Desde Roma

Con una ceremonia realizada en la Sala Regia del Vaticano, de la que participó el papa Francisco y delegaciones de varios países, en especial de Chile y de Argentina, se conmemoraron los 40 años del Tratado de Paz y Amistad firmado por Chile y Argentina en 1984, luego del conflicto por las divergencias sobre el Canal de Beagle. El Tratado se logró gracias a la mediación del papa, hoy santo, Juan Pablo II,  y sus diplomáticos, como los cardenales Eduardo Pironio (argentino) y los italianos Antonio Samoré y Agostino Casaroli, que fue secretario de Estado (es decir primer ministro) Vaticano desde 1979, poco después de que empezaran las negociaciones.

La idea de la ceremonia y de un encuentro que se realizó por la tarde en la Pontificia Universidad Gregoriana fue destacar la importancia del diálogo cuando existe un conflicto y que las largas y difíciles negociaciones que llevaron a este tratado “son un ejemplo para seguir”, dijo el papa Francisco.

Se presentaron además tres estampillas impresas por la Santa Sede como recuerdo dedicado a aquel tratado. Dos de los sellos, con las banderas de los dos países y del Vaticano, muestran el número 40 del aniversario, diseñado con los colores y símbolos de ambos países, como la estrella que aparece en la bandera chilena y el sol de la bandera argentina. La tercera estampilla muestra una foto de la firma del acuerdo en el Vaticano donde aparecen Juan Pablo II firmando y representantes de ambos países en torno a la mesa.

Las palabras de Francisco

“Esta es una feliz conmemoración de aquellas intensas negociaciones que, con la mediación pontificia, evitaron el conflicto armado que estaba por enfrentar a dos pueblos hermanos y se concluyeron con una solución digna, razonable y ecuánime”, dijo el Papa. Y agregó que había querido dar especial relevancia a esta conmemoración “para lanzar al mundo en este momento, un renovado llamamiento a la paz y al diálogo” porque el compromiso que implicó a estos dos países “constituye un modelo para imitar”.

Las negociaciones entre Chile, Argentina y el Vaticano comenzaron en 1978 y terminaron casi seis años después, en 1984. El tratado fue ratificado en 1985.

El canciller chileno Alberto van Klaveren y el embajador argentino Pablo Beltramino con el Papa


Francisco en su discurso destacó las dos palabras que definen el tratado: paz y amistad. Y recordó una frase de Juan Pablo II subrayando el valor de la paz que requiere “un esfuerzo cotidiano para preservarla de los obstáculos que pueden oponérsele y alentar todo lo que pueda enriquecerla”.

Y sobre la amistad añadió: “Mientras soplan los fríos vientos de la guerra, que se suman a fenómenos recurrentes de injusticia, violencia y desigualdad, así como a la grave emergencia climática y a una mutación antropológica sin precedentes, es imprescindible detenerse y preguntarse: ¿hay algo por lo que valga la pena vivir y esperar?”. Claramente la amistad, la fraternidad. “Espero que el espíritu de encuentro y de concordia entre las naciones, en América Latina y en todo el mundo deseoso de la paz, pueda ayudar a multiplicarse en iniciativas y políticas coordinadas, para resolver las numerosas crisis sociales y medioambientales que afectan a las poblaciones de todos los continentes, perjudicando especialmente a los más pobres”, añadió Francisco.

Y refiriéndose a la paz, recordó los conflictos que “todavía no se consiguen extinguir, a pesar de constituir heridas dolorosas para los países en guerra y para toda la familia humana. Ojalá que la comunidad internacional pueda hacer prevalecer la fuerza del derecho a través del diálogo, porque el diálogo debe ser el alma de la comunidad internacional”. Concluyó pidiendo a todos los hombres y mujeres, a todos los pueblos, que se “hagan artesanos de la fraternidad y la amistad social”.

Los representantes de Chile y Argentina

El canciller argentino, Gerardo Werthein, no asistió a la ceremonia en el Vaticano aunque se había previsto su presencia. Algunas versiones atribuyeron su ausencia a las diferencias que se manifestaron en el G20 de Brasil, entre el presidente Javier Milei y su par chileno Gabriel Boric. El canciller fue sustituido por el embajador ante la Santa Sede, Juan Beltramino.

Estuvo presente en cambio el canciller de Chile, Alberto van Klaveren. Ambos representantes hablaron en la ceremonia, subrayando que el camino de aquellas negociaciones no fue sencillo y destacando la labor realizada por el papa Juan Pablo II y sus colaboradores, como el cardenal Antonio Samoré que fue enviado diplomático en numerosos países de América Latina y conocía muy bien la región.

El canciller chileno subrayó además que el tratado entre Chile y Argentina demuestra que “cuando la voluntad existe, la paz es posible” y que es importante “proteger y promover la paz no solo para nuestras naciones sino como un bien común para la humanidad”. Los más de 5.000 kilómetros de frontera que hay entre Chile y Argentina, hoy “no son un muro sino un puente que nos une”, concluyó.

El embajador argentino Beltramino por su parte, también elogió la tarea llevada adelante por el Papa y sus diplomáticos, “un hito que cambió de manera positiva y decisiva la relación entre nuestros dos países”, dijo. Este acuerdo destacó el valor de la diplomacia y de la “solución pacífica de las controversias”, añadió, subrayando en particular la figura del cardenal Antonio Samoré y sus esfuerzos, que “guiaron a nuestros gobiernos en momentos políticos muy complejos”. Los dos países en efecto estaban dominados entonces por dictaduras, en Chile guiada por Augusto Pinochet, en Argentina por Jorge Rafael Videla. El acuerdo “demostró que la prudencia, el respeto mutuo y los lazos de fraternidad pueden ser mas poderosos que cualquier diferencia. La lección del camino de la paz ha sido un principio rector para Argentina y Chile desde entonces”, añadió. Hoy, después de 40 años, ese acuerdo es un “ejemplo a nivel mundial”, concluyó.

El dirigente del correo argentino , Camilo Bandini, y del chileno, Ignacio Liberman, sellaron junto al cardenal Fernando Verges Alzaga, presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, las tres estampillas dándole así autorización a la impresión. El sello que lanzamos dijo el cardenal, “quiere ser un testimonio de la búsqueda de la paz de Juan Pablo II y la capacidad diplomática de la Santa Sede”.

En la tarde del lunes, la Pontificia Universidad Gregoriana en colaboración con las embajadas chilena y argentina, organizó otro evento que tituló “La mediación papal como mecanismo para la promoción de la paz, a 40 años del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile” del que participaron numerosos estudiantes, diplomáticos y miembros de la Iglesia.