico que elogió al hijo del Negro, el bajista Franco Fontanarrosa, además de mostrar en pantalla un dibujo de puño y letra del Negro Fontanarrosa donde su personaje Boogie el Aceitoso, retratado con ágiles trazos, le dice: "Mex, te odio". Costó explicar la ironía del afectuoso regalo.
La noche hasta entonces venía un poco caída, renegando todos encima con el sonido, que mejoró al instante (se volvió atronador, más bien) ni bien comenzaron a subir a escena los músicos: el dúo Matilda, el dúo Mamita Peyote y la solista Mery Granados. Era una agradable noche primaveral que aprovecharon grupos de amigos jóvenes para sentarse a escuchar en la plaza. Mientras tanto el Mendieta, gigante e inflable souvenir de una Feria del Libro anterior, subido a la terraza del edificio cual gatuno Godzilla inofensivo, desplegaba en su blanco pelaje coloridas proyecciones de arte abstracto animado, creadas por Hernán Roperto. El perro parlante que acompañó durante años al otro personaje insignia del Negro, el gaucho Inodoro Pereyra, "El renegáu", también se exhibe intervenido en la planta baja en un proyecto colectivo de 2010, iniciativa de Dante Taparelli, que (conservación mediante) refleja la escena artística de entonces.
Fontanarrosa te la cuenta, la muestra del segundo piso con curaduría de Judith Gociol y arte urbano por Vualá (hijo de otro "Negro" inolvidable: el artista plástico Raúl Gómez) expresa en su diseño de montaje por Luciana Tessio la contradicción que lo aquejaba entre cultura popular y alta cultura, categorías representadas en los dos colores de su amado equipo local de fútbol, Rosario Central: paneles de azul y graffiti para lo popular, dorado y marcos barrocos para la solemnidad literaria.
Se lo ve al Negro en una foto del Congreso de la Lengua de hace 20 años, sin corbata ni saco y con la vista perdida en el espacio, en la punta de una mesa de señorones trajeados. Una riqueza entrañable de material de archivo se exhibe en esta muestra, que abruma desde lo sensorial a menos que uno se detenga en los detalles: detalles tales como los originales de los primeros chistes (malos) de humor negro del Negro, inéditos de adolescencia, dibujados en tinta azul de lapicera estilográfica en papeles encontrados. Uno de ellos lleva impreso un premonitorio "Día del Escritor".
O la ampliación de una historieta de autoficción que comienza: "El día que yo me muera quedarán mudas las gomas 'H', pondrán a medias las Dos Banderas" y termina: "Los dibujantes pasan, los dibujos quedan". Esto dice Boogie mientras se aleja caminando junto a Don Inodoro luego de haber matado al autor, quien los amenazaba con una goma de borrar. La mamá que con paciencia le tuvo que explicar a su hijito qué era una goma de borrar y para qué servía, pudo al menos llevarse de recuerdo una postal con el cuadrito clímax y una goma de borrar.
Además están a la venta sus libros en el espacio Mele Bruniard, se exponen las revistas de humor donde colaboró, hay teatro, habló Serrat, y mucho más. Pero la tarea no es fácil. Como intuyó Gociol, hoy hay que explicar la ironía y la parodia. ¿Logrará el Festival Fontanarrosa transmitir su legado a las nuevas generaciones de nativos digitales, podrá atravesar las barreras de la corrección política para contagiar su humor? Continuará...