“La bruja ya no vuela hacia el sabbat en su escoba. ¿Pero acaso no sigue presente la superstición entre nosotros? ¿Existe alguna diferencia entre la bruja de ayer y la clarividente de hoy? Ya no quemamos ancianas pero, en cierto modo, ¿no son también miserables? Y la mujer con histeria que se comporta de manera extraña, ¿no nos sigue resultando enigmática? Hoy en día, confinamos a esas mujeres en sanatorios o, si es rica, en una moderna clínica. Y allí, la ducha terapéutica ha sustituido a las torturas de tiempos pasados. Pero el enigma del Diablo continúa, y, sin duda, quedará sin resolver hasta que muera el último hombre o mujer”. El texto precedente cierra, en forma de intertítulos, el gran ensayo cinematográfico del danés Benjamin Christensen: el largometraje silente Haxan (1922), también conocido como La brujería a través de los tiempos. Un recorrido por la historia de los conceptos y resonancias de la brujería y, en particular, el de las hechiceras; asimismo, una denuncia de las diversas inquisiciones medievales que, vistas con ojos contemporáneos, cometieron un auténtico genocidio de género en territorio europeo y algunos países americanos.

Haxan es apenas una entre decenas y decenas de títulos que Brujas, el nuevo largometraje de la realizadora británica Elizabeth Sankey, utiliza como material de base para construir un documental que, de alguna manera, dialoga con el clásico de Christensen, aunque centrándose en una cuestión puntual muy presente en la agenda contemporánea: la depresión post parto y su versión extrema, la psicosis disparada en la madre luego del nacimiento de un hijo. Sankey, que además de directora es la cantante del dúo pop indie Summer Camp, ya había utilizado los mecanismos del found footage (el trabajo con fragmentos de otros films, aunque resignificados) en Romantic Comedy (2019), documental en el cual las imágenes de la comedia romántica de ayer y hoy se sumaban a un coro de voces que analizan sus bondades, deméritos e influencia cultural. Brujas, que ya está disponible en la plataforma Mubi, sigue la misma estructura, aunque con una diferencia sustancial: el relato en primera persona de la propia Sankey, cuya maternidad primeriza fue acompañada de una depresión clínica que debió ser tratada meticulosamente. Es ella misma quien narra su propia historia en off y delante de la cámara, acompañada de otras mujeres que atravesaron el mismo trance, amén de una historiadora y especialistas en medicina psiquiátrica. Finalmente, claro está, las imágenes de un centenar de películas, del exploitation de los años 70 a las brujitas adolescentes de los 90.

MALA MADRE

Una mujer camina hacia el cadalso antes de ser ejecutada por un inmisericorde inquisidor; un grupo de chicas practica las artes blancas de la brujería; la famosa Bruja Mala del Oeste hace de los suyo en la famosa versión Technicolor de El mago de Oz; las “brujas” de Onibaba, el mito del sexo esperan ansiosas la llegada de nuevos soldados a los cuales asaltar. De Mark of the Devil a Cuando arden las brujas, de Las Brujas de Eastwick a Las brujas de Salem, de Hechizada a La máscara del demonio, de Suspiria a El bebé de Rosemary. Las escenas se suceden mientras Elizabeth Sankey comienza a narrar su historia y a proponer algunas hipótesis. Pero, ¿qué fue lo que la llevó a componer este ensayo que se abre a cuestiones de las cuales no se suele hablar? O de las cuales, cuando se habla, se lo hace casi siempre en voz baja, con vergüenza y temor. “Siempre me encantaron las brujas. Me parecen un arquetipo muy fuerte en nuestra sociedad. Han encarnado una manera de asustarnos y controlarnos, de enseñarnos cómo no debemos comportarnos. Al mismo tiempo, la idea del aquelarre es una imagen muy fuerte: un grupo de mujeres unidas por un sentido de comunidad. Empoderadas, de alguna manera”.

Sankey comparte con Radar algunas impresiones sobre un personaje nacido en la más lejana antigüedad y que persiste hasta el día de hoy, bajo diferentes formas y con diversos sentidos. “Mi película anterior, Romantic Comedy, utilizaba fragmentos de films de manera similar, y con Brujas me parecía que ese era también el mejor medio de explicar lo que me ocurrió. De alguna manera, como alguien que estuvo internada en un pabellón psiquiátrico, me siento privilegiada, ya que la mayoría de las mujeres que pasan por esa situación no tienen la oportunidad de hacer una película sobre el tema. En lo personal, fue una manera de reencontrarme a mí misma. O de encontrarme con esta nueva versión de mi persona. Finalmente, y esto no es menor, me dio la posibilidad de pasar horas y horas viendo películas sobre brujas. Esa fue la mejor parte de todas, la que más disfruté. Porque además de ver los films escribí notas e investigué sobre cuestiones puntuales referidas en los diferentes títulos. Fue muy reconfortante, mientras lograba salir de la enfermedad, ver a todas esas mujeres portándose mal o simplemente comportándose de manera extraña”.

“Hace tres años di a luz a mi hijo. Menos de un mes después estaba internada en un hospital psiquiátrico. Me aterra pensar que si hubiera vivido hace varios siglos se me habría considerado una persona mala, una bruja. Pero eso ocurrió hace 400 años. ¿Por qué aún hoy hay tan poca consciencia acerca de estas enfermedades?” La voz en off de Elizabeth Sankey prepara el terreno para el relato de sus padecimientos, el descenso a una depresión imparable y aparentemente indestructible que la llevó incluso a tener pensamientos negativos acerca de su persona y hacia su hijo recién nacido. Ninguno de los médicos cercanos parecía dar en la tecla y fue recién cuando se puso en contacto con un grupo de mujeres que habían pasado por situaciones similares (o mucho peores) que la realizadora pudo hallar la solución al problema, luego de ingresar a un centro psiquiátrico especializado en trastornos post parto. Brujas hace hincapié en el hecho de que el Reino Unido cuenta con una veintena de instituciones de esa naturaleza, comparándolas con las dos o tres que existen en todo el territorio de los Estados Unidos. “No sé cómo será la situación en Argentina, pero es interesante investigar cómo las diferentes sociedades ofrecen aspectos diferentes alrededor de las madres de recién nacidos. Hay lugares, como Sierra Leona, donde la comunidad más cercana se ocupa de muchas cuestiones, de tal manera que la madre simplemente debe alimentarlo. En Francia existe el cuidado infantil gratis para todo el mundo desde el día del nacimiento. La religión también puede jugar un rol importante en la manera en que las madres son tratadas, y cómo se lidia con estas situaciones”.

EL CAMINO DE LA HECHICERA

Hablando precisamente de datos y estadísticas, Sankey confirma una cifra que es revelada en Brujas: en el Reino Unido, el suicidio es la principal causa de muerte durante el período post parto. “Eso incluso con todo el apoyo del estado en términos de tratamientos e instituciones especializadas”. Y entonces surge un tema central en el film: el modelo de madre, estandarizado hasta el infinito y más allá. “Es un modelo ideal de maternidad que ha sido impuesto a las mujeres desde que las mujeres existen. Es algo que se puede ver en la película durante el segmento de los juicios a las brujas. Tenemos que ser perfectas, tenemos que ser buenas madres. Una idea muy específica de qué implica ser una buena madre. Eso es algo muy dañino. Tengo la esperanza de que eso cambie gradualmente y se adquiera la consciencia de que hay muchas maneras de ser madre”. Hay otras dos tesis que Sankey propone a lo largo de Brujas. La primera está ligada a la manera en la cual la creciente preponderancia de los médicos hombres en el Medioevo desplazó las prácticas milenarias de las mujeres, especialistas en curaciones botánicas y en asistencia durante el parto, muchas de ellas acusadas de brujería y echadas a la hoguera por practicar las artes diabólicas. La segunda es aún más inquietante, y está relacionada con el hecho de que, al menos en Gran Bretaña, los “cazadores de brujas” no utilizaban en gran medida la tortura física que usualmente se asocia con la época de la Gran Inquisición -el potro, la pera vaginal, la doncella de hierro, el aplasta pulgares- como herramienta central para obtener confesiones.

“En Europa fueron asesinadas 50.000 mujeres como consecuencia de los juicios por brujería. Pero muchos historiadores comenzaron a descubrir cosas muy interesantes al revisar todo el material oficial de la época. Por ejemplo, en Inglaterra estaba prohibido hablarles a las brujas, y las ponían en situaciones que hoy serían consideradas tortura, como mantenerlas despiertas o hacerlas caminar sin parar. También se usaban técnicas de intimidación. Pero también existieron muchos casos de mujeres, que acababan de ser madres, que iban a confesar motu proprio, afirmando su sospecha de que eran brujas, ya que tenían pensamientos negativos sobre sus hijos y pensaban que podían llegar a lastimarlos. No fueron la mayoría de los casos, porque en general se trataba más de reprimir y castigar a las mujeres ‘liberadas’, una represión más del tipo político. Pero existieron casos de ese tipo particular, que se analizan en el film, y seguramente se trataba de mujeres esquizofrénicas o que sufrían algún tipo de psicosis post parto. Fue muy shockeante para mí y para las otras mujeres que participaron de la película, porque llegamos a la conclusión de que de haber nacido en esa era seguramente hubiéramos ido a confesar que éramos brujas. Y con gusto hubiésemos pedido que nos mataran”.

Detrás de Elizabeth Sankey cuelga un poster apócrifo de una secuela de Romantic Comedy titulada “When Harry Met Salman Rushdie”. La realizadora se apura a comentar que se trata del regalo de una amiga, una broma interna que nunca tuvo visos de transformarse en una realidad cinematográfica. De haber existido, sin embargo, esa película ficticia seguramente hubiera seguido el proceso creativo usual. “Lo primero es ver muchas películas, cortar los fragmentos útiles y ponerlos en carpetas prolijamente ordenadas en la computadora. En paralelo, me entrevisto con la gente que me gustaría que participe del film y leo muchos libros, investigando distintos aspectos del tema en cuestión. El comienzo de la escritura del guion está muy cerca de mis pensamientos y opiniones. En el caso de Brujas, ya en pleno montaje, grabé la voz en off y comencé a poner en orden los clips y las entrevistas. El primer corte era más largo y contenía muchas más entrevistas, pero eso fue destilando hacia una versión más precisa, con una estructura de tres actos, que de alguna manera sigue mi derrotero para convertirme en una bruja. Un derrotero clásico, el camino del héroe”.