Desde Barcelona

UNO Se oyen --en realidad no es que vuelvan a oírse porque nunca han dejado de sonar; lo que ocurre es que ahora han vuelto a subir volumen y peso del asunto-- tambores de guerra. Y Rodríguez siempre se preguntó por qué tambores y no furiosas secciones de cuerdas ahorcadoras o estruendosas cuadrillas de ventosos bronces marca Jericó. Lo de los tambores tendrá que ver con algo tribal, se contesta. En cualquier caso, cada vez más fuerte y cercano, parece estar ese momento del que no hay retorno y, a partir de entonces, serán tantos los que van a irse (¿se va La Tercera? ¿se viene La Última?) para ya no volver. O sí volver, pero como nombre en letra pequeña a los pies de broncíneo o marmóreo monumental monumento conmemorando fecha del inicial disparo de largada y fecha del postrero muerto fabricado justo un segundo antes de que se firme una paz que, se sabe, no es otra cosa que eso que tiene tiempo y lugar entre una guerra y otra.

DOS Así, ahora, todo es minas antipersonas y minaretes, misiles de diferente (im)potencia y alcance y nacionalidad, cierre de embajadas, reparto a la población de manuales de supervivencia en países nórdicos en caso de Big Bang, cambios en la redacción del protocolo para presionar botones color rojo, citas a ciegas en Naciones Desunidas y en la no tan OTAN, temor de probar en carne propia que no hay hongo más venenoso que el hongo atómico, y también inevitable terror de que U2 viaje a flamante frente de batalla para presentar otro hit sin puntería y con buena consciencia y mala letra. Y, claro, todos los "actores" --en este escenario que es todo el mundo-- se juntan o se distancian. Y Rodríguez se siente como la más prescindible y sacrificable de las fichitas de TEG/RISK y teme la cada vez más posible posibilidad de que alguien con poca cabeza (pero cabeza nuclear) patee el tablero y ponga fin a la partida partiéndolo todo en pedazos a los que va a costar mucho volver a unir. Y Rodríguez ya los conoce a todos muy bien y todos juntos ahora están en la portada del recién aparecido libro del periodista-estrella norteamericano Bob Woodward. Ahí están y aquí vienen para invitarte a su fiestita: Donald & Volodymir & Joe & Kamala & Bibi & Vladimir. Gente por la que tantísimos se preocupan mucho mientras que ellos no parecen preocuparse por demasiada gente. Y el libro de Bob Woodard se titula --en imponentes mayúsculas blancas sin bandera, en su librería amiga-- WAR. Y ya pueden imaginarse de qué trata: exactamente de eso que pondrá a biempensantes unineuronales a berrear "Imagine" o "Give Peace a Chance" pensando que con eso alcanza y sobra. WAR trata --dice su solapa-- de "la reveladora historia detrás-de-la-escena de tres guerras: Ucrania, Medio Oriente y la lucha por la presidencia norteamericana... Un relato íntimo y dramático y profundo de uno de los períodos más tumultuosos en la política presidencial y la historia de los Estados Unidos". Yupi. Pero de lo que en verdad trata War es de, en este rincón, los contados guerreros estrella y, del otro lado, sin importar ideología o bandera, de los cada vez más arrinconados e incontables guerreados. Rodríguez entre ellos. Y Rodríguez pasa las páginas del War de Woodward cuidándose de no cortarse con sus afilados bordes y ahí está, junto a flamante reedición en Anagrama del vietnamita Despachos de guerra de Michael Herr. Y Rodríguez sabe que (si queda tiempo y no arde todo ese papel a la radiactiva temperatura de mucho más de Fahrenheit 451) que hay opciones de lectura/relectura más amables y pacíficas para estos tiempos belicosos. Pero ahora no suelta a WAR o WAR no lo suelta.

WAR no lo deja en paz ni le da tregua.

TRES Y tal vez parte de su influjo con que la otra noche Rodríguez sin el más remoto control de qué ver, surcando canales en su televisor, se reencontró con Todos los hombres del presidente. Y, allí, Watergate y tiempos en los que aún existían las frenéticas redacciones de periódicos y los teléfonos eran inmóviles y se escribía a máquina sobre papel y un presidente podía caer desde lo más alto por una minucia como mandar a poner micrófonos en sede de la oposición. Tiempos, también, en los que se suponía que el Republicano era el partido de la élite conservadora y el Demócrata era el partido del pueblo progresista. Hoy, parece, es un poco al revés y de esos polvos estos lodos y de aquellas elecciones esta reelección que muchos creían imposible. Pero, claro, una de las cuestiones que nunca parece entenderse es la teoría siempre práctica de que el Sueño Americano puede virar a Pesadilla Americana en un cerrar y abrir de ojos. Y, entonces, el Insomnio Mundial y todo eso.

CUATRO Y WAR tiene un comienzo muy gracioso: Woodward evocando cómo, en 1989, Bernstein lo llama por teléfono y le cuenta que está en un fiesta y que acaba de conocer a Donald Trump. Y le dice que venga corriendo, que el tipo vale la pena, que no se puede creer las cosas que dice. Trump, por entonces, ha publicado su manual de auto-instrucciones best-seller: El arte de la negociación. Y Bernstein es fan --por todas las más incorrectas y perversas razones-- del libro y de su autor. Así que Bernstein y Woodward y Trump están ahí, copas en mano, y el último le dice a los primeros que deberían entrevistarlo. Bernstein se muestra muy entusiasmado. Woodward no está tan seguro y, en un aparte, le comenta a su socio que, aunque se trate de alguien "interesante", no es parte de su territorio. "No está en política", dictamina. A la mañana siguiente ambos llegan a la Trump Tower a grabar preguntas y respuestas. Y unas de ellas son si el magnate se ve en algún cargo público: "No lo creo, pero no estoy seguro. Pero yo me muevo por puro instinto. Y todo me parece muy interesante. No hay nada que no me interese". Y sépanlo porque Woodward no demoró tanto en saberlo: este periodista --al que Biden no quiere y ha sido definido "el más talentoso sensacionalista de su generación" y cuyos métodos y prosa han sido despreciados por Joan Didion y Christopher Hitchens-- lleva ya seis libros publicados acerca del alguna vez para él poco interesante/nada político Trump. Y a Rodríguez su instinto le dice que ahora mismo ya está trabajando en el séptimo.

CINCO Y así, sí, de eso es de lo que verdaderamente trata WAR: de intereses y de instinto. Y --más que entre líneas-- de la decadencia de la influencia mundial de los Estados Unidos como agente diplomático y estabilizador de una imperial pax romana planetaria. Y WAR, en tiempos vertiginosos, llega hasta la decisión de Biden de darse por vencido y rendirse obligado y sin ganas. Y (continuará...). Y nadie sabe muy bien cómo sigue y qué pasará este diciembre. Y, mucho, menos, en enero para cuando Trump --junto a sus avengers-- ya anuncia su estreno como "dictador por un día" y lanzará ráfaga de explosivas leyes con todo el poder para legalizarlas de su parte. Otra WAR, sí.

De ahí que Rodríguez deje el libro en su sitio y salga de allí para entrar a ver Gladiator II.

Otra de las muchas secuelas que andan por ahí.

Y se lo pasó bien (y Rodríguez no puede sino reírse/apiadarse de todos los que se rasgan túnicas ante las incongruencias cronológicas en este tipo de cine y se pregunta si habrán tenido infancias muy tristes).

Ahí, también, tambores de guerra.

 

Pero lejanos en la historia (en eso que está ahí, aleccionador, para ser estudiado pero de lo que rara vez se aprende) y en envolvente sonido Dolby Atmos.