Si una de las intenciones de la muestra de cine argentino Contracampo, que se realiza en Mar del Plata hasta el martes 25, es la de funcionar como espejo invertido de lo que ocurre en paralelo en el 39° Festival internacional de Cine de esta ciudad, el panel que tuvo lugar este domingo por la mañana fue una muestra clara de esa voluntad puesta en acción. La charla se desarrolló bajo una consigna en forma de pregunta, “¿Qué festivales necesitamos?”, que un grupo de invitados, conocedores del asunto, intentaron responder a través de más preguntas. La cita fue en la librería El Gran Pez, ubicada en Santiago del Estero 2052. 

Durante los días previos, los organizadores de Contracampo comunicaron que el actual presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), el economista Carlos Pirovano, y los directores artísticos de Mar del Plata, Jorge Stamadianos y Gabriel Lerman, habían aceptado la invitación a participar del encuentro. La noticia generó entusiasmo por parte de la comunidad audiovisual, que colmó el espacio con la esperanza de habilitar un diálogo abierto en torno a las gestiones del organismo y del festival. Una oportunidad para escuchar los argumentos de sus responsables, pero también para expresar los propios, cara a cara y con franqueza. Pero lo que hubiera sido un acontecimiento de gran relevancia, sobre todo si se piensa que el gobierno de Javier Milei y sus amanuenses no tiene al diálogo entre sus herramientas favoritas a la hora de hacer política, se convirtió en decepción

Poco antes del inicio de la actividad se supo que tanto Pirovano como Lerman y Stamadianos finalmente no participarían. “Lamentamos que no estén, porque hubiera sido muy bueno hablar con ellos y no solo entre nosotros”, expresó la productora Clara Massot, en representación de Contracampo. “A nosotros nos parecía bien, pero después hubo unas declaraciones públicas de Pirovano que nos dejaban en un lugar incómodo. Nos preguntamos: ¿cómo podemos dialogar con una persona que hace apenas 24 horas dijo cosas que van en contra de lo que debe ser el director de un Instituto de Cine, cuya función es defender y promocionar las películas argentinas, pero que termina burlándose de la producción nacional? Nos pareció violento de muchas formas, pero no por eso dejamos de aceptar que venga. Simplemente no podíamos dejar de expresar que estabamos un poco shockeados por esas declaraciones. Que era bienvenido, pero que también su presencia como director del Incaa podía atraer un caudal de gente mucho mayor para una estructura pequeña y que no podíamos hacernos cargo de lo que pudiera suceder. No porque pudiera haber reacciones violentas, porque no creo que eso fuera a ocurrir, pero él interpretó que no contábamos con la seguridad necesaria, dejando de nuestro lado el hecho de que finalmente no viniera”, completó. 

Los dichos a los que Massot hizo referencia son algunos de los que Pirovano realizó durante su visita al canal de stream libertario Carajo, liderado por el militante mileista Daniel Parisini, alias Gordo Dan, el mismo que la semana pasada se mostró al frente del lanzamiento de la agrupación Fuerzas del Cielo, a la que definió como “el brazo armado de La Libertad Avanza”. Hasta ese espacio se acercó el presidente del Incaa para hablar del comienzo del Festival de Cine de Mar del Plata, donde utilizó expresiones agraviantes contra el cine argentino. En medio de risas y con actitud cómplice, entre otras cosas Pirovano le dijo a sus entrevistadores: “Si se portan mal les voy a pasar un continuado de las 100 películas que vieron menos de 1000 personas. ¡Esa es una gran tortura!” 

Entre quienes se acercaron a El Gran Pez para asistir a la charla se encontraba la productora de una de esas películas que el Gobierno demoniza cada vez que puede: no habría estado mal que Pirovano hubiera podido conversar con ella. En ese estricto sentido, la iniciativa terminó sintiéndose como una oportunidad perdida para establecer un diálogo público con quienes, y por tres años más, tienen a su cargo las decisiones que marcarán el futuro inmediato del cine argentino. 

Si bien no funcionó como cónclave, los panelistas hicieron aportes en torno al lugar, la identidad y la función que deben cumplir los festivales. Entre ellos estuvieron el exprogramador de Mar del Plata Goyo Anchou; el director artístico del festival de cine LGBT+ Asterisco, Diego Trerotola; el crítico Juan Francisco Gacitúa; la gestora cultural Oriana Castro; la directora del festival de animación y arte digital Bitbang, Bárbara Cerro; y Joaquín Almeida, uno de los responsables del Festival Internacional de Cine Independiente de La Plata Festifreak. 

Las referencias a Mar del Plata fueron una constante. “La forma en que se gestiona el Fondo de Fomento es históricamente injusta y el Festival de Mar del Plata ha sido un espacio de nivelación de esas asimetrías”, reflexionó Anchou, para quien el festival “le ofrece a las películas la posibilidad de acceder a un público genuino”. Para él, el hecho de que el festival haya decidido aumentar el valor de las entradas de $400 en 2023 a $4000 en 2024 habla de “una mirada mercantilista que no entiende lo que representa un festival como Mar del Plata". Finalmente, Anchou propuso buscar puntos de consenso “con buena leche, para entender al otro”, y “organizarse para que, cuando pase toda esta locura, tengamos un plan para cambiar las cosas”. 

Por su parte, Castro señaló que el cine argentino tiene una diversidad en la que se manifiestan distintas necesidades y que "eso se traduce en la cantidad de festivales que existen a nivel nacional”. Sostuvo que el de Mar del Plata siempre tuvo una identidad fuerte vinculada a la identidad contradictoria de una ciudad como esta, tan compleja en términos sociales y políticos. Y recordó que antes el festival marplatense “tenía el Programa País, que permitía que estudiantes de cine de toda la Argentina se encontraran acá. Había una territorialidad que se fue perdiendo y me pregunto qué van a decirnos ahora, cuando el festival tenga que comunicar las salas vacías” al final de esta edición. “Creo que tenemos que volver a apropiarnos del festival”, dijo Castro, “porque es parte de nuestra identidad. Por algo cumple 70 años y es el padre de tantos festivales”. 

Enseguida, Trerotola hizo una defensa del cine minoritario, las famosas películas que supuestamente "nadie ve", y enarboló la idea de los festivales como "experiencia formativa". "Cuando yo era chico no existían festivales de cine, hasta que a mediados de los '90 volvió el Festival de Mar del Plata, sin el cual hoy no habría otros festivales, incluido el Bafici", afirmó. En la misma línea, Almeida insistió sobre el carácter formativo de los festivales de cine, "en el sentido de que permiten ir descubriendo y compartiendo saberes y conocimientos". "Hoy la palabra compartir parece revolucionaria", sentenció.